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AÑO 4 - 2023

Las transformadoras miradas de Gong Li – Charo García Diego

 

 

Las transformadoras miradas de Gong Li son el centro de toda una revolución existencial dentro de la sociedad china. Los ojos de la actriz significaron para las mujeres chinas íntimamente, lo que el soldado que detuvo el tanque en la plaza de Tiannamen en 1989 con motivo de las protestas de obreros, estudiantes e intelectuales.

Los directores de cine de la Quinta Generación, pretendieron superar el tan denostado maoísmo y, encuentran en la actriz una piedra filosofal que, a manera de alquimista convierte el metal en oro. Gong Li no solo les representará a ojos de la región China, será su musa transnacional. Con ella el cine chino apuesta por la corporeidad de las mujeres. Aquellas mujeres que no valían nada a niveles de representación social empiezan a ser visibles en su despertar a la vida. Dicho cine tomará por estandarte a la actriz que en los años noventa fue pareja artística y familiar del director Zhang Yimou, voz activa que dejará atrás a la Revolución cultural, que ignoraba y subjetivizaba el papel de las mujeres, convirtiéndolas en soldados incorpóreos para dotarlas de sensualidad, erotismo y sexo.

Retornando a la mirada de Gong Li vemos resaltar su heroicidad a la hora de luchar contra el patriarcado en el cine chino que relegaba a la mujer a la posición de objeto y fuera del campo de la mirada subjetiva. Las conciencias se alteran y toman forma a través de la pasión y el deseo objetivos. Sus personajes cobran vida y se tornan mujeres libres, valientes e individuales. Ven a través de la actriz que participa en los guiones y la producción de sus películas una nueva enseñanza y modelo de vida. Con su aporte de ideas propias y novedosas genera significados más allá de los productores.

Será Zhang Yimou y su afamada “trilogía roja” compuesta por las películas Sorgo rojo (1988), Ju Dou: Semilla de crisantemo (1990) y Linterna roja (1991) quien se apropie de su mirada directa a la cámara. Como espectadores nos resulta difícil aceptar que el personaje de Gong Li en Sorgo rojo va a ser canjeada en su matrimonio por una mula. El grosero acontecimiento la lleva a mirar de frente y a recorrer la espalda de uno de los porteadores del sedán –signo de rebeldía sexual- que la transporta para caer en los brazos de un hombre maduro con lepra. En Ju Dou: Semilla de crisantemo, mira y desea inconteniblemente como las heroínas, promulgando la autoconciencia de su poder sexual. Y en Linterna roja podremos disfrutar de su hipnótica mirada que nos muestra su erotismo innato y natural.

 

Con Gong Li asistimos a la creación de una imagen femenina moderna que rompe el molde histórico de la mujer como fuente de placer sexual para la mirada masculina. Consigue con su rostro lo que nunca lograron las actrices que la antecedieron, una mirada que se torna autoritaria, altiva y abrumadora ante el poder masculino. Se acompaña de un cuerpo valiente y desafiante en movimientos, dejando atrás el estatismo y la fragilidad obligada. Al mismo tiempo asistimos a la creación de una imagen femenina vanguardista y moderna. En Adiós a mi concubina (1993) Chen Kaige aprovecha la oportunidad de la ligereza que le da el moverse en un mundo de hombres de la actriz por el hecho innegable que le dotan sus atractivos físicos. El aura que desprende su figura se incrementa por la posición central que ocupa en los planos, junto a una mirada potente dotada de una sonrisa flexible y versátil transmitida en la pantalla con una seguridad contundente.

En su película Luna tentadora (1996) nuevamente dirigida por Chen Kaige, nos la presenta deificada y teniendo a su servicio a hombres dispuestos a la sumisión. Segura de su poder, conduce a uno de los enamorados a un masoquismo irrefrenable. Nunca su mirada es obscena, consigue igualmente la sumisión del entorno viril.

En el transcurso de su carrera cinematográfica es poco usual encontrar películas donde la actriz pierda su perspectiva sentimental femenina. En El tren de Zhou yu (2002) Zhou Sun veremos de manera definitiva, desde una posición de control de la historia de principio a fin, a su personaje en un espacio emocional que lo determina y ocupa todo lo que la rodea. Realidad y sueño cohabitan, todo ello materializado a través de sus múltiples viajes en tren. Con un deseo activo perpetrado en su mirada y su cuerpo, articula los actos de amor con el poeta con autoridad y determinación. Culturalmente todo el transitar por la película se empapa de rebeldía ante la tradición patriarcal. La ruptura con el romanticismo tradicional imperante coloca a la protagonista fuera del mercantilismo que ha existido frente a los sentimientos y el cuerpo como parte del deseo masculino y no como goce del sentir femenino. La mujer infiel y promiscua ocupa por fin el lugar que el cine tradicional chino siempre le negó a través de las producciones de Gong Li.

El director hongkonés Wong Kar-Wai le regala en una de las tres historias que compones Eros (2004) un papel hecho a la medida de su

 

deseo. La veremos representar a una mujer que se permite utilizar a su amante preferido como fetiche. No veremos su rostro -el de su amante- en ningún plano que compartan, al mismo tiempo no le permitirá ningún acceso táctil a su cuerpo.

Dotada la actriz de un poder amatorio que trasciende lo gestual, el objeto masculino ocupa más que nunca le lugar dependiente del deseo inalcanzable a su tangibilidad. Con una doble intencionalidad por parte de la protagonista que, se ocupa de obtener beneficios económicos y procurarse placeres íntimos. Erigida en icono de la independencia y el dominio de sí misma y sus actos, cobra un peso muy especial al establecerse un paralelismo que va más allá de sus papeles y producciones cinematográficas dotando a su vida privada de las mismas estrategias que las utilizadas en sus trabajos contribuyendo a la construcción de la nueva identidad de la mujer china que empieza a caminar con una libertad e independencia que desconocía. Será con La joya de Shanghái (1995) dirigida una vez más por Zhang Yimou donde la perturbación del orden patriarcal dota a Gong Li de una sexualidad rayana en el anarquismo. Los personajes masculinos desean destruirla dada la falta de sosiego que les produce cuando está en su presencia. El color rojo que tantas veces ha iluminado las secuencias en las películas chinas, en La joya de Shanghái más que nunca ocupa un lugar acaparador del vestuario, los labios y el tocado de la cabeza de Gong Li.

Para seguir disfrutando de las formas tan particulares y propias del cine de Gong Li os recomiendo este libro, un análisis pormenorizado y concluyente de todo el aporte que la actriz ha hecho a la cinematografía mundial.

 

 

 

 

Charo García Diego (Salamanca 1961, España) es Pedagoga, Socióloga y Psicóloga Social. Organizadora, coordinadora y difusora en los medios de comunicación de actividades culturales desde 1990 en España. Ya en sus inicios universitarios, estudia, investiga y escribe crítica de cine. Sus intereses giran en torno a la difusión de culturas transversales, multipluridisciplinares y versátiles que aporten enriquecimiento formativo a las nuevas generaciones.

En la actualidad, coordina el libro “Cine Centroamericano y Caribeño Siglo XXI” editorial extravertida que verá la luz en septiembre 2021 junto a una Muestra de Cine Centroamericano y Caribeño Siglo XXI, que recorrerá varias ciudades españolas y foráneas.

Colaboradora habitual en la revista digital LADOBERLIN y Materialextra.com

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