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AÑO 5 - 2024

ÓSCAR OLIVA – 5 POEMAS

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XVI

Para mi hermano, el poeta Jaime Labastida

¿En qué nube almacenar el material descargado? ¿Cómo acceder al contenido
de tantos archivos en el acto de sobrevivir, oportunidad que se da una vez al año?

                                   Decido tomar ese taxi y no otro
                          meterme en esa casa y no en otra
                    comenzar a escribir que los barcos se alejan bajo de las estrellas
a orillas del mar Báltico, resistiendo el embate afilado de los témpanos
cortadores de cabezas, despidiéndose de mí con cantos de sirenas,
o terminar de escribir que voy a regresar a mi pueblo por uno de los dos caminos
de la Vía Láctea, cuando toma forma de Y, subiendo por la autopista central,
a gran velocidad, rebasando carros, viendo carros volcados
por la fuerza de los ventarrones, esquivando peligros, con el carro abollado
por tantos choques y volcaduras, sin acordarme del nombre de las puntas
de la Y, sin decidir qué camino escoger, el de la derecha o el de la izquierda,
al preguntar si la vida es cuestión de supervivencia, una película sin fin,
en formato de alta definición, sin comprimir, en un solo plano-secuencia,
nadie sabe cuándo hay que adelantarla, cuándo va a aparecer la Y.

                     vamos,

          comamos algo antes de entrar en la sala de cine,
hace hambre, me dice Néstor, el anciano prudente, mi doble,
excelente en el consejo, admirando a las hilanderas en la escena
en que se encargan de tejer el destino que debe alcanzar
a cada uno, poderosas actrices en la película que corre,
una de ellas cruza las piernas, amo ese momento de gracia,
es lo que trato de decir, sin ellas me sentiría descobijado,
sin fuerzas para padecer la presión del tiempo en este escrito,
donde he perdido dos o tres cuerpos, es tanta la perseverancia,
ya no sé si continuar apagando esas luces, o encender otras,
para saber hasta donde he llegado, darme cuenta de lo inútil
que sería recomenzar, el final no podría estar ya en mis manos,
fragmentos, repeticiones, diario íntimo, al final otra vena
intervenida desde el cuello hasta los tobillos: no saltes esta línea,
comienzan hermosas mujeres a lavar los telares, a enhebrar hilos de seda,                                                                                                                                                                                                                      sin ellas no podría vivir, después de perder dos o tres cuerpos.
(Pareciera que hay venados corriendo cerca de aquí, sin peso).

Y cuando me bajo del carro, reniego de todo lo que llevo escrito,
lo sacudo con las alas de la inquietud, también lo barro con esas alas,
con miedo de que nada de esto exista, de que no tendrá conclusión,
al desaparecer una línea, y luego otra, en el cruce de carreteras,
o en el entrelazamiento de los ríos que he señalado aquí, para luego
desaparezca mi caparazón, y mis pies, y mi hermano el temporal,
todo lo que está desapareciendo en esta línea ya no tendrá eco
en otras líneas, en otros caparazones sin cuerpos, en otros vasos.

Desunzo las yeguas del anciano, me enjugo el sudor con mantas de yute,
y a la orilla de la playa, platicamos de tantas cosas, atentos al rojo chillón
del crepúsculo cuando oculta yeguas muy gordas a punto de parir, de nuevo compartimos
la pipa con figura de Deméter, atentos al rojo chillón que está a punto de resquebrajarse:
Áyax está perdido, gritamos, ha bebido el agua salada del malvado tesoro de su corazón,
y libres de aparejos y esquilones vemos pasar a las ninfas de bellas trenzas, brincan como
pelotas de ping-pong, brindamos por la hermosa Neera que prefirió ser la amada
de otro hombre, rebosantes las copas, la diosa ha sido devuelta a su

Pedestal.

Y atrás los escombros de la Torre, atrás el cráter de 7 metros de profundidad y 330
metros de ancho, y más atrás los bosques sagrados en llamas, vemos cómo los dioses destilan
sangre, cómo se agitan bajo los vestidos, cómo estiran el tiempo de la noche,
el aire quemado como novillo herido sacude la cabeza, estoy acostado en el suelo a 15
kilómetros de la Torre de la Bomba, la explosión me transparenta, doy a luz a innumerables
criaturas y de quién y de dónde o de qué manada sacuden mi cabeza como bagre
ensangrentado, sin aletas dorsal y anal, flotando en el río de las explosiones, yo entre
las cenizas del hielo, como las ideas que están fuera del mar, como el caballo con genes
de pez, otro ejercicio extraño, otro conflicto extraño, como árbol que bebe agua en el
fondo del agua en el falso amanecer en el fondo del agua pequeña e íntima el vuelo que
no es: olas en un estanque cósmico, el universo de rayos X alberga cadáveres estelares,
me están cegando mis deseos Z, me están cegando desde la banqueta de mi casa, deseos

que no cesan, estanque de cadáveres estelares posibles e imposibles en algún lugar de la
estructura onírica, al menor silencio pueden detenerse estas apariciones o colapsarse con
los terremotos esperados, las réplicas esperadas y otras interrupciones, en tal caso proteger
el gato de las arenas, en la hora que no da sueño a los que hemos desuncido a las mulas
expertas en abismos profundos, vemos cómo las cautivas en el cráter son envueltas en
bolsas de plástico, brindamos con una copa de amarilla hiel, de un golpe, guarnecida con
clavos oxidados, de un lado y del otro vuelvo a tropezar con palabras guarnecidas con clavos
oxidados, con la flor de harina sagrada para alimentar estrellas, intercambiando palabras
de justificación y loa, Néstor y yo, el uno con el otro conversando, más bien ensayando
el treno, con musical desorden, si es posible calificar, con estridencia, con todos nuestros
muertos alrededor esperando el banquete, dos ancianos que vislumbran por encima del
miedo los estragos del amor y del sobreactuar, y más allá de la pantalla de cine un torrente
sonoro, y atrás de la pantalla la silla que se desvanece en el aire, lo inconmensurable,
siempre quise desde pequeño saber qué hay detrás de la pantalla, nada más oscuridad,
murciélagos ciegos, gatos ciegos, desde pequeño y viejo.

                           ¿Murciélagos ciegos, gatos ciegos, una silla abandonada?

La explosión nuclear no va a terminar nunca, el día 16 de julio de 1945 no va a terminar
nunca, el reloj marca las 5:29:45 am,

                                 desaparecen los tatuajes de mi cuerpo,

se derrite en mi cara la máscara de hierro.

Las 6:00 am.
           El sabor del mar en la boca.

BIOGRAFÍA

Es miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y ha pertenecido al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Fue miembro titular de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) entre el gobierno federal de México y el EZLN. Su obra ha sido traducida al zoque, tsotsil, tseltal, chol, mam, inglés, francés, ruso e italiano y reconocida con relevantes premios nacionales e internacionales como el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, 1971; Premio Chiapas, 1990; Premio Nacional de Periodismo, 2012; Medalla Rosario Castellanos, 2012; Premio Internacional de Poesía “Ramón López Velarde”, 2013; Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines/ Gatien-Lapointe, 2019. De su autoría: “La voz desbocada”, en la “Espiga Amotinada” (1960); “Áspera cicatriz”, en “Ocupación de la palabra” (1965); “Estado de sitio” (1971); “Trabajo Ilegal” (1985); “Lienzos transparentes” (2003); “Estratos” (2010), “Lascas” (2017) y “Escrito en Tuxtla” (2022).

Fotografía de  Sonia Quiñones 

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