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AÑO 4 - 2023

La Hija del Pastor – Eduardo León Rodríguez

Hace meses Alicia no ha tenido suerte en el amor. Desde que se llenó de valor se alejó de su pareja y comenzó amarse así misma. La gente del barrio la ve con otra actitud, con otra forma para abordar la vida. Ella en corto le cuenta a su mejor amiga que en su ciudadela todos están pendientes de la vida ajena.

Hace poco conoció a Juan. A primera instancia lo vio como un tipo para pasar un buen rato, pero con el pasar de los días los detalles le iban dando otro sitial en el corazón de la joven mujer. A su edad, con 4 hijos a cuesta, piensa que nadie la va a tomar con seriedad, y que los regalos de Juan deben de tener algún trasfondo.

Hasta el sábado por la tarde, ni un solo beso se había dado esta pareja. Más allá de un apretón de manos mientras caminaban por las riberas del Estero Salado y uno que otro beso en la mejilla, no sucedía nada que exaltara el corazón de Alicia, pero ella tenía claro que una serie de circunstancias habían truncado llegar al siguiente paso.

El domingo en una salida al cine después de ver la película de estreno al embarcarse al carro, Alicia le pide a Juan que la lleve a dar un paseo, un par de vueltas por Urdesa, la urbanización del Salado. En medio del recorrido aquel hombre comienza a contar una anécdota, más bien una leyenda urbana del Centro Comercial Alban Borja, se comenta que las personas se pierden dentro de ese lugar.

Alicia se intriga, llévame a la parte posterior del centro comercial, donde justo se ubica un parque lineal, que bordea una ramificación del estero. Estaciónate ahí para que me cuentes lo que dice las malas lenguas, porque la gente se inventa cosas. Y así fue, Juan ha sido siempre tan atento y educado.

En medio de tanta palabrería, Alicia lanza un beso profundo, de esos en que las lenguas bailan un vals. La reacción del caballero fue instantánea, pues para el beso no existe tiempo, ellos se muerden los labios, ella agarra su pierna, el su mano en la cintura y todo se va prendiendo.

Juan la besa con un ojo cerrado y el otro abierto. Espera alerta que no aparezca ningún agente del orden. El lugar se presta para todo y las manos se acomodan donde no deben pero donde ambos quieren. Alicia interrumpe y le confiesa que hace tiempo nadie la besaba así. Otro beso calla a la mujer exaltada porque en la repetición está el gusto.

Juan besaba ya no solo la boca, probaba el cuello, hasta llegar a los senos. Su lengua se topó con un par de obstáculos para saborear los pezones de Alicia pero sus dedos pudieron acariciarlos. Ella se dejaba, se sentía cómoda, esa mano la recorrida toda y humedecía; hasta que llegó el patrullero.

Los agentes del orden se habían percatado de toda la escena de estos amantes. Juan no alcanzo a subirse el cierre y abrocharse el pantalón. Documentos por favor exclamó el teniente Sotomayor. Alicia había olvidado su cédula de identidad así había más de un motivo para llevarlos a la comisaría.

Juan baja del automóvil y educadamente se dirige al teniente, es verdad usted tiene toda la razón pero antes que tome una decisión déjeme comentarle algo de varón a varón. La señorita que usted ve ahí, primero que nada es una dama, es la hija del pastor de la iglesia a la que asisto. Llevo meses tras de ella, viéndonos a escondidas de sus padres y hoy estaba comenzando a fluir la relación.

Tal fue el teatro de Juan que conmovió y convenció a los oficiales y lo dejaron ir por esta ocasión. Obviamente le desearon suerte en su andanza pero que la próxima vez la lleve a un motel o a su departamento de soltero. Alicia estaba nerviosa, sentía un bochorno aunque la idea de estacionarse en aquel lugar fue de ella. No se sentía digna, mientras reflexionaba que su inmadurez o momento de calentura hicieran que parezca una adolescente.

Llévame a casa gritó. Las cosas sucede. Por algo Juan y este es un mensaje de la vida que me aleje de ti. Pero no entiendo lo que dices amor, yo quiero hasta ser tu novio, acaso no te has dado cuenta aún. No te lo he dicho antes porque no quería presionar las cosas. Además me confundes con tus actos, por ejemplo cuando quiero recogerte en tu casa me pides que te espere a dos cuadras por lo que la gente pueda decir de ti.

El silencio se apoderó de todo el camino de regreso a casa de Alicia. Déjame en el redondel, se bajo del auto y no se despidió. Luego durante toda la semana no contestaba las llamadas ni mensaje de Juan, pero ella estaba en línea. Así pasó todo el mes, no era normal aquel comportamiento.

Una noche de las tantas en qué Juan se refugiaba en el alcohol, había salido con sus amigo a la barra de la esquina. En tiempos de pandemia los horarios de atención se acortan y la patrulla del sector se percata de esta anomalía. Se bajan los oficiales hacer el control y adivinen que!!! era el teniente Sotomayor.

Juan, Juan, como olvidarte, mientras se ríe. Si sabes que la hija del pastor cómo tú le decías a esa señorita, ha sido la mujer de uno de nuestros colegas de la estación sur y ella de paso no cree en Dios.

No oficial, replica Juan, ellos están separados hace tiempo.

Gil!!! ya tienen 3 semanas de haber vuelto, están en plena luna de miel, poniéndose al día.

Mejor vete a tu casa, descansa y anda armando la siguiente historia para cuando te volvamos agarrar en roja.

 

 

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Eduardo León Rodríguez (Guayaquil, 1977)

Autor de los poemarios Censurado (2018), Manzana para mi boca (2019), ambos bajo el sello de El Ángel Editor. En 2020 publica Luz Emilia: un cuento de la infancia, con el aval de la editorial Madriguera y La cura de todos los males, sello Luna Nueva Ediciones. Sus poemas figuran, además, en la antología del XI Encuentro Internacional de Poetas en Ecuador “Paralelo Cero”. En 2018, formó parte de la Feria Internacional del Libro de Guayaquil. Crónicas de su autoría aparecen en el portal de Literatura y Periodismo “Los Cronistas”. Actualmente, escribe reseñas en revista La Verdad, y administra el portal www.lapoesiadelprojimo.blogspot.com

 

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