ABEL SANTOS – HUELGA DECIR
EL ENCARGADO
Bueno, de acuerdo, mira,
esto es lo máximo a lo que pueden aspirar
los tipos como nosotros:
no hay más.
CHARLES BUKOWSKI
Fue mi jefe en aquel almacén
de La Moraleja, aquella mañana de derrota,
quien me hizo la pregunta inesperada
cuando confesé que no me gustaba el fútbol
y que mi pasión era la escritura:
—¿Eres un hombre sensible?
—Tan sensible como cualquiera que lo sea,
pero con un detalle:
soy receptivo al mensaje oculto de la vida,
por ello me encargo de transmitir
lo que otros no pueden
a través de la función de las palabras.
Aunque no siempre funciona.
Pareció comprenderlo.
Algo brillaba en la superficie triste de sus ojos.
Uno se da cuenta,
tras empaquetar decenas de miles de relojes caros
(junto con tus emociones más profundas),
que el cliente no apreciará en el pedido
nada más que el lenguaje
de una estúpida y perfecta maquinaria.
Hay que seguir trabajando.
EL PLACER DE UNA LÁGRIMA
La poesía sirve para poca cosa. Descubres
que la soledad y los lunes
empiezan los domingos por la tarde
y que el verso libre se derrama
en un eterno día de trabajo;
que la rima vive dentro de la lágrima;
que las más bellas dicciones se vacían
en el exceso de todas las adicciones,
y que no hace falta amar 400 cuerpos
para saber qué es el amor…
Pero qué poco va quedando en sus cosas
si se finge sensibilidad.
Ella es una invitada de excepción.
La he visto, quedarse para siempre,
en los ojos de Enrique Urquijo,
José Agustín Goytisolo y Manolo Tena.
Porque la poesía
—su latido, su luz, su voz, su historia—
no es una narración partida en versos.
Un poema no es un cuento o un relato
si te da respeto abordarlo.
Y lloras.
HUELGA DECIR
Más que Quijote, Sancho Panza.
Más que un dios, un peso en la balanza.
LEON BENAVENTE
«Volverá la poesía de antes, la rimada»,
dicen algunos puristas entendidos.
Pero la poesía
es la misma de siempre.
En realidad,
ella nunca se ha ido.
Ni el verso libre ni las nuevas voces
ofenden su alma inmortal.
En su Glosa a Gabriel Celaya
incluso RogerWolfe es un poeta social
como bien podemos ver:
La poesía
es un arma
cargada de futuro.
Yel futuro
es del banco
de Santander.
Sin embargo,
frente a la desesperanza habrá poesía
mientras en la calle
miles de individuos,
trabajadores
con sencilla musicalidad,
canten a voz en grito:
Basta ya
de casas sin gente
y de gente sin casas.
Abel Santos (Barcelona, 1976).
De formación autodidacta, su poesía, de un estilo claro y afilado, de una lírica casi en ruinas, trata de temas urbanos y cotidianos casi siempre inclinados hacia un crecimiento personal.
Él mismo ha bautizado su poética de Realismo Bastardo, que bebe tanto del mundo real como del mundo poético o más introspectivo, sin una clara escuela o movimiento de arte como padre definido.
En sus versos se puede ver la influencia de poetas como Raymond Carver, Charles Bukowski, Billy Collins, Michel Houellebecq, Roger Wolfe o Karmelo C. Iribarren, o de pensadores tan dispares entre sí como Erasmo de Rotterdam o Lao Tsé.
En 1998 publica su primer libro de poesía, Esencia, de corte más clásico y lírico. Tras 12 años de silencio y un largo periodo de excesos, todo su material adverso erupciona en su libro El lado opuesto al viento (Parnass Ediciones, 2010), en el que advierte de los peligros de traspasar ciertos límites.
Además ha publicado los poemarios Todo descansa en la superficie (Ediciones Vitruvio, otoño de 2013), Demasiado joven para el blues, Antología personal 1998-2014 (Eirene Editorial, 2014), Jass (Ediciones Tuertas, 2015), Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas (Chamán Ediciones, 2016), Huelga decir (Boria Ediciones, 2018) y El camino de Angi (Poémame Ediciones, 2020).
Aparece en la antología En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis (Bartleby Editores, 2014) y ha coordinado la antología La casa de los corazones rotos (Ediciones Vitruvio, 2015), que reúne a 20 autores muy admirados por él, entre los cuales se encuentran Roger Wolfe, Karmelo C. Iribarren, Javier Cánaves, David González, Gsús Bonilla, y el músico y cantante Diego Vasallo.