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AÑO 4 - 2023

Cine ecuatoriano, el camino hacia un estilo narrativo propio

 

 

El recorrido de los países a través de su cine nos habla de los intereses de sus habitantes o del sentir político en el que se encuentra el país. Ecuador tiene una particularidad identitaria que determina los contenidos de sus películas. Los años 80 arrojan una producción ingente de cine militante que hace uso como sujeto narrativo al mundo indígena. Los Hieleros del Chimborazo (1980) dirigida por Gustavo e Igor Guayasamín es un documental que en tan solo 24’ recrea el trabajo de hombres y mujeres recogiendo el hielo que extraen del volcán. Los años 90 se presentan cuantitativamente estériles, para acabar tornándose distinto el panorama a raíz de la aprobación en el 2006 de la Ley de cine. Ese ardor arrebatado por lo indígena -en un intento memorístico de vuelta a los estragos que dejo la colonización- tuvo tal arrojo en Ecuador que, todo aquello sentido lejos de dichos lenguajes acababa siendo criticado y denostado por la intelectualidad. La pregunta seria, ¿qué buenos propósitos albergaban los cineastas al tomar como protagonistas a las comunidades indígenas para dejarles de interesar prontamente? ¿Fue un acto político y ante todo un intento de denunciar por parte de la izquierda ecuatoriana el que una sociedad más igualitaria era posible? La aprobación de la ley del cine en 2006 -mencionada con anterioridad- trae un cambio en el sujeto a representar en las películas y serán las propias historias de los directores pertenecientes a las clases pequeño burguesas y los estratos medios y altos quienes ocupen el lugar en las mismas, dejando totalmente en el olvido o invisibilizados a las clases medias bajas y los desfavorecidos sociales sin voz, ni presencia. Justo antes de la entrada en vigor de dicha ley, Tania Hermida realiza su primer largometraje, ¡qué tan lejos! (2006) una road movie en los Andes fresca y dinámica que nos muestra el recorrido de tres jóvenes por la montaña y el mar ecuatoriano, permitiéndonos ver el paisaje del país. Historia de confrontación de miradas sobre el mundo, que junto a En el nombre de la hija (2011) y La invención de las especies (2021), forman una trilogía realizada en escenarios distintos con protagonistas diferentes. Reseñable la directora por el valor intrínseco en un proceso resignificatorio en los personajes que permite transformar la realidad que en un principio parecía inamovible. Reflexión que se teje con unos textos a través de las tres películas dotándole de un sentido a través de este hilo conductor. Ese realismo social que todo lo denunciaba dio paso a poner en el centro de las producciones al director y sus entornos cotidianos. El beneficio más claro del insistir de los años 80 en las historias tristes y denunciantes es la secuela que dejan notar los documentalistas en el cine del siglo XXI. Notorios son los trabajos de María Fernanda Restrepo con su documental Con mi corazón en Yambo (2011) y Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera con La muerte de Jaime Roldós (2013). Dos documentales de denuncia política con asesinatos y desapariciones en los entornos carcelarios y de dominación militarista. El primero de ellos narra la extinción de Santiago y Andrés de 17 y 14 años, los hermanos Restrepo, un caso hiriente e intolerable de desaparición forzosa de dos niños víctimas del terror militar, con tintes alarmantes y terrorífica búsqueda infructuosa de sus cuerpos. La segunda, trata al igual de la vida de Jaime Roldós un joven abogado ecuatoriano defensor acérrimo de los derechos humanos a quien acaban arrebatando el poder presidencial desapareciéndole en un accidente de avión. Son mencionables por el interés antropológico y sociocultural que despiertan los trabajos también de corte documental de Carla Valencia, Abuelos (2010) una recreación de las vidas de sus dos abuelos, uno de ellos chileno partidario de la política allendista y el otro ecuatoriano, un estudioso de la medicina alternativa. Verónica Haro por su parte, recrea los parajes por donde vivió su querida abuela en Cuando ellos se fueron (2019) en un pequeño pueblo, Plazuela que no aparece reseñado en el mapa de Ecuador. En él asistimos a la convivencia de un grupo de ancianas que residen allí pasando su vejez, todas viudas ya. Dirigido por Javier Izquierdo, con Un secreto en la caja (2016), nos encontramos con una película perteneciente al género denominado falso documental, dedicado al personaje inventado por José Donoso, un escritor, Marcelo Chiriboga, perteneciente a la saga que protagonizaron quienes conformaron el boom latinoamericano. De gran interés no solo intelectual, también emocional y sociopolítico. Con Barajas 2021, Izquierdo explora la muerte de Ángel Rama, Marta Traba, Manuel Scorza y Jorge Ibargüengoitia, muertos en un accidente de avión producido en España en el año 1983. De sugerente visionado y gran valor didáctico en sus contenidos. 

Gabriel Páez con Sacachún (2018) nos regala una oda mágica a San Biritute, dios de la lluvia, un paseo por las vidas de los que tienen escasos recursos económicos donde solo les queda esperar. Con unos componentes emocionales conmovedores y unos personajes que parecieran salidos de una novela del afamado realismo mágico. Ana Cristina Carrillo aporta un documental de corte antropológico realizado en España, La churona (2009). Una réplica de la Virgen del Cisne (la Churona) arma un revuelo entre ecuatorianos y españoles en Madrid. Como si se tratara de una inmigrante sin papeles, la Churona deambula en busca de un altar.

