Aguafuertes Bonaerenses: Crónicas de un «porteño compadrito» en la provincia
Ediciones Bonaerenses, editorial que funciona bajo la órbita de la Secretaria de Cultura de la Provincia de Buenos Aires acaba de editar un material compilado de aguafuertes de Roberto Arlt. Un libro que reúne las clásicas crónicas y sátiras que el escritor argentino publicó en Diario El Mundo entre 1927 y 1942. El eje conector es la temática: La Provincia de Buenos Aires, desde Bahía Blanca hasta el delta del Paraná. Fue presentado en la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Por Nicolás Diana
Alguna vez Onetti definió a Roberto Arlt como un “compadrito porteño”. No se equivocaba en lo de compadrito, y menos con lo de porteño. Arlt fue un hombre de la ciudad, con todo lo intenso que implica la ciudad; tranvía, periódicos, humo, arrabales, hombres de traje, parias. La ciudad porteña en la que vivió el periodista y escritor, y a la cual retrató tan bien como pocos lo hicieron, era una ciudad en plena modernización; profesionalización del fútbol, llegada del cine, irrupción del Tango, faro literario.
En la década del ´30 García Lorca visitó la ciudad y se fue deslumbrado: «Buenos Aires tiene algo vivo y personal, algo lleno de dramático latido, algo inconfundible y original en medio de sus mil razas que atrae al viajero y lo fascina. Para mí ha sido suave y galán, cachador y lindo, y he de mover por eso un pañuelo oscuro, de donde salga una paloma de misteriosas palabras en el instante de despedida». Esa que cautivó a miles de artistas de todas latitudes es la ciudad en la que escribe Arlt, pero tiene algo que lo diferencia del grueso del espacio literario. Tal vez es por su condición de periodista que logra retratar luces y sombras de la ciudad. Aunque, más bien podemos decir, que es mucho más probable que su distinción se sustente en el espíritu arrollador que lo habitaba, ese que le impidió envejecer y le puso punto final a su cuerpo a sus 42 años.
Arlt fue un escritor total. Concreto como pocos. Directo, muy directo para su época; recordamos su clásica discusión con el académico Moner Sans expresada en el aguafuerte “El idioma de los argentinos”, en la cual le da una cátedra de lengua popular sentenciándolo con una frase final para defender la utilización del lunfardo:
“Señor Monner Sans: Si le hiciéramos caso a la gramática, tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos, y en progresión retrogresiva, llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas. Su modesto servidor”.
Roberto Arlt es reconocido por sus novelas, en las cuales un puñado de hombres desgraciados intenta sobrevivir en la ciudad porteña y sus alrededores. El astrónomo de los 7 locos tiene su quinta a las afueras de la ciudad, en Temperley, en lo que hoy es uno de los tantos barrios de zona sur. El paisaje de la década del treinta se funde en esa ficción y uno puede percibir olor a pólvora, el aliento rancio de los fascismos del mundo que ya emergían, las nostalgias de la derrotada primera oleada revolucionaria del siglo XX.
Como lo describió Martin Kohan en el prólogo de un libro de cuentos completos de Arlt:
“Sus personajes tienen la voz febril de los que se hunden y saben que se hunden, la de los que no pueden más de aburrimiento o de angustia, la de los incapaces de sentir compasión, la de los que la sienten pero a la vez la desprecian, la de los que no saben qué hacer con su vida, la de los que no saben qué hicieron con ella, la de los infelices sin remedio”.
En las aguafuertes, textos periodísticos, podemos encontrar a un Arlt más terrenal, que trabaja sobre historias diarias y cotidianas. En esas crónicas despiadadas podemos conocer un poco más a fondo la definición que de él expresó Onetti: Es un compadrito porteño.
Margarita Pierini, encargada de la edición de este material, escribió en el prólogo: “Estas aguafuertes bonaerenses se proponen ahora para una renovada lectura que suma nuevas cartografías donde se superponen figuras, costumbres, trazas urbanas, hoy radicalmente transformadas o conservadas, tal vez, como fotografías de otro tiempo”. Así como el Temperley del Astrónomo ya no es zona de casas quinta y calles de tierra, sino un barrio de la zona sur del conurbano bonaerense, los paisajes que pinta Arlt en estas aguafuertes se han ido modificando, por lo que leer este libro es un poco viajar al pasado y encontrar paisajes, historias, crímenes que sucedieron. Es importante aclarar que, tanto para las provincias argentinas como para los países de América, un porteño es alguien que vive en Buenos Aires, sin embargo, como sucede en todas las cosas, cuando uno se acerca a los márgenes de la Ciudad capital puede percibir un entramado urbano y sociocultural muy distinto entre la capital propiamente dicha y el «conurbano bonaerense» que pertenece a la Provincia de Buenos Aires y no a la Ciudad. Este material presenta crónicas que Arlt escribió sobre localidades y pueblos de la Provincia de Buenos Aires.
Para arribar un poco a la escritura, una de las Aguafuertes Porteñas más impresionantes de Roberto Arlt se titula “He visto morir”, y salió publicada en el diario El Mundo el día 2 de febrero de 1931, para abordar el fusilamiento del líder anarquista Severino Di Giovanni a manos del gobierno militar de Uriburu. Aquí un fragmento:
He visto morir.
Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanosos tras de las rejas. Cinco menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.
La letanía.
Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una como silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lámparas cuya luz castiga la obscuridad. Un rectángulo. Parece un ring. El ring de la muerte. Un oficial.
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegridos por el efecto de luz. Grueso cuello desnudo. Pecho ribeteado por las solapas azules de la blusa. Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte. (Se encuentra completa en varios sitios web).