ANTONIO DÍAZ MOLA – RENACER
RENACER
Con frecuencia la luz
por su dominio extiende
una urgencia que aflora en los objetos,
que circunda los límites del aire.
Por tanto lo que ves, y lo que intuyes,
ocupa en tu relieve su relieve.
Una máquina en marcha hacia lo exacto
-de qué modo lo exponen los espejos-
es un cuerpo enfrente de sí mismo:
renacen densidades de inminencia,
de espacio que gastamos
fuera de decisiones o de márgenes.
Por tanto en lo que ves, y en lo que intuyes,
un hombre es una forma ya habitada.
Con frecuencia la luz es el asombro,
la paz, el fogonazo
de una hoguera en la noche
que se consume nítida y paciente,
el ímpetu del mar a pocos metros,
su humedad en la orilla, el reguero
de huellas y las conchas
otorgan la evidencia
de que el mundo es mosaico de impresiones.
Este trajín reposa bajo el aire
su insistencia tenaz de arqueología
para que se convierta en existencia
la vida inerte, el tiempo detenido.
Es como si la luz proyectara
en el giro de las cosas
su afán globalizante:
ningún cuerpo se libra, por ahora,
de estar bajo una estrella.
Bajo un inmenso origen, que es el sol,
y amanece y calcina y nos ampara.
JABALINA
Tiene la jabalina en su distancia
el recorrido mismo de la fuerza:
es hálito latente,
inicio de una sombra traspasada,
pulcritud en suspenso y sin fisura.
Elemento de amor en plena guerra
o adorno en el museo.
Este artefacto,
aun siendo una madera perfilada,
se adentra sol arriba
igual que si cortase
la física de luz de un resplandor.
Emblema de la caza
o sedimento en rutas de primate.
Tiene la jabalina en su existencia
las huellas de una mano que son todas.
PIEDRA
Con una sola piedra
se puede desplazar el horizonte.
Procuro que al lanzarla
absorba en su trayecto algo de cielo:
una conjugación en los colores
del aire y la materia, una intención
de conciliar fronteras invisibles.
¿Soy dueño de la piedra,
o es solo parte exacta del paisaje
que exploro con paciencia y nunca entiendo?
Qué escándalo si un ángel se enterase
del asombro: la terca gravedad
que nos mantiene fijos y sin alas.
Prefiero piedras
que, al menos por un rato,
huyen y se adelantan y regresan
con prisa por ser luz en su parábola.
Antes de que se caigan pertenecen
a un mundo de perfecta rebeldía.
UNA EXTRAÑA LECCIÓN SOBRE EL AMOR
Para entender el mundo
no esperes demasiado. Se reduce,
esa fidelidad, a lo doméstico,
a una conversación
en medio de tostadas y deberes.
Tal vez una palabra gane altura,
igual que la avioneta con eslogan
que vuela por la playa,
pero es casual verla o estar bajo el azul,
así que no te esfuerces demasiado
para llegar en punto
al sitio de una sombra que se aleja.
Entrada ya la noche,
más vale perseguir a quien se queda enfrente:
así es como bailamos, música imposible,
y ahogamos en la risa la queja del vecino
que no puede dormir si no lo hacemos.
Su sombra ya depende de la nuestra.
Esto es lo más difícil de entender:
si bailamos de noche,
hemos vencido al mundo que madruga.
DINAMARCA
El nombre más bonito de país
creo que es Dinamarca.
Para instaurar hogares en el aire
bautizaría así a esa tormenta
que cruza de repente sobre ti.
Antonio Díaz Mola (Málaga, España, 1994) ha realizado los estudios de Filología Hispánica en la UMA. Actualmente combina la escritura poética con labores de
investigación académica. En 2020 ganó el XII Premio de Poesía Radio Nacional de España con su obra Apostasía (ed. Pre-Textos), y en 2018 ganó el Premio de Poesía Ateneo de Málaga con su obra El palacio de Laura. Asistente a festivales de prestigio como el FIP de Granada o Marpoética, algunos de sus poemas inéditos han aparecido en revistas como Estación, Parnaso o Cardenal.