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AÑO 4 - 2023

PORNOGRAFÍA Y TRANSGRESIÓN – HERO SUÁREZ RUIZ

Reflexiones en torno al universo del cine pornográfico

Hero Suárez Ruiz Doctor en Filosofía por las universidades de Paris X-Nanterre y La Laguna. Profesor investigador en ESSEC París (Ecole Supérieure de Sciences Economiques et Commerciales). Miembro del laboratorio de investigación Face-à-Face. Editor de la revista Accents (www.revueaccents.org). Autor de “Gubernamentalidad y resistencia al neoliberalismo en la obra de Michel Foucault. Una tentativa de liberarnos de nosotros mismos”, en Dianoia, Vol. 65, Núm. 85 (2020), FCE, Ciudad de México, y de Trap y neoliberalismo. Gramáticas de sujeción y resistenciaRevista Stultifera3 (1) (2020), Universidad Austral de Chile, Valdivia.

INTRODUCCION

¿Qué es la pornografía? ¿Qué sentido tiene la pornografía cinematográfica? ¿Por qué es un género tan importante y consumido? ¿Tiene la pornografía algún tipo de poder subversivo o pacificador? ¿Tal poder tiene alguna vinculación con las producciones actuales? ¿Es la pornografía un género capaz de corromper a la juventud? ¿O es una forma de degradar a las mujeres convirtiéndolas en objetos destinados a satisfacer los deseos de los hombres? ¿La pornografía está en contra de la procreación? ¿Es una forma de invitar al onanismo o a la fornicación?

En el presente texto, pretendemos explorar tales cuestiones en busca de más preguntas que nos permitan transitar por la reflexión sobre el fenómeno que pretendemos explorar, esto es, el fenómeno del cine pornográfico y sus implicaciones en la vida de nuestras sociedades actuales.

Partimos de la base de que el fenómeno del cine pornográfico se ha instalado en nuestras sociedades y en el hecho cinematográfico de tal manera que, cualquier reflexión sobre el papel del cine en general en nuestras sociedades, sería parcial e incompleta si no se abordara dicho fenómeno, en tanto el número de producciones y de consumidores con que cuenta el género en cuestión es de los más notables de todos los géneros cinematográficos actuales. El cual, además, cuenta con grandes implicaciones éticas debido a sus temas y sus formas de tratarlos.

ONTOLOGIA DE LA PORNOGRAFIA

Para comenzar me parece oportuno volver a plantear la pregunta sobre: ¿qué es la pornografía? Si nos fijamos en su significado etimológico, nos daremos cuenta de que en tal término aparecen las palabras griegas, porne, esto es, prostituta, y graphia, es decir, representación gráfica o escrita. Por ello, podríamos interpretar el término en cuestión, como hace en unas de sus acepciones el Oxford English Dictionary, de manera que cuando nos refiramos al mismo, lo estemos haciendo sobre la descripción o narración de la vida y las costumbres de las prostitutas y sus clientes. Definición que desde el campo que ocupa nuestras reflexiones, no da cuenta del género que estamos intentando acotar, en tanto que de ser así podríamos afirmar que una película como Pretty Woman, en la cual se narra falsamente la vida de una prostituta salvada de la calle por un hombre blanco, heterosexual y consumidor de prostitución, es pornográfica, así como también se debería suponer que todos los filmes pornográficos tratan de la vida de las prostitutas, nada más lejos de nuestras intenciones. De ahí que no nos valga tal definición, en cuanto estamos hablando de un género muy diferente, que siendo masivo resulta marginal en sus formas de consumo, y que, a diferencia de susodicho film, se dan cita todos los temas, aunque de forma bastante simple y deformada, y no solamente el de la prostitución. Así que deberíamos traer a colación la segunda acepción de tal diccionario, según la cual el término “pornografía” indica la explícita descripción o exhibición de sujetos o actividades sexuales en literatura, pintura, películas, etc. en una manera de intentar simular una relación erótica como sentimiento estético. Esta acepción nos da otra pista de lo que pueda ser la pornografía desde el punto de vista desde el cual la intentamos tratar, esto es, habla de exhibición explícita de las actividades sexuales, así como de la creación de un sentimiento estético. De ahí que, esta sea de todas las acepciones la que más se acerca a nuestra visión de lo qué es la pornografía, sin embargo, creemos que no acota del todo el significado que pretendemos explorar, ya que, aunque estemos de acuerdo con que todo film pornográfico cree unas sensaciones estéticas, no dudamos de que las demás producciones cinematográficas también lo consigan, por lo que nos interesa matizar ese sentimiento estético. De ahí que la definición del Diccionario del uso de María Moliner nos pueda ayudar a matizar ese sentimiento estético, y es que, aunque con ella sola no podamos alcanzar la definición buscada, sí que nos proporciona un aspecto importantísimo de ese sentimiento estético.

