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AÑO 4 - 2023

CARLOS CALERO – CUANDO TODO CAMBIE

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Cuando todo cambie

 

Cuando todo cambie, la sombra perseguida
será río, nudo, látigo, reflejos
de los que respiran por nosotros.
Habremos derrocado a la muerte.
Caminaremos en la sustancia
distinta a lo que explica el universo.
Recobraremos nuestro tiempo
sobre una llama poderosa.
El equinoccio trae reposo
a quienes no sosegamos el paso
que retorna a la indignación de encontrar
el mismo rostro del mundo
con el vagón y una mañana
hasta la ranura que no es el sepulcro.
Cuando todo cambie y sea la verdad perseguida
alzaremos escudos, el presagio y la brújula
hasta que se cansen nuestros ojos
y el dolor diga estoy harto
de siglos y tolerar a los héroes falsos.

Un barco excitado

 

 

El hambre de olvido dura

lo que una vida ambiciona del recuerdo.

Intentas construir un puente sobre lo que imaginamos,

lo que induce al instante,

lo que presencia tu distancia detrás de la ciudad posible

sin obligarla a la muerte y murallas.

El vacío te convierte en fantasma.

Buscamos la belleza común al canto

con que oís los excesos del cansancio,

si es que olvidamos o todo inicio nos recuerda.

Pensaste el horizonte es testigo.

Olemos movimientos de animal sagrado.

La vida camina. La vida escucha

al silencio con ruido de cuatro muslos.

Nos recordamos como barco excitado

que nos olvida a lo largo de una cama,

sin tregua, guerra, ni cansancio.

Carta a un joven en estado de huida

(Dice que ha dejado de creer en la poesía.)

 

Estimado y ergonómico poeta: manejar palabras no es fácil, una puerta entreabierta espera al fantasma que presume mentiras. Algo o alguien roba tus ideas y ataca con témpanos, sal y aludes. Sepa que habrá hambre de taladro, infusiones oxidadas, un suburbio remoto donde se agrupan los incendios; habrá golpes en las entrepiernas acres, pastosa soledad y demonios insatisfechos. Verá, estimado y ergonómico poeta, que lo alimentarán con vísceras de gárgolas, eternas persecuciones y la furia incoada en el crematorio de los sueños. Y si le queda aire, déjelo en su mano para guiarse con una sospecha de pezuña y ángel que cae sin origen donde duele que se derrumbe el destino. No habrá sol, ni agua, ni se abrirá otro cielo. Así ocurren las cosas, estimado y ergonómico poeta. Para qué fábulas, para qué la herida del desasosiego. Es posible que lo asedie el odio. Entonces, estará milimétricamente jodido. Cada noche lo provocarán con cascabeles, patas de cerdo y mataderos, que preludian cierzo sobre los ataúdes. Ah, recuerde, el poema por sí solo no se mueve de la fosa, si antes usted no ha muerto. Pero no sé si sea verdad todo esto. (2006)

Te mido y te peso

 

Te mido con profundidad de silencio. Te peso con redondez del deseo al pensarte. Te mido con ascendencia temida del espanto. Te peso sin pensar en la muerte. Te mido sin cansancio y fuerza de palabras. Te peso con la existencia irrevocable de lo invisible. Te mido sin mirar tus dedos entre un pozo y su círculo de piedras. Te peso con la murmuración necesaria de tu tiempo. Te mido sin olerte. Te peso, te peso, todo es tan liviano sin imponer los recuerdos.

 

Logística para anotar el origen de los asedios

 

(Asedio I)

Me incomoda el deseo rugoso con que los solitarios nunca son felices. (He pensado: el mundo tiene vientre carnoso donde apoya sus años la memoria.) Me incomoda tu sombra, las grietas y asedios. Me incomoda tu soberbia con falso lenguaje. Sos infeliz a la par del rock y tu agenda de cafés sumergidos en quienes no aman el ron ni las tabernas. Me incomodan tus malas noches que tragan mi ceniza en la recámara de los solitarios, donde tu sed me hace sentir animal asediado.

(Asedio II)

Con taza de té o pasto de unicornios tampoco hemos sido felices. Renegamos de una cama donde los fantasmas no se besan, no se abrazan, no se excitan con palabras, no acostumbran el odio. Entonces no hay canto, ni traición de la nostalgia.

