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AÑO 4 - 2023

Eder Elber Fabián Pérez – LA CONJURA

Tuvieron que pasar varios años para que el enigma se aclarara, es cierto que  se tenían algunas hipótesis; no obstante fue el descubrimiento del cuchillo lo que dio por terminado el asunto. Todo inicia con la caída del Tercer Reich y la huida de miles de nazis para no ser capturados por las autoridades. Los llamados “Ratlines” o últimas vías de escape sirvieron para que altos mandos del partido nazi pudieran rehacer sus vidas (por fuentes confiables se conoce  que la mayoría acabó por alojarse en Sudamérica, en especial en Argentina). A pesar de que algunos fueron aprehendidos otros,  los más,  lograron ocultar su identidad gozando de una vida llena de privilegios los cuales no merecían. Su suerte vendría a terminarse en años posteriores gracias a uno de los llamados “cazanazis”, quien había de tomar justicia por cuenta propia, o por lo menos eso es lo que parecía.

Según contó Simon Wiesenthal, aquellas acciones heroicas atribuidas a un solo hombre fueron erróneas. Gracias a la intervención del gobierno británico, uno de sus hombres pudo infiltrarse en ODESSA obteniendo los nombres y domicilios de los  perseguidos. Aunque la anécdota suena ilusoria, resultó verdadera aunque no por completo ¿Por qué? Wiesenthal señaló que la agencia secreta había ofrecido el perdón a uno de los agentes nazis a cambio de dar con sus compañeros y llevarlos ante la ley. Pero el trato con el gobierno británico, según se supo años después, había sido otro. En 1924 cuando el ascenso del partido nazi suponía una pequeña, pero considerable amenaza,  resultó capital la ayuda e infiltración de un agente que había seguido con detenimiento los pasos del partido. Es aquí donde aparece el nombre de  Franz Schiller, apodado el buitre de Gunzburgo, como un doble agente que contaba con las capacidades suficientes para cumplir con el trabajo.

Schiller se ganó la amistad del general  Ernst Röhm quien terminó por colocarlo al mando de las fuerzas de SA. En 1928 Franz se llevó la victoria frente al Rotfront y con ello  la confianza de varias personalidades importantes del partido. Mientras esto ocurría, Schiller enviaba telegramas bajo el pseudónimo Hanz Von Wessel a los ingleses, informando la situación que se vivía en Alemania. Se sabe que fueron detenidos y procesados bajo traición a la patria, cinco hombres y tres mujeres con el apellido Von Wessel. Para evitar más muertes injustificadas Franz debió usar distintos nombres y escribir desde diferentes sitios.

Toda la información que les hacía llegar resultó benéfica para los Aliados, quienes pudieron llegar hasta el centro del conflicto en 1934. No obstante Schiller había tenido que vivir un infierno, primero estando a cargo de un grupo de agentes de la SS, luego siendo agente del gobierno al cual debía obedecer sin reprocharle nada. Cuando los Aliados ganaron la guerra, los británicos pidieron el envío del comandante Franz Schiller para ser procesado por sus crímenes de lesa humanidad. Esto no pudo llevarse a cabo, ya que según fuentes oficiales, Schiller había sido herido de gravedad en uno de sus costados, desangrándose y perdiendo la vida en Baviera. Sin embargo, los británicos tenían conocimiento que  Franz estaba con vida, pues semanas después de esta noticia recibieron un telegrama con la frase “Sie laufen wie Ratten”.[1]

Ante esta declaración un grupo selecto tomó la decisión  de perseguir a los fugitivos, tal como reveló Simon Wiesenthal, pero no con el deseo de arrestarlos el objetivo era otro: asesinarlos. De nueva cuenta se puso al mando de la misión a Schiller,  para ello se le envió un mensaje por medio de un agente inglés, el cual pedía que Schiller viajara a Sudamérica con el nombre de  Ruud Van Vommel, ahora bajo  la nacionalidad holandesa para que nadie pudiera reconocerlo.  Si es que aceptaba, el agente lo esperaría cerca del muelle donde le brindaría los documentos de su nueva identidad, una cantidad no exagerada de  billetes y un arma con la cual terminaría con la vida de aquellos hombres. Al final Schiller apareció más delgado, con la barba crecida y con el cabello pintado de negro, fue así como Franz inició la cacería de Nazis. Dentro de los documentos  que se le habían facilitado, había una lista de nombres[2] y direcciones, con ellos Franz podría ir descubriendo más culpables.

