MATILDE RUIZ – ENAJENACIONES
Oscilaciones
Luego de su nombre
deriva el silencio.
Luna sin juicio,
exiliada de colores.
Detrás de la gravedad
no hay forma adversa
que te controle.
Cualquier dirección
podrían establecer un nuevo norte
y en cualquier camino
eres ahora ajena,
extraña,
de grandes brazos,
penetrada de vacíos,
y oscilaciones
vagas;
como si el aire
pudiera medirse con las manos,
o el dorso del cuerpo
no tuviera límites.
Aguarda,
¿De quién hablas?
Hay más de mí
en ella,
como la sombra
que se cuelga
tras la luz
sobre los cuerpos.
Enajenación
Y nos encontramos fuera de nuestra naturaleza,
como pájaros descolocados de su hábitat,
un par de hojas secas en algún punto de caída
y continuamos por alguna superficie extraña,
un poco exótica,
un poco áspera
para la ligereza de nuestras extremidades.
Quizá alguna nada pueda abrazarnos
y darnos algún tipo de pertenencia,
o decir en voz alta
el sentido de nuestros rastros,
que nos lleven a algo más que el vacío,
o la simplicidad de no sabernos desconocidos.
Nos hemos sometido
a la enajenación,
con sonidos en extremo,
que no nos dicen nada,
y en cambio,
aún existimos convertidos
en esta forma tan extraña.
Cuerpo insonoro
Hemos visto el paso de su momento,
hemos visto su piel cubierta de luces,
hemos visto las manecillas de su reloj
expuestas a la palidez de su tiempo.
¿Cómo acusar su voz ausente de calidez?
Los descansos están reservados para los cuerpos fríos,
no hay penumbras para estas habitaciones blancas,
y aún suceden silencios tras estas grietas.
¿Quién nos roba los sonidos de las voces no dichas?
¿Que nos espera tras el espacio enfermo?
¿Somos nosotros?
¿Los del otro lado?
Fuimos persuadidos:
Y los cuerpos continúan insonoros,
reducidos a cinco momentos;
los gritos no pueden sujetar las memorias.
Entre cajones se guarda el polvo,
entre la descomposición de colores,
la acción que sucede transversal a nuestros ojos;
los lienzos perduran más en el tiempo,
y no hay contadores que indiquen partidas o llegadas.
Algunas mañanas no pudimos ver sus siluetas.
Algunas mañanas sólo pudimos contemplar el brillo de su luz,
devorada por la penumbra entre matices rojos.
Los extraños terminan por marcharse,
los extraños son solo huéspedes,
que naufragan recipientes temporales,
extraños…
que se enfrentan desnudos entre miradas y relojes al silencio.
Inmutable
Me atropellan otras voces,
otros cuerpos,
que no tienen nombres,
rostros.
Y soy,
aire
el extraño
que camina en dirección opuesta a mis ojos,
el lugar donde termina su origen
y su destino.
Y soy
la inmutable idea
del vacío,
tres segundos
contados desde mi cabeza,
la ínfima idea del instante
o la mitad de eso.
Cargo más memoria
en el vientre
que entre el enredo de cosas
que suceden en la cabeza.
Matilde Ruiz (Bolivia, 1991), graduada en Arquitectura y Urbanismo, aficionada por la literatura, la expresión corporal, el movimiento y la fotografía del cuerpo humano. Siente una atracción por las letras desde pequeña, escribe de manera instintiva, recientemente hizo su primer publicación literaria, a través de la Revista Kametsa. Realiza capturas de luz y sombra abordadas desde la espontaneidad, y las acompaña por textos que surjen a partir de estos momentos.