ÁNGEL GABRIEL LUZ – MI CORAZÓN ES UN ANTRO

No sé, cuanto tiempo pueda

contener la respiración
en este vacío absoluto.
Si tan solo vinieras en la niebla
si tan solo creyeras…
Que nos transformamos
en lo que amamos.
Camino aquí, desconectado,
escucho hablar a lo lejos.
Es a mí a quien nombran
pero ya no estoy.

¿Al final qué soy?

Un punto en la inmensidad,
una nada en la noche.
Una luz perdida entre tanta religiones,
un secreto de Dios,
un hijo de las bestias.
¡Se desgarra el alma!
a la luz del día
el espejo refleja al monstruo que llevó dentro.
Y no hay una verdad
que me libere ¡nada! Que pueda hacer
solo esconderme de mí en las noches.

Pensamientos que me envuelven

que no sé de donde nacen
y entre más pienso
más distante la respuesta.
El quehacer cotidiano anestesia

mis preguntas
confabula con mi amnesia
entre las dos silencian mis reparos.
No hay otoño en mi vida
solo dos estaciones rigen mi vida
¡Bueno!¡Malo! ¡Amor! ¡Odio!
Soy dueño de la dualidad.
Soy niebla que mata las sombras,
soy carne otrora célibe,
soy los pasos que mi madre parió,
soy los sueños que alguien abortó.
¿Qué sentirá el árbol al estar ahí
siempre, viendo pasar la vida
y en su monótona existencia
ve morir mi cuerpo?
Y me da cobijo en sus hojas
y la bruma arrulla mis sentidos,
perdidos en mis pensamientos
que me envuelven sedientos.

Los días son como hojas secas,
se desprenden de mí,
dejando eso que se añora,
eso que envejece los ojos.
Ese olor a tierra
que tengo en la piel.
Esa bóveda que me protegía
que se rompió con el amanecer.
Ese rayo de sol en la pared
aprisionado en mi retina.
Este corazón de adobe
que se va cayendo a pedazos.
Esos fantasmas tristes en la esquina
que lloraron mi crecer.
Esta vida, vivida al margen,
siempre lejos de la realidad
sin nada, sin linaje, sin raza,

solo aventuras, buscando algo antiguo.
Algo que está en el ayer,
algo que se alimenta de mi sangre.
Vive en el aire, vive en las palabras,
vive en la tierra,
me espera en la inmensidad.

Mi corazón es un antro
donde pululan insectos y sabandijas.
Pero entre toda esta suciedad
hay un lugar inmaculado.
Donde declamo
todos tus nombres, anclados en el tiempo
y reclamo al cielo
tus besos dejados ir sin remitente.