Según ésta, el término pornografía se refiere a “obscenidad”, cualidad de los escritos que excitan morbosamente la sexualidad. Como vemos deja fuera ciertos rasgos que creemos básicos para entender qué es la pornografía, aunque da cuenta de una de las características del género al que pretendemos acercarnos, esto es, la intención de excitación de la sexualidad, la cual debemos aplicar al cine, para citar un rasgo que podemos sumar a los anteriores para hacernos una idea de lo que sea la pornografía y ese sentimiento estético que genera

Por otra parte, el Diccionario del uso Petit Robert nos da otro aspecto importante de las producciones pornográficas, al señalar que por pornografía se debe entender la representación de cosas obscenas destinadas a ser comunicadas a un público, definición también deficiente, que nos aporta algo nuevo, es decir, la existencia de un público de tales producciones, por lo que presenta la pornografía como la respuesta a una demanda del mercado. A lo que le podemos añadir lo anterior, de manera que podamos entender por pornografía un género que exhibe los actos sexuales explícitamente, el cual genera un sentimiento estético de excitación sexual y que es producido para un público determinado.

Así las cosas, valiéndonos de lo ya dicho, en un intento por diferenciar la pornografía de otras manifestaciones artísticas, como pueden ser las de carácter meramente erótico, creemos oportuno citar cinco rasgos típicos en la producción de tales filmes, como hace Ruwen Ogien, de los cuales algunos, en cierta medida, ya están recogidos en las definiciones anteriores, y que podemos clasificar en dos grupos, o sea, en unos que dan cuenta de aspectos subjetivos y otros que lo hacen sobre aspectos objetivos propios de tales producciones. Por un lado, entre los subjetivos estarían, primero, la intención del autor de estimular sexualmente al consumidor; segundo, la reacción afectivo-cognitiva del consumidor, es decir, el consumo y / o preferencia por un subgénero concreto dentro del mismo; tercero, la reacción afectivo-cognitiva del no consumidor, que puede ser de repulsión o indiferencia. Por otro, entre las objetivas, encontraríamos, primero, el trato estilístico según el cual se representa la actividad sexual no simulada, mediante la multiplicación de planos sobre los órganos sexuales; y, segundo, el tratamiento narrativo, en el cual hay una explícita precipitación de la escena sexual y un lenguaje simplista en el que prima la imagen.

Los rasgos de orden subjetivo que hemos señalado no bastan para definir la pornografía, al no diferenciarla del erotismo ninguno de ellos, además, sólo el primero la distingue de las diferentes producciones cinematográficas, de ahí que para diferenciarla del erotismo, estimamos que el mejor recurso es recurrir al sentido etimológico de erotismo, en el cual encontramos eros, en el sentido de amor recíproco y simétrico, mientras que la pornografía con el sentido porne, da cuenta de una relación venal o de dominación.

En lo que concierne a los rasgos objetivos, sólo el primero, el trato estilístico y su relación con la multiplicación de planos sobre los órganos sexuales, da cuenta del tipo de películas del que pretendemos ocuparnos. Ya que, si comparamos el último rasgo citado, explícita precipitación sexual y lenguaje simplista, con algunos culebrones o producciones actuales podrían ser tachados de pornográficos.

De esta manera creemos haber definido de manera, algo asíntota, el tipo de producciones que ocupa las presentes reflexiones. Así, llegados a este punto podemos centrarnos en sus características internas para señalar que creemos falsa la afirmación sobre que todos los filmes pornográficos son iguales. Estimamos como falso el prejuicio que señala que ver uno significa haberlos visto todos.

Ya que entendemos que existe una gran variedad, en función de su estética, pueden ser amateur, profesionales, etc., o de la relación sexual en la que se centra, ya que pueden tratar sobre la dominación, las relaciones hetero, de lesbianismo, gay, trans, queer u otro… También existen diferentes subgrupos dentro de los mismos atendiendo a la actividad sexual. Pueden centrarse en felaciones, en prácticas anales, en eyaculaciones, en dobles penetraciones… Prácticas y relaciones, que hasta hace muy poco pertenecían al mundo de lo oscuro y prohibido, y que hoy en el género en cuestión son simples cánones obligados en todas las producciones.