Con 52” (2017) Javier Andrade, la recreación del brutal del terremoto que en 2016 sufrió la costa ecuatoriana, causante de unos destrozos inmensos en una duración del seísmo de menos de un minuto. Recorre con su cámara no solo el sentir del pueblo ecuatoriano también nos hace participes de la interioridad de su familia.

 

 

El gran error de la despolitización total de las historias en el cine de ficción fue la falta de profundidad de las películas que daña la posibilidad de contar las andanzas de un país muy fracturado en su diversidad. Mencionar el cine de Camilo Luzuriaga poseedor de dos películas realizadas en la última década del siglo XX de alto valor dentro del panorama cinematográfico que ofrece Ecuador: La Tigra (1989) y Entre Marx y una mujer desnuda (1996). En la primera asistimos a la sensual belleza de Francisca Miranda y como se sirve de la misma para mantener el dominio de un pequeño lugar. Con la segunda, su director se deja llevar por la influencia del cine francés de los setenta recreando posiciones políticas izquierdistas con resultados magníficos en su dirección. 

El tema de las historias va a estar entroncado en los marcos familiares donde la iglesia tiene mucho que decir en sus distintos grados de fervor. Se tiende a lo urbano o la hacienda, lugar idóneo a la hora de estudiar y mostrar el microcosmos que apunta un país. En él se van a ver todo tipo de convivencias entre las clases sociales. 

Son contadas las producciones donde se aprecie el riesgo de apostar por un lenguaje narrativo con estilo propio e identitario. Hay que especificar que Ana Cristina Barragán con Alba (2006) es un generoso caso donde vemos los resultados de arriesgar en lo personal y autoral. El lenguaje narrativo de la directora dota a la película de planos de rotunda intimidad, interioridad y complejidad a la hora de contar la vida de Alba, una niña de once años que se ve obligada a trasladarse a vivir con su padre debido a la enfermedad terminal de su madre. Con un potente guion digno de alabanza atribuible a la propia directora. Perspicaz, ingeniosa y delicadamente silenciosa su actriz protagonista, Macarena Arias, hace un trabajo dotado de encanto y profesionalidad.

El conflicto bélico vendrá de mano de dos directores, por un lado, está la película de Alfredo León Mono con gallinas (2013) una recreación de la guerra del Chaco a través de un soldado ecuatoriano dado por muerto que se encuentra prisionero del bando peruano. La dureza de los golpes de la guerra se deja sentir en el humanismo que utiliza el director. Por otro lado, esta 1809-1810 Mientras llega el día (2004) Camilo Luzuriaga, cuenta como en el entorno de la insurrección quiteña el bibliotecario de la ciudad huye y se refugia en los brazos de su amada. Película de notoria dirección artística llena de datos históricos y de muy recomendable visionado.

El ecuatoriano Darío Aguirre, afincado en Alemania hace ya tiempo, nos hace participes de sus películas documentales: En el país de mis hijos (2018), El Grill de César (2013) y Five wais to Dario (2011) donde disfrutamos del encanto que imprime la personalidad del director y las vivencias que recrea, sus trabajos son íntimos  y están llenos de  comicidad, un ejercicio que combina emociones opuestas nada desdeñable. 

Alfredo Mora se dedica al mundo de la producción cinematográfica dentro del país y ha colaborado con su hermano el director Iván Mora produciendo sus películas Sin otoño sin primavera (2012), La Bisabuela Tiene Alzheimer (2012), Gafas amarillas (2020) y Enchaquitados (2021) último trabajo de pronto visionado para los espectadores. Trabajo el del productor que se extiende metódicamente con proyectos de inmediata realización.

La homosexualidad y la imposibilidad de ser correspondido aparecen en la película de ficción de Diego Araujo, Feriado (2014) donde un joven atractivo y desprejuiciado se enamora de un indígena que si bien le ofrece su amistad y cariño pero que le cierra las puertas a su amor.

La película de Alexandra Cuesta, Territorio (2016) se conforma en un conjunto de escenas en un solo plano de distinta duración que se acompaña de un lenguaje no-lineal. Ha sido bien recibida y la directora se erige en promesa de las nuevas cinematografías del país andino.

En el año 1999 seria Sebastián cordero quien, con la dirección de Ratas, ratones, rateros le diese un empuje a la nueva cinematografía de su país, Ecuador, desde esa nueva forma de construir las películas abordando las narrativas de la violencia estructural que  invadían las calles, dotado de cámara en mano y apoyado por las actuaciones de sus intérpretes, el cine ecuatoriano inicio una nueva andadura que continua imparable.

 

 

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Charo García Diego (Salamanca 1961, España) es Pedagoga, Socióloga y Psicóloga Social. Organizadora, coordinadora y difusora en los medios de comunicación de actividades culturales desde 1990 en España. Ya en sus inicios universitarios, estudia, investiga y escribe crítica de cine. Sus intereses giran en torno a la difusión de culturas transversales, multipluridisciplinares y versátiles que aporten enriquecimiento formativo a las nuevas generaciones.

En la actualidad, coordina el libro “Cine Centroamericano y Caribeño Siglo XXI” editorial extravertida que verá la luz en septiembre 2021 junto a una Muestra de Cine Centroamericano y Caribeño Siglo XXI, que recorrerá varias ciudades españolas y foráneas.

Colaboradora habitual en la revista digital LADOBERLIN y Materialextra.com

 

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