Una pandilla de Okupas en la casa del viejo Bukowski
Por Matías Escalera Cordero
Ivo Maldonado y su gente son, hablando claro, una pandilla de okupas, se han colado de matute en la casa de Bukowski; pero, bien mirado, es verdad, lo han hecho con tacto y educación, pues son okupas considerados y atentos, y, sobre todo, respetan la poesía y a los poetas.
Bukowski, por eso, no dice nada, solo mira a esa cuadrilla y bebe; no se siente amenazado. Al cabo de los días, se ha percatado de la hermosa labor que, desde su casa, están haciendo estos okupas del corazón y, no solo no se siente incómodo con ellos pululando por las estancias y los pasillos del viejo caserón, sino que se siente halagado y reconfortado con su presencia.
Han sido muchos los que, antes, han tratado de aprovecharse de él, es cierto; muchos los que han intentado tomar al asalto los muros de su casa, pero al ver por el salón o por la cocina, mientras se toma una copa, a esta pandilla tan simpática, sensitiva y respetuosa de las palabras y de las emociones, se siente bien.
No sabe explicarlo, hablan en español y, aunque le cuesta comprender, eso también le gusta, su acento y la cadencia de sus frases le acunan y le calman; aunque, por primera vez, él no consigue atrapar las palabras con las que le gustaría expresar lo que pasa por su mente y sus tripas, solo sabe que se siente acompañado y tranquilo. Y calma y compañía es lo que ha estado buscando toda su vida.
Sí, se dice; me gusta cómo suena en español eso de “Casa Bukowski”.