El primer punto en su viaje fue Brasil donde logró hacerse amigo de un tabernero, este le había dicho que frecuentaba el lugar un químico de nombre Hugo Bossi. Franz supuso que el hombre era Max Von Hoffman. Era cierto, el químico tardó en llegar al sitio pero ya dentro no dejó de beber hasta la media noche. Schiller pidió que le sirvieran una ronda para él y su “nuevo amigo” Hoffman no confiaba en los extraños; sin embargo, no pudo resistirse a la bebida y de a poco fue confesando cosas que le servirían a Franz en el futuro.  Al final ambos hombres se separaron y Hoffman siguió su camino sin saber que Schiller lo estaba acechando. Lo último que se supo del químico es que había sido encontrado muerto dentro de la bañera de su hogar, el gobierno de aquel país no quiso seguir con las investigaciones.

De esta forma Schiller logró dar con otros culpables, su travesía lo hizo recorrer gran parte del continente Americano desde Paraguay hasta Chile, pasando por Venezuela y Perú, dejando como último punto a la nación Argentina. Hasta aquí podría decirse que todo iba bien, a pesar de que en las noticias se aludían a los asesinatos  no hubo mayor problema e interés por parte de los gobiernos. El problema surgió cuando sin decir mayor cosa Schiller dejó de hacer el trabajo, después de haber asesinado a casi 500 hombres y mujeres (números por demás nimios si los comparamos al número de nazis refugiados en el continente) Franz se detuvo; pidiendo que lo dejan tranquilo. Ante esta respuesta la agencia  no tuvo otra opción que acatar su decisión ¿Cómo negarse si lo habían ocupado durante años para hacer el trabajo sucio? A pesar de esto, el ministerio británico le ofreció una oferta considerablemente buena, donde Franz luego de acabar con algunos hombres más podría vivir de forma estable  en alguna región de Inglaterra o Irlanda; no obstante Schiller terminó por rechazarla.

Así pasaron los meses sin que nada se supiera de él, hasta que a finales de año sus compañeros y la agencia supieron del asesinato del que fuera su más leal hombre. Llegó a conocerse  que una mujer cubierta con un velo negro y gafas oscuras, acompañada de dos hombres habían entrado al hotel donde Franz se había hospedado, con el propósito de llevarse a uno de los sujetos con los que se encontraba Schiller. Al parecer dicha operación tuvo éxito, tanto en el asesinato del uno como en la captura del otro. Hasta aquí todo parecía un acto de venganza, el cual quedaría impune al tratarse de un conflicto que ya no le correspondía al gobierno británico resolver. Las pruebas que se tenían fueron desechadas y a los culpables nunca se les pudo detener. Sin embargo; todo cambiaría con el arresto de una mujer quien confesaría haber participado en el asesinato del cazanazis.

En el interrogatorio la acusada reveló que aunque ella no lo había matado, si tuvo que ver  en el secuestro del otro hombre. Luego de varias horas la mujer, cuyo nombre se supo después era Margot Kalash, confesó que  el asesinato de Franz y la captura del hombre se debían a motivos que traspasaban lo personal, señalando como culpables a los agentes que habían colaborado con Schiller. También infirió que el gobierno británico había amenazado a Franz, gracias a que ellos  conocían cosas de gran relevancia sobre su vida privada. Días después de la confesión, Margot fue encontrada muerta en su celda, al parecer se había ahorcado con las sabanas de su cama. De nueva cuenta todo quedaba en vilo ¿Quién podría tener la razón? ¿Quién decía la verdad? ¿Cuáles fueron los motivos por los cuales los agentes, según la versión de la mujer, traicionaron a Schiller?

