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AÑO 4 - 2023

Daniel Averanga: Trato de escribir pensando que nada es original

Por Gabriel Salinas

 

Reseña biográfica:

Daniel Averanga Montiel nació en la provincia de Cercado, Oruro, 1982 y morirá en Trinidad, 2062. Ha obtenido siete menciones de honor: 2010, 2012, 2013, 2014 en el Premio Nacional de Literatura Franz Tamayo, género cuento; 2011, en el Certamen de microcuento Somos Bolivia; 2016, en el Concurso Plurinacional de Cuento Adela Zamudio y recientemente en el Premio Interamericano de Cuento Julio Cortázar de Cuba (2019); dos veces Premio de Novela Marcelo Quiroga Santa Cruz por La puerta (2015) y La cábala coral (2019), co-ganador del Premio Municipal de Historieta-Cómics por Ser digno (2018). Publicó dos novelas con la editorial Kipus: La puerta (2016) y Emma y los cuadernos de investigación (2018) y una por Tata Danzanti Editorial: La cábala coral (2021); también Sepulcros abiertos (2018), cuentos, con Subjetiva Editorial.

 

 

Ávido lector y escritor consumado, Daniel Averanga forma parte de una generación de escritores bolivianos afincados en las ciudades de La Paz y El Alto, autores talentosos cuya emergencia procede de la segunda década del nuevo milenio, es decir, al contexto histórico del ascenso vertiginoso y la debacle de un proceso político que trajo respectivamente ilusión y desencanto en importantes sectores sociales del país, un fenómeno complejo al que por supuesto no pretendemos atribuir uno u otro tipo de influencia en la obra de los autores pertenecientes a la generación referida, esa es una cuestión para la crítica literaria, pero tampoco podemos eludir la premisa autoevidente de la teoría del arte, de que la obra se construye desde un espacio y un tiempo concretos, desde unas condiciones reales de existencia, un horizonte de expectativas o ciertas estructuras del sentir, en fin, cuestiones entrelazadas que cabe aclarar no se encuentran limitadas por la realidad inmediata de lo local, y este es uno de los puntos centrales que Averanga desarrolla en sus intervenciones, a lo largo de esta entrevista.

 

Actualmente conviven una gran cantidad de voces narrativas en la literatura boliviana, en ese espectro de estéticas en los que encontramos continuidades y rupturas, y dentro de estas tendencias, ¿a cuáles crees que te sientes más atraído al desarrollar tu propio discurso creativo en tu obra?

Más que discurso creativo, le llamo estilo narrativo, porque el estilo es una cosa que uno va construyendo con el tiempo y para ello necesita recurrir a muchas influencias; me gusta mucho la obra de Wilmer Urrelo, Giovanna Rivero, Máximo Pacheco y Rodrigo Urquiola, escritores que están por encima de apreciaciones estéticas pero que poseen una propia poética trabajada gracias a que leen mucho a los maestros. De los de afuera, me atrae mucho la narrativa de Alejandra Costamagna, Luciano Lamberti y Samanta Schweblin. Trato de escribir pensando que nada es original, que solo replico mis historias emulando los estilos de los nombrados y sé que me falta aún mucho.

 

Tu premisa ‘nada es original’ parece un norte bastante fértil para emprender la construcción del estilo que refieres, ¿esta idea es algo de lo que tomas conciencia en el desarrollo de tu carrera, o es una constatación que cimienta tu propuesta literaria?

Es resultado de la siguiente idea: aprendo mientras trabajo, cometo errores y dejo de cometerlos para seguir escribiendo, mi idea de que nada es original salió cuando leí cuentos de grandes autores que, si bien son originales, siguen premisas parecidas y mucho más en mi caso, en mis proyectos.

 

Entonces podríamos reconocer a la angustia existencial como una de esas premisas constantes, ¿de qué forma abordas la misma en tu obra?