Estas producciones cuentan con un discurso propio e independiente, e incluso con un discurso sobre el discurso en cuanto existe prensa especializada como puede ser Hot Video, y con premios y distinciones propias, como el Oscar of X, o el Hot d´Or, y que como señala Paul Baudry, constituye hoy en día un fenómeno masivo de mercado. En Francia en el año 96 constituyó el 70% de los videos vendidos por catálogos no especializados. En el 2002, solamente en Francia, abarcaba un mercado de unos 200 millones de euros, así como el 25 % de los alquileres en videoclub, y el 50 % de los alquileres en los distribuidores de video. A lo que hemos de sumarle las descargas por Internet, entre las destaca el gran contingente del consumo de pornografía en todas sus variantes. Con estos datos podemos hacernos una idea de la gran importancia de la pornografía en la industria del cine en general, ya que como mínimo representa el 25 % del consumo de los productos cinematográficos. Lo cual resulta paradójico, o por lo menos llamativo, en la medida en que, como ya hemos dicho, es un género marginal destinado a un público concreto, a adultos, asimismo no se tarda más de un día en realizar un film de tal género y las promociones publicitarias de los filmes porno se realizan con unos costos mínimos, si tenemos en cuenta la de los otros géneros. Además, tales promociones solo alcanzan esferas concretas. Y aún así, es de los géneros, si no el género, más consumido en la actualidad.

EL DEBATE ÉTICO EN TORNO A LA PORNOGRAFIA

Debido a su gran incidencia y a lo escabroso del tema existen diversas miradas éticas sobre la pornografía, existen diversas reflexiones sobre si ha de ser condenada o permitida, y dentro de estas dos posturas sobre la condena o la permisividad, existen a su vez diferentes argumentos para atacar o proteger el valor del cine pornográfico, sobre los cuales vamos a pasar revista en las líneas que siguen a continuación. Comencemos entonces por quienes condenan el género pornográfico. Entre los inquisidores de tal género podríamos destacar, siguiendo a Ogien, dos grandes grupos. Por un lado, unos que la atacan con la intención de proteger a la juventud y que podemos identificar, de manera parcial, con las reflexiones producidas por los conservadores, sobre todo en el sentido del universalismo francés; y, por otro lado, los que atacan la pornografía porque suponen que tal género supone una degradación de las mujeres, que podemos identificar, también parcialmente, con los liberales estadounidenses.

Para los conservadores, la pornografía sería un veneno subversivo que arruina el orden familiar. Por ello diferentes estudios realizados desde la óptica conservadora han señalado que la exposición a las imágenes pornográficas acrecienta las violaciones y las agresiones sexuales, en la medida en que la pornografía sería la teoría y las violaciones serían la práctica. Se basarían en la idea conductista del monkey see, monkey do, la cual podemos acercar a la visión que tenía Platón del arte imitativo. Por lo que tales conservadores van a condenar a los pornógrafos. Los estudios a los que nos estamos refiriendo son dos encargados por presidentes estadounidenses del partido conservador: Nixon y Reagan. Según los mismos, la pornografía es un atentado contra los valores tradicionales de la familia, en tanto que subvierte lo tradicionalmente bien establecido, lo que en nuestros días no parece del todo acertado, en cuanto la pornografía hoy no tiene mucho de subversiva. También nos advierten de que los violadores suelen ser consumidores habituales de pornografía. Advertencia que surge de los argumentos utilizados por los defensores de tales violadores en sus juicios, los cuales esperan sacar beneficios argumentativos desplazando la culpabilidad de los acusados hacia la industria del porno.

Tal es el caso de los hermanos Jordan quienes asesinaron a cuatro mujeres en el Norte de Francia en 1997 y en su defensa adujeron ser consumidores habituales de material pornográfico. Lo cual no parece un motivo fiable para desplazar la culpa de los hermanos en cuestión hacia el material pornográfico. Al igual que los jóvenes que imitando la película Scream, o los juegos de rol, han asesinado a diferentes personas, ya que parece que antes del visionado, o de la participación en esas actividades, los culpables debían estar ya perturbados, como señala Gérard Bonnet.

