ALBERTO GARCÍA-TERESA – HAY QUE COMERSE EL MUNDO A DENTELLADAS
Por Matías Escalera Cordero
Alberto García-Teresa no es solo el crítico teórico más reputado sobre la corriente denominada “Poesía de la Conciencia Crítica”, sino que, como integrante de la misma, se ha convertido en una pieza muy significativa. Así, pues, los dos pilares sobre los que se sostiene su escritura son, por una parte, la práctica de la poesía como herramienta de desvelamiento de la parte de capital que nos construye como sujetos dentro de esta coyuntura histórica, y, por otra parte, la consideración del texto poético, artístico y literario como espacio privilegiado en el que se manifiestan los conflictos y las contradicciones fundamentales de esa lucha de clases, que sucede en el afuera, pero que se manifiesta también en el adentro, esto es, en el implacable enfrentamiento, dentro de los sujetos, entre los valores del consumo y de la depredación, contra los valores de la vida natural y compartida, así como contra los de la autocontención solidaria y ecológica.
HAY QUE COMERSE EL MUNDO A DENTELLADAS
Hay que comerse el mundo a dentelladas.
Hay que sacar los dientes, pulirlos,
clavarlos con ahínco y rabia.
Hay que comerse la vida a dentelladas;
con mordiscos secos, intensos,
de puro y reluciente hueso.
Con bocados de corazón hambriento.
Hay que defender el mundo a dentelladas.
Hay que danzar entre rechinar de espadas;
de espadas a pecho descubierto.
Hay que vivir en permanente guardia,
defendiendo la vida cuerpo a cuerpo,
defendiendo la vida cara a cara.
Hay que descubrir la vida a dentelladas.
Hay que desenterrar estrellas de la arena,
hay que dibujar trazos de arco iris con los dedos
machacados por la rutina, el trabajo y el tedio.
Hay que apartar niebla de las cabezas
con gritos de silencio y de conciencia.
Hay que sumergirse en el mundo a dentelladas.
Hay que escurrirse de las sombras sonoramente,
con estruendo de ideas y palabras.
Hay que escurrirse sonoramente
con redobles de actos y pasiones,
con puños de carcajadas.
Hay que atacar la vida a dentelladas;
caminar en la penumbra precaria,
caminar frente al poder y las pirañas.
No ceder terreno nunca al terror y la ignorancia.
Levantar la vista ácida hacia el mañana.
Hay que acariciar la vida a dentelladas;
arrebatarles el tiempo robado cada jornada,
esparcir abrazos entre timbres y pagas,
regalar ternura y devolver pedradas.
Hay que comerse el mundo a dentelladas.
Hay que comerse el mundo a dentelladas.
[De Hay que comerse el mundo a dentelladas (Baile del Sol, Tenerife, 2008)].
UN ECONOMISTA
Un economista no sabe qué hacer con un arco iris.
No entiende el aleteo de una abeja,
por qué trinan escandalosamente las gaviotas,
qué guarda una camada en su madriguera.
Se inquieta ante un caracol que,
sobre una brizna empapada de rocío,
indiferente se despereza.
Ante el murmullo chispeante de un río,
ante un eclipse inundado de estrellas,
ante tu sonrisa o una mano abierta,
agita desconcertado su cabeza.
Un economista no escucha la memoria
ni atiende al compás de los latidos.
No sabe buscar tanteando en silencio la belleza
en toda palpitación dichosamente tendida
a la luz, al viento, a la alegría.
Un economista aún busca con vehemencia
con qué moneda comprar la vida.
[De Oxígeno en lata (Baile del Sol, Tenerife, 2010)].
TRÍPTICO DE LA MEMORIA, III
«Lo que entierran no son huesos
son semillas que van creciendo»
(Barricada)
Querían que sus aullidos se perdieran
en la honda garganta de los calabozos.
Que su esqueleto fracturado se hundiera
en el tumulto de los años arrasados.
Pero sus hematomas aparecen
cada noche en nuestro costado,
sus ojos quebrados bajo nuestras frentes,
su horizonte asfixiado dentro de nuestros párpados.
Pretendían que la memoria
obedeciera a una orquesta de silencio,
que permaneciera llena
de polvo de óxido de bala.
Pero, como al abrir una granada fresca,
la Historia se descascarilla,
y con sus hilos se ilumina
la sombra de sus pliegues.
Así,
lo que sepultaban
es hoy
el ritmo de nuestras piernas.
Su sal se ha convertido en abono.
[De Abrazando vértebras (Baile del Sol, Tenerife, 2013)].
Hieden las vértebras rotas
por el tacto entintado de las detenciones,
los labios amoratados de miedo
por el óxido de las multas,
los ligamentos podridos con focos y escobas,
los cráneos limpiamente fracturados
por medios de información
y decorados invisibles.
Tiesos de polvo los deseos,
sin esquirlas de dudas ni de caminos
alternativos a la ruta electrificada,
nos han barnizado de alfileres las lenguas,
nos han enguantado las pupilas,
nos han sepultado nuestras aspiraciones
bajo una bandera, una toga, un expediente
y el peso
de una derrota
que hemos hecho nuestra
con sus palabras.
[De A pesar del muro, la hiedra (Huerga & Fierro, Madrid, 2017)].
Levantarse y buscar
la alegría entre la gente, celebrar
la risa, construir el abrazo
entre las ropas polvorientas de salario,
quizá sea,
cuando aún los días
se nos pegan a las muñecas
y duelen las manecillas
del hambre y de la soledad
porque todavía desconocemos
los colores de la lluvia
y el río donde brota el arco iris,
quizá sea,
si no se nos ahogan la carcajada
ni el fulgor de los ojos,
si en los pies repiquetea el baile
y los dedos tamborilean infancia,
quizá
con el trote del perro y el
piar del gorrión por la mañana,
sin enaltecer el brillo del sudor
ni la angustia de la fractura,
con la lenta paciencia del callo,
sea, quizá, alumbrados
por besos de tormenta, con el júbilo
del viento de los brazos trenzados,
porque no escondemos cigüeñas bajo la piel,
porque las uñas las tenemos guardadas
y decrecen con el alboroto
de las caricias, quizá
si ya estamos aprendiendo a hablar a las flores,
a dormir en el bosque con los sueños abiertos,
a palpar la luz entre el dolor,
y no nos seduce la melodía de los cerrojos,
quizá, cuando los ojos se miran
sincerándose con las pestañas desplegadas,
reconociéndose en el humo y en las manos
y están los pulmones listos para soplar
nuestros anhelos,
quizá sea,
para acoger y cuidar lo dañado,
para hilvanar la vida con la empatía
y aprender a caminar al ritmo
del más lento
quizá sea, quizá.
[De Cuando dejamos atrás lo posible (inédito)].
Alberto García-Teresa (Madrid, 1980), poeta, micro-narrador y crítico, es doctor en Filología Hispánica con una tesis titulada Poesía de la conciencia crítica (1987-2011), convertida luego en libro, que se ha constituido en manual y referente inevitable para el estudio de la corriente poética, la Poesía de la Conciencia Crítica, analizada por él. Colabora como crítico en diferentes medios y, como escritor ha publicado seis poemarios y dos libros de microrrelatos. Ha confeccionado antologías como Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014) o Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres, entre otras. Poemas y ensayos suyos han sido traducidos al esperanto, al inglés, al francés, al serbio, al rumano, al búlgaro, al bengalí y al macedonio.
Fotografía por «Fernando Carrascosa».
Me encantó! Alberto tiene su poética propia.es un máster!
¡Muchas gracias, Nicolás!