«Inundada: sumergir el ser en la poesía de Valentina Cadavid Gaviria» Reseña de David Majano

Las aguas del lenguaje
En la poesía de Valentina Cadavid Gaviria, el agua no es solo una metáfora: es el medio donde habita la vida, el vehículo de las emociones y el espejo de la impermanencia. Inundada se presenta como una obra que invita al lector a sumergirse en la turbulencia de lo humano, en el choque entre lo que intentamos construir y lo que inevitablemente se desmorona.
Desde el primer poema, “Insolente,” Cadavid insinúa una relación íntima con la incertidumbre: “Enfréntense a las aguas que nunca han descendido y crean que van a morir. No mueran. No desistan.” Esta invitación a confrontar el abismo establece el tono del libro, en el que la inundación —como fuerza destructiva y regeneradora— se convierte en el eje de una reflexión sobre la vida, el cuerpo y el lenguaje.
Las raíces del abismo
En su postura filosófica, niega la existencia de un significado intrínseco en la vida. En Inundada, este vacío se explora a través de la experiencia personal y colectiva. En “Destino destinado,” la historia de Carlos, un niño atrapado en la violencia estructural de Colombia, encarna la tragedia de un destino predeterminado.
Cadavid escribe:
El lugar donde nació tiene nombre de pez feo
de pez deshuesado de oro,
de pez que nada en el aprieto
en el ahogo, en el alzamiento, en el polvo de nariz.
El uso de imágenes opresivas —“pez deshuesado” y “polvo de nariz”— sugiere que la vida de Carlos está atada a un sistema que lo devora. Este poema ilustra una realidad política, donde las estructuras sociales parecen perpetuar el sufrimiento sin ofrecer escape.
Sin embargo, la poesía misma desafía estas estructuras al crear un espacio para el testimonio. Aunque la vida de Carlos está marcada por la desesperanza, Cadavid recupera su humanidad al transformarlo en un símbolo de resistencia, aunque sea efímera:
A pesar de todo, durante efímeras estaciones
creyó que la guerra eran pequeños deslices del destino.
Este acto de recordar y escribir sobre la vida de Carlos convierte el sinsentido en un grito de existencia, un
recordatorio de que incluso en la oscuridad más profunda hay algo que vale la pena preservar.
El agua como símbolo de impermanencia
El agua, en Inundada, es una presencia constante que refleja la naturaleza cambiante de la existencia. En el poema “Inundada,” el yo lírico se describe como una “artesana de aguas revoltosas,” una figura atrapada entre la quietud del mástil y la inestabilidad de las olas:
Soy la mujer remada
la que arrastra muñecas, zapatos, úteros
la mujer mástil
la médula al pulso del viento.
Estas imágenes revelan una identidad en constante transformación, una mujer que carga con las corrientes de su historia personal y colectiva. El agua aquí simboliza tanto la resistencia como la vulnerabilidad: una fuerza que puede sostener y destruir al mismo tiempo.
En “Escritura hallada,” el agua se convierte en el espacio donde nacen las palabras:
Yo no lluevo, yo represo, soy charco
lago, bañera, pantano, poceta
ciénaga, lodazal, marjal, piscina
células todas de escritura esquiva.
La conexión entre el agua y la escritura sugiere que el acto de crear es un proceso fluido, lleno de interrupciones y descubrimientos. Cadavid no busca domesticar las palabras, sino permitirles que fluyan, reconociendo su carácter efímero y su capacidad para reflejar la realidad cambiante del ser.
Feminidad, violencia y la política de los cuerpos
Un tema recurrente en Inundada es la relación entre el cuerpo femenino y las estructuras de poder. En “Insurgentes,” Cadavid aborda las experiencias de mujeres que participaron en la guerra, describiéndolas como “gallinas de la guerra,” una metáfora que mezcla vulnerabilidad y fuerza:
Solo queda que nos llamen sangre
las que olían a rojo sangre
a rojo homicida, a rojo hambre.
El uso reiterado del color rojo encapsula la complejidad de estas mujeres: su conexión con la vida (menstruación, fertilidad) y su exposición a la muerte (guerra, violencia). Aunque el poema reconoce las contradicciones de su participación en el conflicto, también celebra su valentía y resistencia:
Aun así, somos gallinas que llevaron paz a la selva
gallinas que resistimos.
Este enfoque subraya cómo la feminidad, lejos de ser pasiva, es una fuerza activa que desafía y transforma los contextos más hostiles.
En “Despojo,” Cadavid amplía esta exploración al describir a las mujeres de un pueblo devastado por la guerra. Sus cuerpos y acciones se convierten en una metáfora de la supervivencia:
Ellas miran, sus ventanas palpitan
saben que es el momento de la pavura
amamantan su sed
amamantan sus caries
amamantan sus huérfanos.
El verbo “amamantar” aquí trasciende su significado literal para abarcar una forma de resistencia frente a la destrucción. Estas mujeres no solo cuidan, sino que preservan la vida en un entorno donde todo conspira para borrarla.
La escritura como acto de sobrevivencia
Para Cadavid, la escritura no es un medio de trascendencia, sino una forma de habitar el presente y resistir el olvido. En “La aprendiz,” describe el proceso creativo como un enfrentamiento físico y emocional:Golpea el teclado de forma cardíaca.
Iracunda lo sacude. No pasa nada.
Araña las teclas, le mete colmillos.
Este acto de escribir, lleno de frustración y lucha, refleja la relación de la poeta con el lenguaje: una danza entre el control y la entrega. Finalmente, la escritura emerge como un testimonio de sobrevivencia:
Chorrean palabras, frases, balbuceos.
Él dice: ¡Hola Perversa!
El texto está terminado.
En este contexto, el poema no es un producto acabado, sino una huella de la lucha por encontrar significado en medio del caos.
Una estética de la desintegración
Formalmente, Inundada adopta una estética fragmentada que refleja el contenido de los poemas. Las imágenes superpuestas y los ritmos irregulares crean una sensación de movimiento constante, como si los versos mismos estuvieran siendo arrastrados por una corriente invisible.
En “Resolver los domingos,” esta fragmentación se manifiesta en la forma en que el yo lírico lucha contra los recuerdos y los objetos que los evocan:
Los objetos acuchillan
[…]
Dos tapabocas como retrato en blanco y negro
[…]
lo terrible es seguir rogando porque no desaparezca.
Aquí, el uso de imágenes dispersas y contradictorias refleja la complejidad del duelo y la resistencia al olvido.
El tono oscuro como posibilidad
A pesar de su tono oscuro, Inundada no se rinde a lo pasivo. Aunque reconoce el vacío inherente de la existencia, también lo utiliza como un espacio de posibilidad. La inundación que destruye es la misma que limpia, abriendo caminos para nuevas corrientes de significado.
En última instancia, Inundada invita al lector a habitar el flujo de la vida con todos sus dolores y belleza.
Como afirma el poema “Arrojarse”:
Me obligaré a nadar con el dolor de los brazos,
[…]
Nadaré para meditar, para sobrevivir, para vivir.
Así, la obra de Cadavid no solo refleja el vacío, sino que lo transforma en un canto a la resistencia y a la creación, demostrando que incluso en las aguas más profundas hay espacio para respirar.
Reseña de David Majano: poeta y filósofo guatemalteco radicado hace muchos años en Roma, Italia.
