CARLOS CUAQUENTZI – MARY BELL 1968
43 DE AYOTZINAPA
43
melodías de la Tierra,
43
injusticias perpetuas,
43
noches rotas, quebradas.
Las primeras horas
en que ellos no volvieron a casa,
éstas fueron corrientes, normales,
pero sucedieron otras diferentes,
una tras otra;
lágrimas de tiempo…
Y todos esperamos
que soles vayan y regresen,
amarillos encajados
en días espesos,
tantos y tan blancos.
Y seguimos esperando.
que regresen…
¡la justicia!
¡la extensión de la verdad!
¡la creencia en la humanidad!
¡Hemos sido desaparecidos!
No hemos vuelto a casa…
Si uno de nosotros,
de los que luchan,
de los que pelean,
no regresa,
no regresamos todos…
y nos quedamos ahí,
suspendidos en la nada.
Entonces,
imagino que vivimos y estamos en las montañas
o sumergidos en los mares
o erráticos entre los árboles de hojas anchas,
imagino que nos hemos vuelto venados de sierra
o panteras de selva,
cualquier otro paraje…
pero no, ¡el estado, no nos ha desaparecido!
¿Para qué? ¿Por qué?
¿quién atrapa al aire?
Somos aves de lid o briznas en el viento.
Somos el fuego de la batalla.
Somos la juventud que ha sido castigada.
Somos el futuro que incendia.
Somos los 43 de Ayotzinapa.
HEMINGWAY HA MUERTO
¿Por qué las carnes
del mundo se avergüenzan
de sus suicidas?
Hem tomó su escopeta
y mordió a sí mismo
la garganta
con plomo hirviente.
El humo grisáceo
y el eco
del terrible golpe
o un trueno.
“¡Ca-ra-wong!”
Mugía o
rugía su pluma.
Yo imagino los suelos
y las paredes.
Un mar bastante violento
en esa habitación
y su cuerpo roto.
Y el fuego sembrado.
Girones de hombres en Normandía.
Y vitoreos vivos
latientes
en botellas de vino
de los gigantes de España.
Por último
los finos coños
de mujeres
rubias y castañas
celosas
y su intento
de sujetar ascuas
de Infierno y soledad
con su delicada palma
blanca
y tersa.
¡Hem, Papa!
¡Se ha suicidado!
Europa y América
desprenden terruños
y hombres libres ahogados
en sus violentos océanos.
Hemingway ha muerto.
Se ha suicidado.
MARY BELL 1968
Martin Brown
de cuatro años
era rubio
y con ojos castaños.
Buen chico,
sonriente,
siempre así,
como fruto de
instantáneas Kodak,
antiguas,
sepias,
un little viking
de Scottswood
en Newcastle upon Tyne.
Y habrá un aire
especial.
Mary Bell
de diez años de edad,
corre por las calles,
pero,
en esa casa abandonada,
con los dedos
de aguja
de hielo
de mujercita bonita
estrangula
al pequeño Martin Brown.
¡Asesina tierna!
¡Qué rosa el fulgor
de la demencia,
con zapatillas
de niña,
con la inocencia
de quien aún no es
mujer!
Mary Bell,
al sol plateado,
frío,
con la persecución
de sombras del mal,
aún no cree la policia
que sea capaz
de asesinar.
Mary Bell,
habrá un aire
especial.
En la comarca,
con flores blancas
y en el lago gansos
grises y marrones,
ahí nació
el pelirrojo Brian Howe,
pequeño y guapo
de tres años de edad,
decían que buen pibe
ojos claros
de cristal.
Pero…
halló en su existir
a la niñita roja
Mary Bell.
¿Quién quiere morir
a los tres o cuatro
años de edad?
Brian Howe
miró a Mary Bell
tan cerca
y ella
con casi-un-beso
se acercó y lo estranguló
también.
Niña-diablo.
¡Ha liberado letras negras
de Shakespeare,
de Lord Byron
y del mismo Satanás!
Me ha dicho la noche
que salga del poema,
pero no quiero hacerlo,
de éste no.
Siento amor
por la niñita
que arranca el pelo
del juez, de sus padres,
del puto dios.
Mary Bell,
habrá un aire
especial.
Que Gran Bretaña
no te olvide.
No teman ya;
eres Shakespeare.
Byron,
la sangre,
el miedo y
el dolor.
Mary Bell,
casi todo es poesía,
pero ya la temen
del otro aire
con huellas de mal.
Mary Bell es ahora
una mujer,
y es de pensar
si sus manos aún
gozan apetito
por el asesinato
por uno o dos niños,
si es rosa o roja
si es maligna
o quiere el perdón.
Eso es el otro aire,
eso es el inocente mal.
NEGRA ELEGÍA
Oreo frío.
Viví entre
cedros y pinos.
De alguna forma
destellaban
primitivos fuegos verdes
y de sus arterias
me deleité en su savia llameada
en oros.
Pero el día
será noche.
Y la alegría
tristeza
o desconsuelo.
La ciudad
ahora es mía.
Escucho sin solaz
la profunda
y perpetua
Negra Elegía.
Melancolía e Ira.
TODO IMBÉCIL
El problema es que tuviste la oportunidad de mirar lo que es bello en el mundo. Y sabes que nadie mira lo que miras. Ocurrió hace demasiados años. Pero no puedes aceptarlo:
El franquismo
sucio como hocico,
mató a García Lorca.
Y todo imbécil puede matar la poesía.
Cualquiera.
El problema
es crearla.
Carlos Cuaquentzi. Egresado en Historia de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y estudiante de Creación Literaria de Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Poeta y escritor. Lee su trabajo literario en bares de la ciudad, bibliotecas y museos. Creador del proyecto cultural y artístico Ciudad Absenta. Ha publicado en la revista electrónica de política y arte Enpoli y en los muros y suelos de la ciudad, todo depende del humor de la policía.