Nada tiene sentido en la vida, y no estoy haciéndome el señorito o el doncito sabio en esto, todos lo saben pero lo ocultan tras una máscara social de dignidad y de corrección política; nada vale en esta vida, ni tú, ni yo, ni esta radio tan linda como es la Radio Bukowski: son ilusiones para sentirnos marcados por un destino que no existe; por eso mismo escribimos los que ganamos dinero de esto, para entender a los miles de millones de personas que están sometidas a estímulos e ilusiones para vivir. Gracias a la literatura, directa o indirectamente, la gente en una gran mayoría no se mató en la cuarentena: la literatura les distrajo de sus mierdas mentales, de sus compulsiones y perversiones (que las tenemos todos), miraron series que estaban escritas por guionistas obsesionados con Carver o Lovecraft, leyeron libros o vieron películas basadas en novelas de personas muertas o vivas aún; la idea es esta: todo es un sinsentido, un absurdo, pero no por ello no vamos a actuar, yo no voy a actuar, de testigo que trate de plasmar y replicar lo que veo día a día en mi escritura, esto para tratar de comprender esa mierda llamada existencia y que la humanidad, si se da la oportunidad, se vea en el reflejo de mi escritura y trate de reconocerse. Yo valoro mucho a los artistas, son oro puro que no se han hecho ingenieritos de mierda por subir el escaño social y engordar en el camino; yo valoro a los artistas porque son menos pretenciosos en este absurdo llamado vida; pero ojo, valoro mil veces más (y por sobre los artistas) al campesino, al panadero y al granjero: cambiaría a 100 escritores por alguien que sepa sembrar y cosechar papa y a 50 escritores por un médico. Así es la vida. Eso trato de abordar en mi obra.

 

Ese absurdo al que te refieres, por llamarlo de algún modo, ¿te permite tocar fibras sensibles en tus lectores?, sin embargo también trabajas con sensaciones vitalistas que dan complejidad a la forma en cómo reflejas el mundo en sus variables extensiones, ¿crees que esa es una seña de tu voz literaria, y si es así, crees que es importante desarrollar contrapesos de este tipo en un sentido técnico?

No sé si toco fibras de ningún tipo en mis lectores, con tal que comprendan lo que deseo comunicar, me parece que he cumplido con mi cometido. Ahora bien, al respecto de trabajar con sensaciones vitalistas, desarrollar contrapesos y demás, no creo que sea tan complejo escribir para contar algo, esas teorías son muy complejas y bordean el sentido de lo que quiero transmitir. Yo creo que un escritor que sea serio en su labor no está perdiendo tiempo reflexionando en estas relaciones y asociaciones de lógica: para desarrollar contrapesos y todo lo demás que dices, me parece pertinente que el escritor lea más de lo que escribe, que aprenda a ver, sentir y escuchar la realidad y no solamente basarse en nomenclaturas teóricas. Ni que me creyera Ignacio Vera (ese fracasado político y de las letras) para responder como quieres que responda, o trate de que mi prosa parezca seria y de investigador, como trata de hacerlo Sisinia Anze en el libro «Deslumbramiento», cuando lo que hace es demostrar nomás que no tuvo una formación académica decente para estar usando tan mal el formato APA. Hablo de estas personas, que no son escritores ni lo serán nunca, no por joderles la existencia, sino porque de seguro si tú les preguntas lo mismo que a mí me has preguntado ahora, responderán con retórica ridícula.

 

Tocas un tema interesante, la distancia entre retórica y praxis, ¿piensas que son formas diferenciadas de orientar el trabajo literario que pueden llevar a resultados ‘inauténticos’, o fallidos?

Pienso que alguien que conoces no tomó ácido fólico cuando estaba embarazada… pero bueno, vayamos por puntos: uno puede desarrollar un sentido retórico interesante, pero si ese sentido no cuenta nada, pues nada es, nada, nada, mucho menos que la palabra nada: para Fernando Molina, Claudio Ferrufino es solo retórica; pero ¿qué haríamos sin la retórica en narraciones en primera persona? Yo admiro a Ferrufino y no estoy de acuerdo con lo que afirmaba Molina, lo que demuestra que él no leyó bien a Ferrufino pero sí alucina con ex jóvenes promesas como el Maximiliano Barrientos o el Rodrigo Hasbún, que son interesantes narradores pero que también son tan retóricos como Ferrufino; la retórica no es mala si va acompañada por el sentido práctico o pragmático (o lo que llamas praxis, si estamos en el rollo dialéctico); ambas deben cumplir un requisito, el equilibrio… me pregunto si quien nos está leyendo ahorita debe estar cabeceando de sueño, vayamos a sitios más concretos, che.

 

De acuerdo. La urbe ha sido un elemento de mucho peso en la literatura boliviana, especialmente desde las últimas décadas del siglo XX, planteando distintos tipos de representaciones sobre lo urbano en la realidad boliviana, ¿estos referentes tienen eco en tu escritura?, y de ser así, ¿cómo se plasman a grandes rasgos?

