ASTRID VELASCO MONTANTE- NEOMITOLOGÍA
Neomitología
Un anillo a una mujer pregona:
“esta es tu sed”, “aquí en tus manos
rubricas el compromiso”.
Las mayúsculas de la intención
circulan su anular y se enredan en la conciencia,
demonio niño de la amonestación.
El matrimonio se defenestra,
se desploma.
Ángel caído.
Le infecta los dedos con promesas
y taja su inocencia
en carne para el rastro.
Mas el sueño, que eleva a lo sagrado las dudas
y vuelve enjambre el deseo,
le muestra que los anillos tienen otras sombras,
la impecable cualidad que desfigura la plegaria
a quienes por ingeniar la culpa inventaron la maldición.
La voz de aquella oscuridad
le regala un nuevo dios,
nacido de la imprudencia y la sonrisa:
un anillo, perdido en un desliz,
que tiene, como un buen dios que se precie,
el don de la ubicuidad en los recuerdos.
Salmos 42:3
Las palabras creyentes siembran flores, odios,
guerras.
Las aves apresuran sus plumas en picada sobre el abismo.
Mi confianza, mi fe, mi deseo
están en la Tierra.
El pecado transpira el salmo
de lo que el castigo nos ha robado.
Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche,
mientras me dicen: ¿dónde está tu Dios?
Afirman que Él llora en los afligidos.
¿No es acaso mi aflicción por su condena
el camino de su llanto?
Algunos invocan la transformación de lo improbable:
un vino que dejó su condición de agua
para perder su transparencia.
Repiten a otros: “los hombres no lloran”
y así niegan su condición divina,
porque hasta en el llanto
estamos hechos a su imagen y semejanza.
Y Dios llora por su humanidad
que pierde un poco cada siglo.
Habrá de extrañarla:
su carencia señalará su muerte.
Recuerdo
La memoria irreverente
tropieza en la colindancia del nervio
resbala en la sonrisa un instante
en que un dedo se apropió del tacto de otro dedo
y el imperio del silencio
delató su intención
en la mirada.
Imperios
Todo se ilumina bajo la claridad de tus manos.
La música de tu lengua recrea la visión del horizonte
y de todo aquello, lejano,
que, coleccionista, me apropio.
Hablas sin nombrarme,
conquistas las palabras para avanzar sobre mi cuerpo
rendido a las conspiraciones del sudor y la avidez.
El tiempo ha detenido la prisa y el silencio.
En mí, la respiración acontece,
crea imperios
de caderas y sombras.
La luz enceguece esta habitación destinada al olvido.
La tarde incendia,
aspira sus propias cenizas
para volver nuestro espacio un mundo,
El mundo.
Regresas al inicio,
a la creación,
nacen dioses en instantes,
deidades mudas que guardan recuerdos
en sus ojos.
Árbol
La sombra proyecta su lengua en la pared
se oscurece en la mirada,
tentáculo astral en mi cabello,
ala que extiende su horizonte hasta el muro
enredando las palabras que emergen de su tronco con mis ojos.
Toca con la suavidad de su negrura
y confunde en mi sien la danza
que la hace viento.
Mi instante es propiedad
de la caricia de esa rama.


Astrid Velasco Montante es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es editora y escritora. Actualmente es coordinadora de Publicaciones del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM. Ha publicado en antologías y revistas literarias de México, Estados Unidos y España, y el libro Un espejo que mira hacia dentro (Buenos Aires Poetry, 2022).