En este sentido, nos parece pertinente citar el argumento según el cual, si se prohibiera la pornografía por incitar a la violencia, habría que prohibir con la misma lógica la Biblia, el Corán y a Dostoievski por inducir también conductas violentas.

Y es que, en término último, la exhibición del sexo no es un mal en sí mismo, al contrario, tal exhibición es en cierta medida, necesaria como forma de aprendizaje. El problema que surge entonces es el de determinar cuál es el material adecuado para explicar las bases de la sexualidad, y a nuestro entender, el material pornográfico no es el más adecuado para tal cometido, en tanto como enunciamos más arriba el cine porno está por definición destinados a los mayores de edad. A diferencia de otros productos que utilizan una exhibición implícita de la actividad sexual con otros fines, que si está destinado a todos los públicos, como puede ser la publicidad, en donde encontramos miles de ejemplos, como el anuncio de Magnum en el que aparece una mujer practicándole una felación al producto en cuestión ¿tales imágenes se pueden juzgar más inofensivas que las del material pornográfico, cuando nos son mostradas claramente, tanto en la calle como en la tele, de tal manera que somos expuestos a ellas sin ser elegidas por nosotros?

El otro ataque que se le ha hecho a la pornografía en nuestros días es el que argumenta que la pornografía es causa de la desigualdad entre mujeres y hombres, en tanto desfavorece a aquellas, y que al igual que los mensajes racistas o antisemitas, debe ser prohibida en tanto es una incitación a la violencia contra ellas. Suponen que la difusión masiva de pornografía favorece un clima de violencia y odio contra las mujeres, al tratarlas como individuos inferiores destinados a satisfacer las necesidades de los hombres, en la medida en que en todas las producciones existe una marca donde la sexualidad es masculina, así como su disfrute.

Esta crítica a la pornografía puede ser rebatida esgrimiendo algunos de los argumentos anteriores, pero estimamos que ese no es el sentido de la misma. Ya que, a nuestro entender, el problema de esta negativa a la pornografía surge de la confusión entre el efecto y las causas, en cuanto estimamos que no es la pornografía la que produce una realidad social que desfavorece a las mujeres, sino que al contrario, es la realidad social la que produce una pornografía en la que se muestra a las mujeres de una forma desfavorecida, esto es, al ser creadas las películas en sociedades machistas, sexistas y falocéntricas sus productos no hacen más que reproducir tales valores, o dicho de otra manera, como señala Nini[1], no es la pornografía una causa de subordinación de las mujeres, es una forma de subordinación, y no es causa de injusticia, es una injusticia. En tanto, la pornografía actual se adapta este mundo y no lo intenta contestar ni subvertir.

Otro de los problemas con que cuenta este argumento, a nuestro entender, y que responde a la misma lógica implícita ya enunciada sobre la situación actual en torno a la relación entre hombre y mujeres, es el de la imposibilidad de delimitar los productos que facilitan la creencia sobre que la mujer es una cosa destinada a satisfacer los deseos de los hombres. En tanto en nuestros días existen una infinidad de productos que facilitan tales resultados, muchos de ellos destinados a las mujeres, como puede ser la lencería femenina, del tipo Wonder-Bra o los tangas, o las revistas para mujeres en las que no se hace más que afirmar y promocionar este tipo de roles y productos; y, en último término, la publicidad que utiliza sin piedad la imagen de la mujer y del sexo como objeto sexual con la finalidad de promocionar cualesquiera de sus productos.

Por otra parte, existen argumentos que a diferencia de los anteriores reivindican el género pornográfico como algo sano y educativo. Los cuales sostienen que la exposición de material pornográfico disminuye la tendencia de violaciones y agresiones sexuales, en tanto actúa en forma de catarsis (al contrario que las anteriores, que tildamos de platónicas) a la manera del discurso aristotélico, actuando como forma de habituación a tales conductas. Entre los estudios que refrendan tales argumentos nos encontramos con uno encargado por el presidente Johnson, del que, al igual que los encargados por Nixon y Reagan, no nos podemos valer para afirmar sus propósitos, ya que en realidad no se puede probar que la pornografía sea inofensiva en este sentido, en tanto no se puede probar ni que exista una relación significativa entre la exposición de porno y las agresiones sexuales, ni que no exista tal relación. Y lo que realmente ha sucedido en los estudios mencionados en la confusión entre los efectos psicológicos con elementos de la ideología de quienes encargan los estudios. Una vez más se constata que en el inicio de una investigación ya se tienen las conclusiones a las que se espera llegar.

