ANTONIO OJEDA – EL SENTIMIENTO QUE LE IMPREGNA
VIÑA (pág. 16)
Viña, te ha alcanzado el siglo
y mi cuerpo de visita sin redes.
Las aves migran con cada respiro,
son gaviotas de patrias y mundos distintos.
Escondidas, tus ninfas de agua fría
matizan el rugir de tus ecos de prehistoria,
de tus dioses de mar antiguos:
desde la profundidad hasta tus fracturas
expuestas en Valparaíso,
desde tus olas indomables de Reñaca
hasta las dunas sobrevivientes en Concón,
desde este mar casi helado para los andantes
hasta los peñascos más altos de los Andes.
Viña, tan atada a fuerza de nudos al Valpo,
tan neciamente conectada hasta lo alto.
Paraje inmenso ante mi soledad de primavera.
Viña, el nuevo siglo te ha alcanzado
y con él convergen estos,
mis desdibujados pasos.
Reñaca, Viña del Mar, septiembre de 2018
TERMINAL SUR (pág. 18)
El nadir es la brújula.
El único destino posible
siempre ha sido el mar.
Desde antes, desde niño,
desde hace años cuando no sabía
que era mi sueño más grande
hasta el día en que nos presentaron.
Fue con otra cara,
otro calor.
Con otra humedad,
con otros caminos.
Hace tantos años ya.
Hoy qué podría decirle,
no le sé nada en esta playa.
Sólo le conozco
a orillas del Atlántico.
El mar.
La mar.
El encuentro.
Nuestra soledad.
DRAGOSTEA, VIAJERO (pág. 23)
El viajero no resiste la luz,
no ve su identidad en los cristales.
Es forastero de ciudades,
sediento del fruto de la zarza,
extraño ante la vid.
Voltea, ¡aquel aroma!
La fragancia se abre paso
como una bruma en la memoria,
sobre su maldición,
entre peripecias íntimas y varias.
¿Cuál era el nombre de la flor?
No importa, está escrito en rumano
el sentimiento que le impregna.
Dragostea, viajero.
El cuello cede al peso de tu sombra.
TIERRAS DEL HUASO (pág. 21)
Los pajarillos tocan las campanas
todos los días a las ocho treinta.
Lejos, en los cerros yertos,
el huaso me cedió su alazán
y alzó a la altura de mi sien
su chupalla, compartiéndome su título
por un minúsculo momento.
El charro se convirtió en muchacho
cuando el jinete entrado en años
preguntó la razón del vuelo
que llevó al águila real
desde el centro de la luna
hasta la cordillera que esconde
al cinturón de fuego en sus umbrales,
mientras en su altura,
un cóndor asomaba su figura
como una mancha de tinta negra
en el blanco hilo de los Andes.
La despedida se pareció a alguna
pintura con composiciones similares:
su corcel mulato figuró
junto al caballo que ahora yo habría
de dejar abandonado,
perdiéndose en el camino
que del pueblo llega a conectarse
con el horizonte aquel monte tostado.
Antonio Ojeda (Estado de México, 1997). Es egresado de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Autónoma del Estado de México por el Centro Universitario UAEM Amecameca.
Ha publicado sus poemas en las revistas Altazor (Chile), Santa Rabia (Perú), La libélula Vaga (Suecia), Kametsa (Perú) y Liberoamérica (España/Argentina).
Ha musicalizado e interpretado los poemas “Arte Poética” de Vicente Huidobro para el Primer Festival Internacional en nombre del poeta y organizado por su fundación en 2020 y “Piedra blanca sobre piedra negra” de César Vallejo para el Essential Hispanic Poetry Readings 1st Series organizado por Nueva York Poetry Review, Nueva York Poetry Press y el Departmento de Lenguas Romances de Hunter College, Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY)
Fundó y dirige desde mayo de 2020 la revista electrónica de literatura Hiedra.
Desde enero de 2021 es consejero de la Revista y Editorial Norte/Sur. También, desde abril de 2021 es colaborador de la editorial Nueva York Poetry Press como webmaster.
En marzo de 2021 fue publicado su primer poemario Hipotermia, Sopor & Soledad por la editorial de la Universidad Autónoma del Estado de México el cual se encuentra disponible en su totalidad en el Repositorio Institucional de la UAEMex.
El libro se encuentra en el Repositorio Institucional de la Universidad Autónoma del Estado de México en el enlace
http://ri.uaemex.mx/handle/20.500.11799/110350?fbclid=IwAR12GQpZ0xmW-WIdigibXUCZ72O6WTquWkhwqEjFHYdQ7n7KcIAKCgDNnbc