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AÑO 5 - 2024

EL MITO DEL NIÑO ERRANTE EN EL CINE IRANÍ Y SU INFLUENCIA EN EL CINE CENTROAMERICANO – POR CHARO GARCÍA DIEGO

 

 

“Frente al yugo del tiempo

el abrigo del poema

frente a la tiranía del amor

el abrigo del poema

frente a la escandalosa injusticia

el abrigo del poema”

Abbas Kiarostami

 

 

La imagen de los “niños errantes” en el cine iraní está en deuda con la representación de la infancia en la mitología y la literatura persa. El “niño sabio” viene a aportar soluciones a los adultos a problemas que vienen de lejos. La inteligencia no contaminada de los niños aporta soluciones que, los adultos no son capaces de ver. Las cinematografías iraníes y Centroamericanas poseen contextos histórico-sociales de muy diferente sentir, aunque de similar padecer en ocasiones. Ambas tienen pendiente la transformación del sistema de valores en crisis y sus identidades.

 

Es inevitable dirigir nuestras miradas al máximo exponente del cine iraní, Abbas Kiarostami al hablar del término “niños errantes”. Desde los inicios de su carrera cinematográfica demuestra gran habilidad para decir y a la par distraer a la censura a través de los mensajes de sus niños protagonistas. De mirada sensitiva y poética, con ganas de arañar en las entrañas de la realidad de su país, Irán, logra que ficción y documental caminen juntos en una misma película. Energía y delicadeza consiguen que, sus niños protagonistas alcancen lo que se proponen gracias a su tenacidad y persistencia. Los niños errantes de Kiarostami son una forma de defensa frente a un sistema socio-político que les prohíbe la mayor parte de las cosas que nos hacen sentir “un poco libres”.

 

En su “Trilogía del terremoto” se encuadran las películas ¿Dónde está la casa de mi amigo? 1987-, Y la vida continua…1992- , A través de los olivos 1994. ¿Cuál podría ser la metáfora que ilumina estos tres títulos? A lo mejor el terremoto no solo se llevó las vidas y las infraestructuras, quizás también ayude a replantearse una estructura social y política que, se aleja mucho de la verdad y las posibilidades de libertad de todos los iraníes. Ahmed, el protagonista de ¿Dónde está la casa de mi amigo?, tiene que devolverle el cuaderno a su amigo Mohamed que metió en su cartera por error para que, el maestro no le expulse de la escuela. En Y la vida continua…, después de la tragedia del terremoto de 1990 impresionante, el director decide ir a visitar el pueblo donde se rodó su primera película y ver si los niños protagonistas sobreviven. A través de los olivos, teniendo como paraje la misma tierra de Koker, nos muestra la intención de conquista de un joven hacia una joven a quien los padres prohíben el compromiso. Estamos en un continuo transitar de la vida de los niños que dejan ver con sus miradas y actitudes lo que el sistema social no quiere transformar.

 

Junto a ellos podrían situarse a las directoras guatemaltecas Ana Virginia Bojórquez y Lucia Carreras con su película «La casa más grande del mundo» 2015 donde asistimos al entrañable deambular de dos niñas indígenas mayas en la Sierra de los Cuchumatanes, una cordillera que se encuentra en Guatemala. Cuidan sus ovejas contra todas las inclemencias que la naturaleza les procura y su propio rebaño les infringe. Se trata de dos niñas errantes frente a los miedos y la necesidad de subsistir. Niñas listas y bonitas que depositan el mismo interés por hacer las cosas bien, que los niños errantes de Kiarostami, pero con destinos muy distintos. Son pre-adolescentes apenas y ya trabajan, con ello pueden comer, subsistir y ayudar a la abuela y a la madre, la figura paterna no existe como referente y otro bebe viene de camino. Su alter ego podría ser Ahmed, son igual de concienzudas y responsables.

 

