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AÑO 5 - 2024

Reseña «Retazos del psiquiátrico» por Matías Escalera Cordero

Un delirio paradójico en la nación del poeta de cristal

Por Matías Escalera Cordero

¿Es locura el delirio de Alonso Quijano? ¿No es su imaginación delirante contra lo que nos está vedado, convertido en don Quijote, personaje de sí mismo, una locura lúcida paradójica y necesaria? ¿No es esta la delirante locura, la lucidez paradójica, de la poesía y del poeta herido que aún no ha perdido, que se niega a entregar, sin resistirse, «el azul del cielo», como las golondrinas…?

Se podría decir que David Majano es uno de esos poetas heridos y que su poesía, en estos Retazos del psiquiátrico, es esa poesía. Una voz aparentemente de la desolación, pero, en realidad, de afirmación de la lucidez y de la vida (de la posibilidad de la vida).

Porque muchos son los motivos del delirio y del desvelo, y una sola la raíz la de todos esos impulsos de muerte: la soledad. Porque «nada llena el vacío» y «nada [nuestro vacío sin llenar, se supone] olvida la historia». La soledad y el olvido, he aquí las dos causas en las que se resumen los ‘diez mandamientos’ del desvelo y del delirio, en efecto.

Pero, entre los delirios, los terrores y las quimeras, en el mundo/vida/psiquiátrico, dominado por la soledad, el olvido y el delirio, también hay rincones en donde la locura se remansa; lo que sucede, como con Alonso Quijano, es que esos rincones de paz y reconciliación coinciden con los sueños y sus imprevistos habitantes…

… el vecino cósmico

 jinete de la luz

y pastor de estrellas,

el vecino subterráneo

habitante del infierno

encendido

inventor de cataclismos

ruidosos

y visitante de los sueños

Pero una pregunta queda en el aire, si estos ‘39 Delirios’ y ‘XVIII Remansos’ constituyen el ‘Libro I’ de estos Retazos del psiquiátrico, ¿quiere decir esto que vendrá un ‘Libro II’…? ¿O lo que realmente quiere decir es que ese supuesto e implicado ‘Libro II’ somos nosotros…? Nosotros, los que estamos en esta parte, la del auténtico psiquiátrico; los verdaderos retazos de vidas y las voces que habitamos el psiquiátrico del mundo real, en el que morimos «de aburrimiento y miedo…»

Porque, como expresa, con encomiable agudeza, Javier Payeras, en el prólogo de esta primera edición del poemario, en casa Bukowski…

«… el miedo es verdad. Pero el miedo está en las aguas quietas de quienes hacen sus vidas sanas y fértiles, porque el cielo los pudre de vergüenza, aburrimiento o desesperación, porque es normal sentirse normal, así desde niños nos desprendemos de la imaginación para masticar, copular y terminar bajo tierra junto al excremento de mamíferos y aves…»

Menos mal que, en medio de esa desolación de aguas quietas y vidas sanas y fértiles… O «la tristeza / el vacío, / el número de oro / y el aliento a frío…» Justo cuando todo llega al límite de lo soportable, «justo ahí [está, ¿esperándonos?] la sonata perpetua…» o «las balas…» Fuere como fuere, imprevistos y breves remansos que nos alivian un instante (transitoria o definitivamente) o nos permiten insistir, resistir, un «amanecer [más, aun] desprotegido / hecho hombre», un montón más de «carcomidos sueños / hechos hombre…»; «resacas tortuosas / hechas hombre…» o «tabacos fumados / hechos hombre…» o «risas a carcajadas / hechas hombre…»

La suma entera de delirios que nos componen y son la vida de quien está (o se siente) desterrado, excluido de lo otro, que entiende como felicidad, de esa normalidad que, finalmente, no es más que un engañoso espejismo o una lenta matanza y anonadamiento, porque nosotros…

Nuestras casas

nuestros hogares

están en peligro…

Que deseemos la aniquilación, que deseemos, «con nuestro fuego / quemar viva / esa malarraza…», es natural y razonable, es, al fin, un lógico y comprensible delirio en este psiquiátrico en el que «la tortura / es la armadura / del criterio de verdad…» y el amor una palabra engañosa: de hecho, «la palabra favorita / de asesinos / de los traidores / de los corruptos / mercenarios / [y] fascistas…»

Aunque, «entre la muerte y el Valium», nos queda el odio, el odio al rey y a su príncipe, heredero del asesinato y del tenebroso vacío, y del dolor causado en el valle «donde niños hambrientos [y el poeta] / sólo saben decir ‘dolor’…» El mismo lóbrego «valle cóncavo» en donde le espera al heredero, como a su padre, el rey, un poema vengador y la «tumba secreta», porque «el poeta de cristal aguarda el momento» para abrir, por fin, «el viaducto de la fantasía, / [y] de la avenida del porvenir…», antes de saltar, él mismo, al abismo, para «no pensar» más y descansar, al fin, y para que alguien –tal vez uno de nosotros– le diga –nos diga– que ya no está –que no estamos– más entre locos.

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Juan Carlos Gomez Herrerae
Juan Carlos Gomez Herrerae
3 meses hace

Acaso la soledad de Majano no sea tanto la del destierro, sino la de la falta de interlocutores entre sus congéneres. Ésa, duele más, y enloquece.

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