LOVESUN COLE – EL VAMPIRO

«El vampiro»

Der Wanderer über dem Nebelmeer (1818); Caspar David Friedrich.

¿Después de que mi cabeza se haya desprendido del cuerpo, podré oír, por lo menos por un momento, el sonido de mi propia sangre cuando brote de mi cuello? Sería el mayor placer para terminar todos mis placeres.
Peter Kurten (El vampiro de Düsseldorf).

Si devoré a esas personas fue porque tenía hambre y me estaba muriendo. Mi sangre está envenenada y un ácido corroe el hígado. Era absolutamente necesario que bebiera sangre fresca.
Richard Chase (El vampiro de Sacramento).

Mi lujuria dominante era experimentar sus cuerpos. Los veía como objetos, como extraños. Para mí es difícil creer que un ser humano podría haber hecho lo que he hecho.
Jeffrey Dahmer (El Caníbal de Milwaukee).

Milenario ha cantado desde Gales,
su fundación; sus valles, y castillos,
de todo rey portado los anillos
y hoy se escudriña por los arrabales

de este pueblo, ¡ay qué el venenoso lago
qué a Narciso ahogó, también arrastra!
Conejo alado es, al que nadie castra,
el que «se delata por un halago».

Y el que halla vida, donde los humanos
hallan la muerte. El círculo infinito
del pútrido árbol que nació maldito,
y murió, y envenenó a sus hortelanos.

Si escarbamos la tierra de su lápida,
no hallaremos profundo el esqueleto,
que yace prófugo, y esconde el secreto
del porqué es miserable nuestra rápida,

estadía en el vano paraíso.
Célebre danza flamenco, y cadente
lanzar acecha su vuelo estridente
tan jovial, semejante a Cipariso.

Acaricia su negro frac de seda
serpenteando tenues callejones
mientras se vanagloria de sus dones,
busca sensual a su próxima Leda;

a la que, hundido en su pasión morboso,
con un beso mortal destrozará
el cuello, y el corazón le arrancará
simbolizando su ritual glorioso.

La ardiente tarde le roba el tricornio
cepillando su larga cabellera,
enamorado. El genio en su quimera
jamás cabalga salvo un unicornio.

Bífida lengua, exquisita y afilada
con la que embelesa a los dirigentes.
Cortés y Fausto son sus descendientes
y adamantina siempre es su mirada.

Y tiemblan los demonios con su risa,
que entre los árboles corre veloz,
es espectro voraz cargando la hoz;
que dentellada beberá precisa:

la vida del incauto que el rugido
escuchará, antes de ser despojado
por el abrazador, colmillo osado
al que generaciones han temido.

Fue la primera: carne tan jugosa
que deseó durmiera su sabor,
tan eterno en sus labios. Y su olor
siempre embriagando su psique virtuosa.

El segundo; le opuso resistencia,
con fuerza que ya no le concernía,
gritando en boca el alma expulsaría,
y pateando rogó por clemencia.

Sería más caprichoso el prodigio
con el tercero y la cuarta: que bellos
y nobles eran. Fue besar sus cuellos;
¡gran festín con el cuál ganó prestigio!

Sus cráneos rodaron la colina,
¡ay, en tal de saciar fiel, su bestial hambre,
y a su cerebro lo envuelve el enjambre
qué contener le impide a su doctrina!

Su alma robada por la mordedura
de «otro vampiro» sediento de sangre,
le contagió, el insaciable desangre
de vagar derrochando su tortura.

Espera al quiebre del amanecer
para volver a su imperio de sombras,
ten escaleras bajo las alfombras
por si de él te tuvieras que esconder.

Pero un rumor las hierbas levantaron,
entre los ecos de la lluvia y el rayo
que apuñala, anunciando al gran soslayo
que fin dará, a la Bestia que crearon.

La noche traicionera lo embistió
cuando la turba encarnizada trajo
antorchas, hachas y el trinar del grajo
para el reino falaz que construyó.

La muchedumbre con marcha otomana,
ardiente el fuego ilumina a distancia;
llora el Violín Dorado en la jactancia
su música oh, imperturbable y malsana.

Y acorralado en su torre tan alta,
¿será que ruega su último suspiro?
Mira al vacío arrogante el «Vampiro»,
torre elevada, desde la que salta.

La reina Inanna es la única testigo,
de la araña tejiendo pesadillas;
entre esquinas de todas las costillas
que apresándonos ¡ay! arrastró consigo.