En El color del paraíso 1999 Majid Majidi , el director iraní demuestra como el cine es un soporte fundamental para, mantener abierto un diálogo entre pueblos diferentes. La ceguera de un grupo de niños de Teherán con los que fue de excursión al bosque, le llevó a una serie de conclusiones extraordinarias, una de ellas, el lenguaje interno de los niños. El color del paraíso, traspasa las fronteras de lo concreto convirtiéndose en un filme poseedor de un lenguaje universal donde, vemos como el medio, en este caso el cine, se hace eco ofreciéndonos a través de mensajes transmitidos por el tacto y el oído. Mohammad, niño invidente, siempre vulnerable ante los acontecimientos de su vida, muestra que no es la oscuridad de la ceguera la verdadera invidencia. Aquí conectamos, sin permitirnos la curvatura, con el filme de la costarricense Ishtar Yasin y su película El camino 2007. Saslaya y Dario son dos niños errantes que tratan de reunirse con su madre en Costa Rica burlando la frontera de Nicaragua. Se da la circunstancia de que el pequeño Darío tiene la discapacidad de la mudez. Su lenguaje es gestual y sonoro; se sirve de una ocarina para emitir sonidos que le conecten con los demás. Como en el caso de Mohammad, el niño errante iraní, va de un lado para otro con su hermana. Mientras Dario y Saslaya tienen por escenarios de su vida, el basurero de la Chureca a las afueras de Managua, una escuela a la intemperie, un abuelo que no solo los descuida a todos los niveles, además de abusar sexualmente de la niña, están invisibilizados. Cuando el entorno es consciente de la soledad que arrastran en su viaje se dirigen a ellos para utilizarlos Dario se queda en el camino perdido del bosque. En el caso de Saslaya su camino errante la lleva a un burdel al servicio de un pedófilo. En contraposición, Mohammad actúa en escenarios de apariencia más amables, la escuela, la carpintería, el campo, y establece relaciones muy variopintas con la abuela, las hermanas, los profesores; mientras su irresponsable padre lo moviliza para no ocuparse de él. Majid Majidi se sirve de un lenguaje sencillo y poderosísimo para mostrar al espectador, a un niño invidente que, tiene una profunda soledad debido a su aislamiento social y familiar, tratándose de un niño exiliado de su mundo poseedor de un interior lleno de luz. La difícil e insondable soledad de Dario y Saslaya, viene provocada no solo por el apartamiento social aporofóbico, si no porque las agresiones a las que son sometidos no se visibilizan, permanecen en el lado oscuro y no en el mundo de la normalidad cotidiana que pueda tener un niño de clase baja en Nicaragua. En ambas películas, los niños errantes reciben un trato que conduce a su desdicha y lo simbólico viene a ocupar un lugar prioritario. La conciencia intima del yo tiene lenguajes comunes y universales, lo que nace en el interior humano de los adultos que rodean a los niños, jugando a la perversidad del silencio social opacado, insensibles e indoloros no distingue regiones, ni países.

 

Baran 2001 Majid y El puertito 2012 Brenda Vanegas e Irene Argueta

 

Con los dos títulos aludidos, nos acercamos a los niños errantes que realizan trabajos que están muy por encima de las posibilidades físicas y mentales, por lo temprano de sus edades, se trata de la explotación laboral infantil. En la película iraní vemos como los obreros afganos realizan los trabajos más duros, en esta ocasión, se centra en el trabajo infantil que realiza una niña de familia migrante, disfrazada de niño, con una condición nefasta y abusiva en una obra donde se construye un edificio. La poética domina en el filme de Majidi acompañada de una consolidada narrativa de latencia espiritual. La pasión por lograr que la niña tenga una vida mejor conduce a un joven iraní a determinadas acciones llenas de bondad. Provocadas por la piedad al contemplar el entorno de la niña que, tiene que sacar del rio piedras que pesan más que ella, niña en una situación límite y peligrosa. Silencio y miradas nos lo cuentan todo. Nos enseña Majidi como el amor derriba las fronteras raciales y geográficas, las tira sin dilación, con la rapidez del rayo, con el aprendizaje del camino de la luz. Nos encontramos ante una obra de arte puro.

 

La niña errante del director iraní entra en competencia con los niños y niñas errantes de la película documental de Brenda Vanegas e Irene Argueta, El puertito, un trabajo que describe a través de sus protagonistas, la labor que realizan de vendedores, pescadores y transportadores de pesos imposibles para su edad. Una niñez robada, sin juegos, ni formación escolar o donde la formación escolar viene después del horario laboral, donde los miedos son continuos, están desde la mañana hasta que cae la noche, expuestos a la agresión de los adultos insensibles que, no solo les agreden verbalmente, también condicionan su vida. La explotación laboral en el mundo infantil tiene una impronta muy similar en los niños errantes de la película de Majidi y el documental de las salvadoreñas Brenda Vanegas e Irene Argueta, es la dureza del arrebatar la infancia lo que desespera, suponiendo que “la verdadera patria del hombre es la infancia” como dijo el poeta Rainerr Maria Rilker.

 

Con las películas Ten 2002 Abbas Kiarostami y Princesas Rojas 2013 Laura Astorga abordamos el transitar de los niños errantes desde la perspectiva del rechazo a la madre y el no entendimiento de las acciones. La educación que recibe por parte del padre el niño protagonista de la película de Kiarostami, niño errante que pasea el transcurrir de su vida entre la casa de la madre, la del padre y la de la abuela, le conduce al desprecio más absoluto hacia su madre. En un taxi recorre Teherán, conversaciones con su progenitora sin lógica ni cariño, y a la par, transmisor de un discurso social patriarcal y corrosivo. Todo lo que suene a igualdad o paridad para él, ocupa el lugar de lo indebido, no es capaz de besar, escuchar, ni ver por un momento a su madre. Un Kiarostami que siente, sabe y desea la no discriminación de los géneros, lo plasma exquisito, lo narra magnífico y son 10 secuencias dentro de un automóvil. En el caso de la película de Laura Astorga Princesas Rojas 2013, la directora costarricense sitúa la cámara muy cerca de los rostros de las niñas protagonistas, con determinación, no nos da tregua, no podemos despistarnos ni un segundo, si esto sucediera, el espectador se perdería las miradas intimas infantiles, no por ello indiferentes de la hermana mayor. Dos hermanas, dos niñas errantes que van de allá para acá en huida permanente, hasta que una de ellas, la mayor determina poner fin a seguir el transitar de su madre y rompe su relación, sin querer entender los porqués de sus idas y venidas, no le interesa, un gesto rotundo como el de no subirse a un avión es definitivo. Cine íntimo, autoral, comprometido y muy cargadito de mensajes. Tanto en el caso de la primera película aludida como en la segunda la conclusión es que las derivas de los adultos no interesan para nada a los protagonistas y les sirven para crear rechazo a las madres que le dieron la vida. Sus infancias errantes los llevan al desprecio de los adultos.