En la misma línea de defensa de la pornografía encontramos el argumento que apunta al poder de la pornografía para normalizar diferentes prácticas propias de minorías, como pueden ser las relaciones anales, en forma de elemento subversivo. Este argumento es de los más contundentes en pro de la defensa de la pornografía, pero aún así es insuficiente, en tanto, como anunciamos anteriormente, y como intentaremos mostrar posteriormente, la pornografía hoy en día, más que un elemento subversivo es un elemento pacificador. Aunque si es verdad que, por un lado, incita a descubrir valores del placer propias de prácticas minoritarias, y, por otro, si que es subversiva con el orden familiar, en la medida en que ridiculiza la sexualidad conyugal, sentimental y procreativa tradicional, introduciendo prácticas y roles sexuales muy alejados del tradicionalismo.

El problema con este argumento sigue siendo el mismo. En nuestras sociedades falocéntricas todo producto está mediado y creado a través de patrones masculinos, de ahí que, las escenas pornográficas estén, en general, marcadas por la eyaculación liberadora masculina, y que si en los años 70, mostrar un acto de sodomía o una felación podían ser consideradas como acciones transgresivas, en nuestros días tales prácticas en la pornografía no son más que estándares obligados y automatizados. Debido simplemente, como apunta Baudry, a la capacidad del mercado para integrar todas las relaciones sexuales, en pro de su normalización y comercialización.

Llegados a este punto hemos de señalar la imposibilidad y el error de la prohibición de la pornografía, en tanto, siguiendo a Michel Foucault, estimamos que no hay ningún porqué para prohibir el libre uso del sexo. A lo que hay que sumarle la cuestión sobre la necesaria disposición libre del cuerpo, el derecho a la libertad de expresión y a la vida privada.

El problema, a nuestro entender, en este sentido es el tipo de material pornográfico que se produce hoy, el cual es un porno repetitivo, normativo y que perpetúa un orden sexual particularmente degradante, en lugar de ser una pornografía liberadora y emancipadora, que presta atención a los deseos de las mujeres y de las otras minorías sexuales.

VALORES ACTUALES DE LA PORNOGRAFÍA

Siendo el sexo un elemento fuertemente subversivo, como lo es por ejemplo en la obra de Sade ¿Por qué supone un elemento pacificador en la pornografía actual? A nuestro entender es sobre todo por el argumento de la potencia del mercado para absorber todo, incluso los elementos que se presentan como revolucionarios, de manera que los acaba convirtiendo en simples productos de consumo. En este sentido, hemos de señalar las diferencias del porno actual con la obra de Sade. Para ello sólo hay que tener en cuenta, como hace George Bataille, la intención de Sade por llamar a la protestación revolucionaria, a diferencia de las imágenes pornográficas, las cuales en la actualidad no se presentan como una provocación, sino más bien como una solución. De manera que, para referirnos a la obra de Sade, diferenciándola de la pornografía, debemos admitir, como hace Gilles Deleuze,  que los escritos de Sade no son pornográficos, sino más bien, pornológicos, en tanto asocia escenas de sexo con conversaciones y monólogos filosóficos, de carácter fuertemente contestatario.

Y es que, aunque los filmes pornográficos sean capaces de liberal el sexo del amor, esencialmente, como señala Baudry, no cuentan nada, esto es, no nos remiten a otra imagen, y suponen al igual que todos los productos de carácter industrial, la desaparición del pensamiento simbólico. En donde la utopía de la pornografía, la abolición de las fronteras entre el pensamiento, los sentimientos y las acciones, queda relegada, en tanto el carácter de los filmes pornográficos no consiste en la contestación ni en la subversión de este mundo, sino que supone un mundo de calma, en el que no se dice nada, y no se propone ninguna lección. Y que no tiene ni necesidad de victoria, ni de batalla, ya que surfea por los postulados hegemónicos.

No intenta transformar las actitudes frente a la realidad, se ajusta a ella y la relativiza en cuanto tal. Centrándose únicamente en el placer de los ojos, de la vista. No es nada más que una representación de la materialización de una humanidad sin misterio, sin relación con lo desconocido, se presenta como real y neutra, como una representación que nada re-presenta, más que el confort, lo que supone la aceptación de lo que es, dejando de lado lo que debe ser, esto es, neutralizando su poder de alcanzar su propia utopía.

