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AÑO 4 - 2023

RONNY MASÍS – PRECAUCIÓN POR LAS SERPIENTES

 

Jeffrey terminó de revisar las cosas del cazador y anunció con un suspiro que la maleta no estaba ahí tampoco. Michelle, que apenas había conseguido parar de llorar, le dedicó una mirada de odio antes de levantarse. De pie, en la orilla del risco, encendió un cigarro. Fui tras ella y le ofrecí mi abrigo, el viento de aquel lugar era el más frío que sentí nunca. También era el más ruidoso, tanto que ahogaba la discusión de Jeffrey y Danilo atrás.

–Ni siquiera fue él –dijo Michelle –lo matamos y ni siquiera fue él.

Era la primera vez que alguien decía en voz alta lo sucedido. Una parte de mí sintió que tres simples palabras podían sacarme de todo aquello, Danilo lo mató. Palabras que también podrían haberla salvado a ella, pero estaba claro que Michelle no pensaba igual. Lo matamos, yo estaba incluido. Iba a responderle cuando escuché a Jeffrey llamándonos. «Ustedes también son parte de esto», dijo en cuanto llegamos.

–Primero lo primero –añadió Danilo. – ¿Qué vamos a hacer?

–Confesar, por supuesto.

Jeffrey protestó. Dijo que no era posible, arruinaría su carrera, su futuro. No podía saberse lo que había pasado. Michelle le espetó que no era capaz cuidar sus propias cosas, que nunca iba a ser famoso y que ni era tan bueno como creía. Terminó diciéndole que todo había sido culpa suya. Por como la miró, pensé que estaba por golpearla.

–Ni siquiera debería ser un tema de discusión, hay que confesar.

–No fui yo quien disparó –añadió Jeffrey.

Apenas unos minutos atrás tuve ese mismo pensamiento.

–Tiene razón –apuntó Danilo. –Fui yo, ustedes pueden estar tranquilos.

–Sí, pero por defenderlo a él.

– ¡Eso! Podemos alegar defensa propia.

Fue Danilo, volví a pensar. Yo no estuve en ese momento, cuando llegué lo vi sostener con manos temblorosas el rifle, todavía humeante. Michelle lloraba de rodillas en el suelo y Jeffrey se apresuraba a apagar la fogata. Luego los tres se desplomaron sin decir una palabra. Hice lo que pude para calmar a Michelle, mientras esperaba que alguno me contara lo sucedido. Al final tuve que armar mi versión con lo poco que sabía. Fue idea de Jeffrey, fue él quien insistió en que solo el cazador pudo habernos robado el maletín. Tras unos minutos discutiendo, accedimos a ir a buscarlo. Más por no dejarlo solo que convencidos de lo que decía. Así como estaba, nos dio miedo que pudiera perderse. Cuando se dio cuenta que el maletín había desaparecido quedó fuera de sí, revolcó las tiendas y los bultos pegando gritos. Tomó los machetes que llevábamos –nos habían dicho que el único peligro en la zona eran las serpientes– y nos los lanzó a Danilo y a mí, haciendo un gesto para que lo siguiéramos. Subimos la ladera que había seguido el cazador. Yo fingí atarme los cordones mientras tomaba aire, apenas estaba retomando el camino cuando escuché el disparo.

–Lo vamos a decir así: el tipo nos quiso robar el maletín, forcejeamos y Danilo tuvo que quitarle el arma y dispararle, ¿todos de acuerdo?

–¿Y vos creés que es así de fácil? Ni siquiera estás pensando.

–¡Vos callate!

–No me voy a callar. Para empezar este es el campamento de él, no el de nosotros. Fuimos nosotros los que vinimos, no él. Y vos fuiste el que se puso violento… y lo peor, nos embarraste a todos.

Nos habíamos topado al cazador temprano, cuando comenzábamos con las primeras tomas y discutíamos qué hacer respecto al viento. Era imposible grabar así. El cazador apareció de pronto, más allá del susto inicial, pronto nos dimos cuenta que no había nada que temer. Nos dijo que estábamos fuera de los límites del parque y qué si necesitábamos ayuda. Eso lo sabíamos, pero el cobro por grabar adentro nos habría costado buena parte del escaso presupuesto que teníamos. Entonces habíamos decidido salir, apenas lo suficiente para que no hubiera peligro de perdernos. Le explicamos y le contamos el problema del viento. Nos pidió el mapa que traíamos y nos dibujó una ruta, mientras nos señalaba con el dedo los puntos que marcaba.