(Asedio III)

Solo por amor se sale de las sábanas. Nos ponemos la chaqueta y puteamos la puerta de esta falsa despedida. Por amor se nos han roto las vértebras. El silencio enfrenta la ferocidad de un juez que te apunta con su revólver. (Es poco el tiempo. La vida no utiliza agenda en la página oculta y desgarrada.)

(Asedio IV)

El cielo no te corresponde. Libera gárgolas en las ventanas. (Solo susurra: Sigamos. Sigamos, el amor no es homicida. A la vida sobran cómplices en esta cama.) Tu sombra guarda la mía. Tengo una carpa de bisonte para los sueños.  Cada fragmento de tu boca me incita. Nunca abandonaré el infierno porque me tocan tus ojos. Nunca voy a estallar, nunca. Para morir, nunca me sacaré la bala, nunca.

Exhortación urgida por sostener el tiempo y no sé qué más

 

Ve y dile a tu bicicleta por qué tanta prisa, qué la urgencia que corroe, qué hay en sus ruedas que van muy rápido, qué se come sus aros, qué la hace pesada y esclerótica; qué viene detrás y teme, qué olvidó en el patio de los insectos, qué la conduce a esfumarse, qué la hace negar la memoria y su sangre, qué carga tanto con tan poco espacio en el vacío que la retuerce, qué son esas voces metálicas y hueso, qué hizo a los antiguos ocupantes que rompieron el yeso de sus máscaras, qué golpea el neumático asediado por el fuego que consume el aire y los pájaros que osan pasar cerca de tu rumbo, qué cadena aguanta el tiempo para que subsista la velocidad del olvido y agrupe las osamentas en la ciudad que huye, que maldice, que se esperanza con volver a sus auroras y cantos de niños y mujeres partidos por el hambre, qué dirá ese cadáver sobre la montura que sostiene los cráneos de otros muertos que ven solo hacia el frente y uno se pregunta si habrá un no merecido retorno. Ve y dile a tu bicicleta que el costo por escribir merece un pasaje entre las grietas y la mala cara del que lee y repudia tanto maldito espanto.

La certeza es no poseer nada

 

Amárrate al suplicio de no retener ni soltar a nadie.

El deseo semeja piedras y cielo.

Parecieras hundir los dedos en un vientre vacío

donde intenta saltar sin pértiga tu deseo,

entre puñetazos de músculos en el ala de un ángel o el sexo,

anclado según la pasión de olvidar las posesiones

acumuladas en una historia de bosque confuso,

para suponer la torpe fortuna.

La felicidad transita sin alma.

La certeza es no poseer y te aproximás a la luz,

lenta y segura, devorada por el amanecer brutal,

hasta que empieza a soltar su aliento la nada.

Carlos Calero

BIOGRAFÍA

Nace en Monimbó, Nicaragua. Se naturaliza costarricense. Licenciado y Máster en Ciencias de la Educación. Fue docente de secundaria y nivel universitario en la Universidad Católica de Costa Rica. Ha sido gestor cultural. Ha publicado varios libros de poesía: El humano oficio, La costumbre del reflejo, Paradojas de la mandíbula, Arquitecturas de la sospecha, Cornisas del asombro, Geometrías del cangrejo y otros poemas, Las cartas sobre la mesa. Antología Generación de los Ochenta. Poesía Nicaragüense, en coautoría con el poeta nicaragüense Carlos Castro Jo. También publicó una plaquete Muerden Estrellas, con la Editorial La Chifurnia, de El Salvador. El año pasado publica un nuevo libro, en Ecuador, Hielo en el horizonte, con la Editorial El Ángel Editor que dirige el gran poeta ecuatoriano Xavier Oquendo Troncoso. El poeta Carlos Pacheco realizó una tesis sobre su poesía, acerca de la influencia del exteriorismo y lo erótico en el poeta Calero. Ha publicado artículos sobre otros poetas. Ha sido publicado en varias antologías impresas y virtuales como Carátula, Altazor, Nueva York Poetry Review, Círculo de Poesía, El Hilo Azul, Andrómeda, Isla Negra y otras. Algunos poemas suyos se han traducido a otros idiomas. Lo han invitado a festivales y encuentros de poesía, tanto en Costa Rica, como Guatemala, El Salvador y Nicaragua; también en forma virtual a los festivales Primavera Poética de Perú y el festival de Bogotá. El año pasado fue invitado a la Décimo Tercera Edición del Festival Poesía en Paralelo Cero, en Ecuador.

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