Todo llegó a descubrirse gracias a un informante norteamericano, quien confesó que su nación le había encomendado seguir  a Franz, a sus compañeros y al gobierno británico acabada la guerra. El sujeto dijo que días antes que Franz decidiera desistir de la misión, una mujer rubia de nombre Hanna Zellers pidió conversar con el matanazis. Franz tomando sus  medidas de precaución la dejó entrar a su casa. Ella declaró  que el gobierno británico le había tendido una trampa, ya que uno de los hombres a asesinar era su hermano Karl Schiller, quien habría de cambiar su nombre por el de Gerald Klein. Ante esta noticia, Franz más que mostrarse sorprendido, terminó por molestarse, él sabía que su hermano había fallecido muchos años atrás en un atentado en contra de los miembros del partido de oposición al régimen nazi. Ante esto Hanna sacó de sus bolsillos varias fotografías de Karl, consternado,  y sin tener todavía la confianza suficiente para creer en la versión de la mujer, Franz supuso que se trataba de una trampa bien planificada. La mujer contó que se había enterado por medio de uno de los refugiados nazis, que un hombre con facciones muy similares a Karl había preguntado por el susodicho.

Para saber quién era el hombre interesado,  Hanna se mantuvo  cerca del informante y al verle  aparecer  no pudo dejar de asombrarse por  el parecido que guardaba con Karl. Toda esta historia intrigó a Franz, quien aceptó que ambos hombres se encontraran  en un café en el centro de Córdoba. Del encuentro no se sabe mucho, solo que conversaron por horas hasta entrada la noche,  despidiéndose  con un abrazo  Franz terminó por agradecerle a la mujer. Luego de esto sobrevino la renuncia del agente.

Se conoció que el gobierno británico, como el norteamericano tuvieron conocimiento del encuentro, y que el primero dejó en libertad a Schiller para pagarle la gran deuda que le debía; sin embargo,  el segundo sabía que había algo más denso en todo el asunto. Durante semanas los hermanos se encontraron varias veces, todo parecía ir  bien hasta que en una de sus sesiones Franz encaró a Karl.  Al parecer el mayor de los Schiller tenía sus dudas sobre un asunto ¿Cuál? Sencillo, porqué su nombre aparecía entre la lista de criminales nazis. Karl, argumento aquello que Hanna había referido que todo se trataba de una conspiración en su contra. El argumento parecía frágil ante los oídos de Franz, para meditar las cosas el agente se alejó de su hermano durante varios días hasta que de nueva cuenta apareció la señorita Zellers.

A pesar de no querer saber más del asunto, Franz hizo pasar a Hanna quien no venía sola, esta vez la acompaña un hombre de media estatura de nombre Samay Levy.  Fue por medio del hombre que Franz llegó a enterarse que su hermano había sido inculpado de crímenes que nunca había cometido, entre ellos el asesinato de la familia Levy. De igual forma se decía que Karl había sido miembro de la SS  y que había liquidado de manera brutal a los vecinos de Levy. El  hombre declaró que el verdugo no había sido Karl sino un tal Erich Vittiese. Después de esto Franz se reunió con su hermano esperando que lo perdonara,  fundiéndose en  un abrazo los hombres acompañados de la señorita Zellers terminaron por marcharse a Italia.

Luego de su llegada se hospedaron en el hotel Amalfi, Franz utilizó los datos brindados por la agencia para ocultar su verdadera identidad. Se conoció que la señorita Zellers salió de la habitación dejando a los hermanos solos y que mientras recorría las calles italianas  fue abordada por tres sujetos quienes la obligaron a seguirlos. Mientras esto ocurría, según cuentan algunos testigos, en el hotel se escuchaba los gritos de dos hombres quien al parecer discutían,  luego de esto algunos objetos cayeron al piso y después reinó el silencio. Cuando la gerencia del hotel subió a ver lo que pasaba, se encontraron con el cuerpo tendido de Franz en medio de la habitación.  Cabe destacar el testimonio de la gente quien  observó como un hombre era llevado por la fuerza por dos tipos y una mujer.

