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AÑO 5 - 2024

ALEJANDRO CONCHA M. – HIJOS DE LA CENIZA

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LOTA

 

A quién pudiera afectarle verte desaparecer.

A quién, que este cuerpo y corazón de bronce

detenga su traqueteo mecánico.

A quién los barcos, los ruidos, el polen;

si nadie volteó a mirarnos cuando a la tierra

huérfana de la mano mesiánica

se le fue privada de la voz.

 

Pienso en la larva de los imperios del mundo.

Oigo gemir, tras el reflejo de sus huesos

en el pliegue marino, su quebrar de muelas:

Pilpilco, enigma, cala

vibra en la superficie del espejo.

 

No sé si me importaría

que me arrastraran tus aguas,

que un niño tomara, de mis huesos, la semilla

y soñara con un ojo en las nubes

ver crecer un girasol.

 

 

LOS GRISES DE BARRA

 

(Inédito; inspirado en los cuadros sobre Lota

de Osvaldo Barra Cunningham 1922-1999)

 

Ante las contradicciones que ciñeron la espera

las manos del pasado se abren, como cortinas

por cuya sospecha respira el agua.

El invierno es de un cálido abrazador,

agarra mi espalda su anciano cuerpo

y parece su frío jamás marchar.

Desde el humo y la metralla de la barrena,

chiflones, parque y sus fantasmas

la ciudad se ahoga en un flujo salino.

No me animo a pensar en cuántos

perdieron aquí la vida,

o en el pan desmigajado desde la piedra

servido sobre la mesa familiar.

Quiero esa arrítmica sonoridad de mi padre y su lectura,

el fuego cuya sangre tranquiliza.

Pero allí está el mar, lugar común de quienes claman

la puerta escondida de los viajeros.

Perdurarán en el ojo del Pacífico

aunque cambien las cosas de lugar

y el cielo se fracture contra la silueta

de los árboles de acero.

Aunque no logre sentarme en ese espacio

(en ese muelle, o en ese parque),

revivirán en mí cuando los busque

y como en un óleo antiguo palparé

la textura accidentada de la historia.

 

 

AUTOBIOGRAFÍA A LOS 23

 

En este suelo que no germina, hermano,

he dispuesto de tu sangre

para que aquí carezca también la rabia y el enojo.

No hay ternura que acreciente las aguas

humedezca mis heridas sin cicatrizar;

erosión de tierra fértil — joven promesa— Abel.

 

Jamás advertí ademán siquiera

que te pudiera en su momento prevenir

del paso de los lobos.

Por eso te arrojo estas migas, donde ya no hay pan.

 

Así, si algo fluye de tu resto apolillado,

de tu cariño residual, de tus ojos sin su llama;

sea la calma conveniente para vagar por el desierto

cuando tu pena sea mi única procesión.

 

Me arrepiento también de tantas cosas:

mira mis manos, mi frente castigada

mírame asentir con negación.

¿Soy acaso el protector de tus espaldas?

 

A la hora del delito

nadie asume la culpa

y mi guerra exige cesar.

 

La tierra se hace amplia y donde camine

cargaré en mi lengua tu lastre,

tu rostro, una carcasa rota

donde alguna vez pude

pertenecer.

 

MAL DE POLVO

 

Nadie nunca entendió.

Jamás lograron descifrar entre líneas.

Leyeron sin entender a ciencia cierta

ni porqués

ni cómo…

 

Subrayaron sólo lo importante

según ellos,

marcaron con lápiz y destacador

las frases a memorizar.

Se armaron un guion, quitaron líneas a los diálogos.

Pusieron de fondo

voces en concordancia

con las versiones que sólo a ellos interesaba contar.

 

Somos testigos, ya no somos protagonistas.

Según ellos,

ninguno de nosotros es historia.

No tuvimos abuelos,

pues ellos “no hicieron la industria”.

Porque los logros son siempre de los fuertes

y el débil… ¿Qué importa el débil?

 

Se han escrito libros,

fueron echados a volar,

viajaron a posarse sobre los libreros con mal de polvo;

llevan nuestros nombres a alguna estantería

donde sólo quien nos recuerda se resuelve a leer.

 

Leyendo nunca entendieron.

Jamás lograron descifrar estas líneas.

Escribieron sin entender a ciencia cierta

ni porqués, ni cómo…

pudimos permitirlo.

 

 

HIJOS DE LA CENIZA

 

Quiero que cuando veas el claro de luz

no te ciegues,

y recuerdes que hubo un momento

en el que también fuiste oscuridad.

 

Esta ceniza ciñéndonos los pies

como los esqueléticos árboles

son el vestigio del fuego,

las famélicas figuras de metal

es lo que fuimos.

 

Hijo, quiero que entiendas tu poderosa flama

como el elemento vivo,

adoleciendo en la desazón

y fluyendo en la expansión de tu existencia,

y quiero que al ver el camino futuro

reconozcas en ti

los carbones consumados del sendero.

 

Fuimos tomados,

levantados y tirados al fuego,

cortados de la infancia,

quemados en la adultez,

arrojados a la consternación.

 

Seremos la ceniza,

nos soplará el viento,

pero aún por dentro

no dejaremos de arder.

BIOGRAFÍA

Alejandro Concha M. (Lota, Chile, 1995) — Poeta, escritor y editor literario. Autor del poemario Estirpe

(2017). Fundador del Movimiento artístico “La Balandra Poética”. Colaborador en el proyecto Crisálida

Artes escénicas, en el equipo de edición de la revista Sudras y Parias, en el equipo organizador del

Encuentro Poético internacional Pájaros Errantes y en el programa Por una educación poética para Chile,

donde se desempeña como coordinador, monitor en escuelas y otras actividades en la organización de los

Festivales de poesía del Biobío.

Fue miembro de la Agrupación de escritores de Lota “La Compuerta Número 12”, allí editó durante dos

años la revista literaria El Candil.  Junto a escritores de su zona publicó la antología de escritores del

carbón Huellas, la antología Pájaros Errantes y la antología de escritores juveniles Hilos Rojos, y ha sido

incluido en las publicaciones de los libros Palabras Necesarias (Chile, 2020); Fragua de Preces (Abra

España, 2020); Antología FIPBB Nueva York (Conxiencia, 2020); Me contaron mis viejos (Fundación

Cepas, 2014-2016) y Un mismo vuelo (ediciones Universitarias de Valparaíso, 2014), además de múltiples

revistas y sitios web de Chile y Latinoamérica.

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José Guerrero Villaseñor
José Guerrero Villaseñor
3 años hace

Lo desempeñado a tus hubiere satisfacción ¿qué si te autorizo ya tan ejercicio? ¿a qué pido debajo lo que te beneficiis Improporcionados?

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