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AÑO 4 - 2023

El reloj de la poesía – Carlos Gustavo Vargas

Nos mostrará distintos lugares, personajes y anécdotas. Le invitamos a disfrutar de esta crónica que nos recuerda la visita del poeta chileno Ivo Maldonado, quien estuvo recientemente en Turrialba con motivo de la IV Edición del Festival Presagio de Fuego, que se lleva a cabo todos los eneros en nuestro cantón.

El reloj de la poesía

Recorrimos la ciudad en poco tiempo. El parque con sus letras, la infaltable foto del visitante. La avenida de las palmeras que evocan el mar, el bullicio de las calles concurridas, la estatua del poeta venciendo a la muerte, un café con sabor a Turrialba.
Ha dejado de llover. La poesía camina despacio y lo observa todo: un puente despintado, la gente presurosa hacia la estación, el quiosco en cautiverio, el cine ausente, el teatro y sus puertas cerradas, un puesto pequeño lleno de relojes con un hombre afanado revisando manecillas.
Ivo Maldonado, el poeta chileno invitado al IV Festival de Poesía Presagio de Fuego, empieza a enamorarse de nuestro cantón. Es un viajero, ha estado en muchos países, pero Turrialba tiene algo inexplicable que atrae. Algo inexplicable como la poesía misma.
Saluda al relojero. Le pregunta si puede limpiar su reloj de pulsera, que se ha oxidado con los años. El relojero no duda en ayudarlo. Y mientras realiza atento su trabajo entablan conversación. Hablan de marcas de relojes, de calidades, de lo moderno versus lo antiguo. Ha viajado desde Chile y en Turrialba encontró el lugar que su reloj necesitaba.
Minutos después y quedó como nuevo. “¿Cuánto es?” pregunta el poeta chileno. “Nada. Es un gusto hacer amigos de otros países”, dijo amablemente el relojero, porque en la vida no todo es dinero, a veces la mejor paga son las experiencias y los amigos que vamos recolectando por el camino. Salimos de ahí cantando a lo Fito Páez: “¿Quién dijo que todo está perdido?”.
Seguimos avanzando. Gente buena en las calles. El poeta mira su reloj, ahora muy limpio, y se percata de que ya es tarde. Seguro que en su cabeza lleva versos hermosos, porque es lo que hace desde niño, desde que su abuelo le transmitió el gusto por la poesía. Desde entonces todo lo convierte en poemas, su vida gira alrededor del arte, y “semillitas de arte” es lo que le gusta ir dejando por el mundo.
Entre lecturas, festivales y anécdotas su universo va girando, como un reloj que no se detiene. Así es el reloj de la poesía.

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