Los agentes que llegaron al lugar dieron cuenta de la herida que le había provocado la muerte a Franz: le habían cortado la garganta. En torno a la desaparición del otro Schiller dijeron que la investigación se llevaría a cabo. Nada se supo durante años del asunto sino hasta la captura de Margot, quien había resultado ser Hanna Zellers. Ella había planeado su propio secuestro y el de Schiller, la razón parecía obvia. Franz había asesinado algún familiar de Hanna y ella quería cobrar venganza; no obstante esto resultó falso. La verdad se descubrió cuando después de la muerte de Hanna, agentes entraron a la vivienda de Zellers donde encontraron además de varias fotografías de Franz, (ella lo había seguido desde Europa hasta Sudamérica) objetos que al parecer no tenían gran  valor significativo, salvo un cuchillo de veintiséis centímetros de largo y cinco de ancho, con el cual habían asesinado a Franz.  A todas luces resultaba imposible que ella fuera la perpetradora del asesinato.

Además de los rasgos señalados algo más llamó la atención de los agentes, en el mago del cuchillo se encontraba grabada una esvástica con los colores rojo y amarillo. Los agentes determinaron que no podría tratarse de un crimen de venganza, más bien de una misión muy bien planeada. ¿Quién podría haberse encargado de ello?  Para sorpresa de todos el responsable era Karl Schiller, quien como su hermano era un doble agente, pero en su caso trabajaba con los nazis. ¿Cómo se llegó a esta conclusión? Gracias a que en la parte inferior se encontraban las iniciales K.S, además se encontró la  correspondencia entre el hombre y Hanna  donde hablaban de la misión, el atentado y su fuga. La misión de Karl era perseguir y asesinar aquellos que habían traicionado al partido, sin importar  de quien se tratara.

Fue entonces que el menor de los Schiller tomó la responsabilidad de acabar con su hermano, para él resultaba más importante sus ideales  que su familia, en alguna carta se refieren a él como la espada de Hitler. Se supo que  Hanna era la pareja de Karl y gracias a esta pudo conseguir tanto la información que necesitaba,  como al judío que dio falso testimonio sobre Karl. Aunque no resulte del todo claro cómo fue que Franz descubrió las intenciones de su hermano, ya que Hanna  reveló pocas cosas sobre el asunto, se cree que Franz descubrió el cuchillo dentro de las pertenencias de su hermano. El agente confrontó a Karl siendo este el momento  preciso, donde Karl le arrebataría el cuchillo y atacaría a su hermano. También se piensa que Franz pudo encontrar algún otro objeto que tuviera relación con su pasado nazi, el agente confrontó a su hermano (de ahí los gritos que se desprendían de la habitación) para luego ser atacado a traición con el arma. Lo único que reveló Hanna fue que Karl   se sentiría culpable solo de un asesinato, suponemos que el de su hermano. A pesar de que se investigó sobre el paradero del menor de los Schiller nunca se obtuvo un dato fehaciente sobre donde había escapado. Algunos testigos suponen  que Karl regresó a Alemania luego de cumplir con su misión; no obstante no existe prueba alguna que compruebe lo anterior. .

 

[1] Ellos huyen como ratas.

[2] Herman Lizt, Friedich Wolff, Franz Zwickau, Willy Schürholz y Max Von Hoffman.

 

Eder Elber Fabián Pérez (1992, Iztapalapa, Ciudad de México)  Licenciado en Letras Hispánicas por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana en Iztapalapa,. Ha publicado poesía en revista De-LirioTlacuache,  Buenos Aires Poetry , Revista Hispanoamericana de Literatura , Poesía entre Neón, Atunis Galaxy Poetry, Vertedero Cultural, Poesía en Órbita y Círculo de poesía. Algunos de sus poemas han sido incluidos en las antologías Tiempo Fuera y la Antología de poetas jóvenes de la UAM.  Ensayo y crítica en la revista El Comité 1973, Círculo de Poesía y en Cardenal Revista Literaria. Además de cuento en la revista Campos de Plumas, Vertedero Cultural, Revista Intervenciones, Cardenal Revista Literaria y Metáforas al aire. Minificción en Revista Literaria Monolito y traducción en la misma. Ganador en el año 2019 del concurso ¡DI CAPACIDAD! Por el cuento “Él no es una carga”

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