Me identifico con la descripción de lo sucio en lo urbano, partiendo por René Bascopé, Jaime Nisttahuz y Adolfo Cárdenas, pero también tomando ese análisis-descripción crítica que hizo Hilda Mundi sobre la sociedad decadente y dependiente de las apariencias, la sociedad de su tiempo. Me identifico con esos pilares que escribieron estos autores. También me gusta cómo describe la ciudad Liliana Colanzi en uno de los cuentos de su libro Vacaciones permanentes; me hace recuerdo mucho Amarcord, de Fellini, o La bicicleta de los Huanca, de Calasich.

 

Respecto a tu última novela ‘La cábala coral’, con la que ganaste por segunda vez el premio en el certamen de novela Marcelo Quiroga Santa Cruz, te refieres en una entrevista a que se gestó bajo una intuición tuya sobre la forma como actúan las relaciones sociales impersonales en la vida de los individuos, ¿esta podría considerarse una forma de replantear el escenario urbano en términos de la álgida globalización que experimenta nuestra generación?

En realidad no tanto. La urbe come, como decía Konrad Lorenz, a la humanidad sometida, y la humanidad sometida no ve amenaza alguna en un entorno lleno de privilegios y comodidades. En mi novela planteo lo de siempre: estamos condenados al sinsentido y a veces hasta agradecemos cuando alguien como la pareja o una institución nos domestica; la población está dormida, yo quería despertarla a plan de sopapos con esta comedia titulada «La cábala coral»; ¿es una comedia si hay asesinatos, o si María Galindo se ve como una víctima sexual del poder de un gobierno corrupto? ¿Es una comedia si hay niños muertos, esposas de mentira, pasarelas peatonales para escapar de la realidad, aliados feministas acusados de violadores y asesinos y un más viejo y patético Carlos Mesa sufriendo de Alzheimer? Yo creo que sí, es una comedia, y con esa comedia quiero despertar a los que me leen. Sé que no lo lograré, porque la literatura es también un sinsentido y es más útil un jabón que un libro en esta realidad, pero mi intento es válido, aunque quiera que las clases sociales se extingan y que todo comience por la anarquía, matando a los ricos corruptos y empalando de culo a boca a los diputados y senadores de todos los gobiernos, con música de Residente y de Iberia de fondo.

 

Siguiendo tus palabras, y para concluir, vemos que el peso de lo urbano es una expresión más del sistema que pones evidencia a partir del ‘sin sentido’, pero no queda claro si te propones superarlo o reafirmarlo, y en el último caso, cómo diferenciar un ‘sin sentido’ de otro…

¿Para qué superar algo más grande que yo? Reafirmarlo suena bien, diagnosticar el sinsentido es un oxímoron, pero se hace lo que se puede. Quizá solo quiero joder con mi escritura y ya, hasta en ello hay obsesión y esfuerzo. No tanto devaneo.

 

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Gabriel Salinas es periodista cultural, ensayista y poeta chuquisaqueño autodidacta. Ha trabajado como columnista del área durante varios años y publicado varios ensayos sobre letras, música y artes visuales bolivianas, desempeñándose también como curador de diversas muestras artísticas e histórico sociales. Con experiencia como facilitador de diversos talleres sobre estética, crítica y escritura de ensayo, Salinas ha desarrollado diversas aproximaciones literarias a la producción artística boliviana y actualmente encamina un proyecto pedagógico para construir una plataforma/blog de crítica cultural local, llamada: Ox-xí-mo-or-on, (https://oxxxi.wordpress.com/) que se articula con el objetivo de ahondar el sentido “político de la mirada”, y trastocar el rol pasivo del espectador frente al fenómeno cultural. Dentro de sus publicaciones, se destacan los ensayos sobre estética y música realizados para la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, así como para el Centro Simón I. Patiño, la Universidad de San Simón, o la Editorial 3600, en su volumen dedicado a las Jornadas de Literatura Boliviana, desarrolladas en la Feria Internacional del Libro de La Paz 2016, y finalmente su opera prima “La poesía es una morada absurda”, también en 3600, poemario escrito en parte, en el proceso del autor al enfrentar su internación en un sanatorio mental, por exceso de lucidez, y de la que salió bien librado, publicando muchos escritos más en lo posterior…

 

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