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AÑO 4 - 2023

Cristopher Solano – La casa de los primos

 

 

Las visitas a la casa de mis primos, que hasta entonces eran solo 2, pasaban por ir a jugar con ellos. Lo social, la parte de las fiestas y las celebraciones, aunque igual eran motivo para visitarlos y jugar hasta el cansancio, estaba siempre reservada a los adultos; sentados riéndose y tomando café en vasos de poliestireno, limpiando narices chorreantes y pegotes de dulce de las caras de sus hijos, levantándose a cambiar pañales y escondiéndolos o cargándolos hasta encontrar un basurero. Hoy es el bautizo del cuarto hijo de mi tía, que ha tenido solo varones con muy poco tiempo entre ellos, un nuevo primo que se suma a la ya gran familia porque la cifra de hijos de mis 8 tíos y tías promedia los 3.

Los niños de las fiestas corren, brincan y juegan como si nunca lo hubieran hecho, se ensucian muchísimo y de la nada, se pelean solo para volver a jugar eufóricamente minutos después. Hacen la casa pequeña porque están en todo lado. A veces escaparse del tedio de la vida adulta supone corretear un rato tras ellos. Tragado el primer vaso de café, me levanto al baño. Hay dos personas delante haciendo fila. Mientras espero, en uno de los cuartos a medio cerrar, veo a Martín, de 4 años, sentado en el suelo, deslizando el brazo hacia atrás y adelante.

El juego de Martín en la media luz del cuarto me entretiene más que la espera. Empujo la puerta lentamente, procurando el menor ruido, hasta que se me revela completo con un carrito de juguete. Me agacho con la misma lentitud furtiva y le extiendo los brazos para ver si se deja cargar, porque creo que el mayor signo de confianza de los niños es ese y que te hablen desde el balbuceo incipiente parecido a las palabras. Entiende otra cosa y extiende su brazo blando y regordete para darme el carrito, que se encoge en la sombra al pasar de su mano a la mía.

Esa Chevrolet Suburban 2007 a escala es 20 años mayor que él. Un regalo de mi papá cuando cumplí seis. Todavía tiene algunas escamas de pintura negra de la carrocería y plateada en los aros. Le falta un limpiaparabrisas y el plástico negro de la ventana trasera está roto. Un día en que Pablo, primo cercano a mi edad, había ido a casa, la perdí. Había sido él, lo acusé pero lo negó siempre y cuando le dije “ladrón”, que a ellas les pareció atroz y escandaloso, solo recibí un golpe en la boca con el revés de la mano. Ambas terminaron enojándose y pasé mucho sin visitarlos, pero cada vez que estaba allí, seguía a Pablo a todos lados, increpándolo, esperando a que se delatara.

Martín me daba la razón con aquel auto de juguete hecho en Malasia que ahora estaba en mi mano, que podía recuperar metiéndolo en el bolsillo de mi chaqueta. Solo nosotros lo sabríamos. Él sería el único testigo en aquel cuarto casi oscuro donde no había nadie más. Lo olvidaría pronto porque aquello no era nada para él, pero para mí… El niño se hartó de verme en cuclillas y sin hacer nada más que ver el juguete que lo entretenía antes, me extiende la mano con la pequeñísima y pálida palma llena venitas purpúreas, esperando. Abre y cierra los dedos repetida y rápidamente. Yo lo pongo con las cuatro ruedas sobre el suelo, lo subo desde su pie hasta su pecho imitando el sonido de un motor exigiéndose de más. Lo detengo es sus costillas para hacerle cosquillas en sus huesillos blandos de bebé.

Entre las risas a la fuerza lo toma y vuelve a su juego como si yo no estuviera más. La puerta se abre de repente y Pablo se asoma con sus 23 años, altísimo y barbado, para ver qué hace su hermanito y sé por el gesto de su cara, en medio de la claridad tenue, que ha distinguido la Chevrolet Suburban del 2007, que ve la marca de aquel golpe en la boca que me dieron por mentiroso, mientras él apretaba con el puño cerrado el carrito, sé que en ese momento distingue mi revancha.

 

 

Cristopher Solano (7 de junio, 1995, Cartago, Costa Rica). Cursa la licenciatura en Enseñanza del Castellano y la Literatura en la Universidad de Costa Rica. Obtuvo una mención de honor en II concurso Nuevos talentos en Homenaje a Osvaldo Sauma (2016), ganador de la categoría de poesía del II Certamen de la Asociación de estudiantes de Filología (2018), antologado en Y2K (2018), Antología Nueva Poesía Costarricense (2020) y publica su primer relato en el fanzine debut de Otro Taller Literario. Obsesionado con las armas blancas (@_cruz_de_navajas_ en Instagram), sobre todo las navajas sevillanas, y con las canciones de juventud de tus papás (Camilo Sesto, Leo Dan, Juan Bau, Jeanette, Diego Verdaguer, Nino Bravo, Menudo, entre otros).

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