Dicho con otras palabras, no pretende revolucionar nada, simplemente tiene un carácter pacífico, que cabe muy bien dentro del mercado, que utiliza todos los medios para extenderlo, como pueden ser la televisión, Internet, los teléfonos móviles, el Kiosco, el ordenador… Medios que sirven a la industria del sexo para explotar sus productos, en pro de los beneficios económicos, en tanto la industria del deseo ha conseguido convertir sus productos en una exigencia de los consumidores actuales.

Consumidores que, como apunta Oliver Smolders, conocen los episodios invariables del recital propiamente pornográfico, saben como sus peripecias serán mostradas y hacia donde tienden. Hacia la eyaculación, en donde, generalmente, cuando aparece una mujer o un sodomizado, se da por hecho que durante el rodaje, esta o este no tienen porque disfrutar, contrariamente a la pareja, que lo tiene que hacer eyaculatoriamente siguiendo los dictados de la cámara. De ahí que, los productos de la pornografía sean imágenes que paradójicamente están saturadas y vacías, son un simple déjà vu, en el que no se requiere ni la más mínima gota de talento para realizarlas y, lo que es peor, en su realización nadie lo exige. Sus productos son difícilmente visibles sin tocar el mando para pasar las imágenes, normalmente acción que sucede cuando aparecen sus irrelevantes diálogos, y cuyo consumo supone una forma de comportarse ante la sexualidad, llamando a la no comunicación, y a la instanteidad del disfrute. Lo que los tiempos del SIDA supone una liberación perfecta en tanto todo en el sexo es posible –o mejor dicho, virtualmente posible–, en tanto podemos instalar las diferentes formas de fornicación en el salón de nuestras casas, sin tener que pasar por ningún tipo de sonrojo o arrepentimiento, para disfrutar del espectáculo de las imágenes prohibidas.

A MODO DE CONCLUSIÓN INCONCLUSA

Para finalizar estimamos apropiado dejar abiertas las sendas exploradas en nuestro recorrido por el tema de la pornografía en el cine. Estimamos que toda reflexión ha de ser apertura de sendas y de nuevas interrogaciones, en lugar de caminos con metas seguras en las que nos podamos quedar.

Así que, rescatando diferentes cuestiones que quedaron en el tintero a lo largo del desarrollo del presente trabajo, estimamos oportuno plantear la cuestión sobre si la pornografía no es más que una prolongación, o extensión de una sexualidad prostituida, es decir, si no será más que la generalización del universo de la prostitución al universo de la pantalla, como muestra el sentido etimológico del término pornografía.

En este sentido nos preguntamos, como hace Frédérick Dion, si podemos denominar al siglo XXI como el siglo de la pornografía de masas, al igual que el XX, puede ser el siglo de la exterminación de masas, y, si nuestra respuesta es afirmativa, ¿podemos señalar alguna relación entre ambos fenómenos?, en tanto los dos fenómenos se insertan en la lógica del carácter industrial, y suponen, en cierta medida, la hegemonía de lo positivo, en detrimento de todo aquello que pertenece al mundo de lo simbólico.

Y para dar por finiquitado este breve ensayo sobre la pornografía, nos parece acertado, citar a Olivier Smolder, quien en su elogio de la pornografía muestra la cierta miseria del mundo actual con las siguientes palabras: “El espectador (de un video pornográfico) participa de un ritual que tiene puestas en escenas, códigos (…). Él sabe que después de ser sumido en las tristes formas del trabajo, de la economía del diálogo, encuentra ahí, al final de la invitación la fiesta del abandono, del despilfarro y del replegarse sobre sí. Una especie de pequeño potlatch íntimo y resueltamente moderno”.

BIBLIOGRAFIA

· Bataille, G., L´erotime, Minuit, París, 1957.

· Baudry, P., La pornographie et ses images, ed. Armand Colin/ Mason, París, 1997.

· Bonnet, G., Défi à la pudeur. Quand la pornographie devient l´initiation sexuelle des jeunes, ed. Alain Michel, París, 2003.

· Deleuze, G., Le froid et le cruel, Minuit, París, 1967.

· Dion, F., Souffrances de femmes. Les solutions pornographiques, ed. L´Harmattan, Bruselas, 2000.

· Foucault, M., Dits et écrits II, 1976 – 1988, ed. Gallimard, París, 2001.

· Nini, B., Éloge de la fellation à l´ecran, Art Press, París, 1984.

· Ogien, R., Penser la pornographie, PUF, París, 2003.

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