 

El espejo 1997 Jafar Panahi, Flor Blanca 2019 Elvis Caj y Donde nace el sol 2012 Elias Jimenez, El globo blanco 1995.

 

Mina, la protagonista de El espejo es una niña de Teherán que espera a la puerta de su colegio que su madre la recoja como hace todos los días, al ver que se retrasa la inquietud hace que emprenda su regreso a casa sola. Con ayuda de los adultos alcanzará su objetivo. Su micrófono oculto a los ojos de los demás nos va a ir indicando la situación social del país, los acuerdos y desacuerdos en los temas de la cotidianidad de los iraníes. Errando sin parar por la ciudad vemos como se sirve Panahi, del personaje de la niña para vislumbrar todo lo que el sistema pretende silenciar. Los niños errantes han sido un ardid de habilidad para burlar la censura a los cineastas en Irán. La inocencia, la dulzura, el capricho y la simpatía de Mina casi consigue engañarnos a nosotros.

 

Flor Blanca, las primeras imágenes del cortometraje dicen: que no pinte tu mano, que pinte tu corazón”. Sak Nicté es una niña indígena guatemalteca a quien la abuela enseña a pintar como arma contra el olvido. Su abuelo y sus padres han desaparecido víctimas del ejército. Antes de que Sak Nicté se convierta en niña errante, para burlar la muerte, la abuela le muestra sus pinturas escondidas con la historia de su pueblo. Le muestra la paz con la fuerza del arte.

 

Donde nace el sol, Maya es una niña que ve como su abuelita teje un tapiz con dos serpientes que representan el tiempo y el espacio. La cultura milenaria de los Mayas es mostrada a través de Maya quien asiste al exterminio de su cultura ancestral y se convierte en una niña errante para salvar su vida. Una vida obligada al nomadismo constante, le da a conocer el sufrimiento de su pueblo a quien la invasión extranjera arrebató las tierras.

 

Tanto la película iraní el cortometraje y la película guatemalteca tienen en su poder la capacidad de expresar la denuncia y la injusticia a la que son sometidos sus pueblos. Lo estático, lo perenne, lo inamovible se presenta como falta de solución a los problemas de la cotidianidad. Las tres niñas encuentran la solución al ponerse en marcha.

 

El globo blanco, Razieh sola y desamparada, vive toda clase de aventuras antes de conseguir lo que quiere. Audaz, sutil y cautivadora la película cuenta las peripecias de una niña en la celebración del año nuevo iraní. Su sueño es conseguir el ansiado pez dorado. El camino hasta la tienda donde se vende el pez esta lleno de obstáculos. Una historia costumbrista que aporta la maravillosa espontaneidad de los niños que nos muestra paisaje y paisanaje del pueblo iraní.

 

Las cuatro niñas errantes: Mina, Sak Nicté, Maya y Razieh aportan al cine una visión de la itinerancia y el errar de sus vidas, no exentas de peligros que las acechan sin cesar, aunque no todos tienen la misma intensidad, los miedos de las cuatro si son similares. Hablan de zozobrar por una ciudad enorme que, se nos aparece como llena de gigantes a los ojos de una niña de siete años, de perder a seres humanos cotidianos, del correr desenfrenado huyendo de los asesinos y de la ilusión truncada de una niña que solo acierta a ver por el deslumbrante pez dorado.

 

Todos los seres humanos debemos ser respetados en cualquier etapa de nuestra vida. El derecho a no violentar la infancia de los niños es inalienable y no admite discusión. Este articulo pretende aportar un granito de arena a la no intromisión en el mundo de la infancia. No violentar la infancia a ningún niño es un derecho.

 

Charo García Diego (Salamanca 1961, España) es Pedagoga, Socióloga y Psicóloga Social. Organizadora, coordinadora y difusora en los medios de comunicación de actividades culturales desde 1990 en España. Ya en sus inicios universitarios, estudia, investiga y escribe crítica de cine. Sus intereses giran en torno a la difusión de culturas transversales, multipluridisciplinares y versátiles que aporten enriquecimiento formativo a las nuevas generaciones.

En la actualidad, coordina el libro “Cine Centroamericano y Caribeño Siglo XXI” editorial extravertida que verá la luz en septiembre 2021 junto a una Muestra de Cine Centroamericano y Caribeño Siglo XXI, que recorrerá varias ciudades españolas y foráneas.

Colaboradora habitual en la revista digital LADOBERLIN y Materialextra.com

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