–Ahí casi no hay viento –dijo cuando marcó el último punto.

Caminamos juntos un trecho, unos cuarenta minutos que Danilo aprovechó para conversar con él. Le preguntó si cazaba por deporte y el hombre soltó una risa. Ni siquiera sabía que se pudiera cazar por deporte. Nos contó lo qué hacía y dijo que estaba con unos amigos, que se dispersaban dos días y al tercero se reencontraban para regresar. Después de eso dejé de seguir la conversación. También dejé solo a Jeffrey, estaba harto de escuchar sus quejas sobre Michelle, así que preferí retrasarme y caminar con ella. No había estado en los planes iniciales del rodaje, sin embargo la actriz principal tuvo una lesión y no estaría lista para ese día.

Michelle era excelente, varias personas nos la recomendaron, pero a Jeffrey le molestaban sus ideas, sobre los planos, los diálogos y la luz. En un momento, mientras viajábamos hacia el parque, le dijo que se limitara a actuar y hacer lo que él decía. Después de ahí no hubo forma de que se reconciliaran. Él no la despedía porque no tendría con quien rodar, ella no se iba porque no tendría como regresarse.

Jeffrey no era un desconocido del todo, unos cortos que presentó fueron bastante celebrados en la facultad y se proyectaron en otros países. A Michelle no le impresionaban, mientras caminábamos me confesó que no eran malos, pero que no le daban derecho a tratar a todos como basura. En un momento llegamos a una quebrada. El cazador se despidió de nosotros y nos dijo dónde iba a poner su campamento, nos dio unas últimas indicaciones para llegar al lugar que nos recomendó y se marchó subiendo la ladera.

Montamos el campamento y Danilo se fue a dormir, sus escenas había que grabarlas al amanecer. Comenzamos con el rodaje de la parte de Michelle, no había viento tal y como nos dijo el cazador, pero ahora había problemas que no se solucionaban cambiando de locación. Michelle no estaba de acuerdo con los diálogos, en cada corte que mandaba Jeffrey, ella aceptaba apegarse al guion solo para cambiar nuevamente sus líneas en la siguiente toma. A la octava vez, Jeffrey salió maldiciendo rumbo al campamento. Ella encendió un cigarro y yo la acompañé, comenzaba a oscurecer. Entonces escuchamos los gritos de Jeffrey y corrimos a ver qué pasaba. Cuando llegamos estaba desarmando una tienda y pateando los bultos ante la mirada perpleja de nosotros. Danilo, restregándose los ojos, salió de su tienda. Jeffrey lo empujó, entró y lanzó el sleeping y el colchón afuera antes de salir maldiciendo nuevamente. Gritaba por una maleta.

Luego de unos minutos recordó al cazador. No habíamos subido la mitad de la ladera cuando oscureció por completo, llegar a la cima nos tomó otros cuarenta minutos. Ahí sí había viento, por lo que el sonido del disparo me llegó cortado. Ni siquiera le puse atención al cadáver, tan solo a mis amigos que actuaban erráticamente. Jeffrey apagó la fogata para no atraer a los amigos del cazador, buena idea, pero si aquel era su punto de encuentro lo tendrían marcado desde mucho antes. Cuando llegaron al día siguiente, todavía no decidíamos qué hacer.

 

 

Ronny Masís (Cartago, Costa Rica. 16 de octubre de 1995).
Bachiller en Educación con énfasis en Estudios Sociales, actualmente labora como profesor de Historia. En el 2018 obtuvo el tercer lugar en el Certamen Literario Brunca en la categoría de cuento, por una colección de cuatro historias de su ciudad natal. En 2019 consiguió el primer lugar en el certamen de cuento de la revista Saber Solidario. En el 2020 ganó el certamen UNA Palabra de la Universidad Nacional de Costa Rica en la categoría de novela por La parte negra del aguacate; obra próxima a publicarse con la editorial de dicha universidad. Ha publicado relatos en revistas literarias de México y Chile, así como en el fanzine de Otro Taller Literario. Le interesan los temas de la violencia y la desigualdad.

 

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