CÉSAR CABELLO – EJERCICIOS DE SIMETRÍA
MULTITUD
Escribirás de historia, no de mitos.
Al caballo alado lo dejarás pastar en la aridez
de la hierba muerta.
Darás al hombre una bandera izada
como un traje nuevo
y un rostro al inquilino hospedado por la marcha.
Pondrás tu voz al servicio de las hordas.
No la tibia sonrisa del esclavo o del rehén
que abraza a su asesino.
En el lenguaje de la guerra,
el mártir revive en un cadáver aún más fresco,
como un ídolo desfigurado al que no le sanan
las heridas.
Necesitas sangre para teñir los pétalos
de la rosa funeraria,
cavar trincheras en las mentes de los jóvenes
para que su patria sea un país
y no un abismo.
Un soldado marca su victoria en el pecho
de un huérfano. No así un rebelde,
que arrastra ataúdes
hacia el coliseo del amanecer.
En el lenguaje de la guerra,
la muerte escoge un bando,
levanta tiendas de campaña en nombre de los hechos
que consuman la derrota del más fuerte.
Escribirás de historia, no de mitos,
para instar a la revuelta del hombre
que acaba de nacer.
INHUMANO
En el agua soy eso que ronda,
de pesadas gotas negras desmembradas
en arterias de la creación.
Bicéfalo de padre
y hermano de los hombres,
asesino al tiempo,
a la edad perdida de la tierra,
en su lengua y en el látigo
que levanta al cadáver
de la tumba.
Soy eso que sucede mar adentro,
personero de su lápida,
sombra cadavérica
apoyada al ángel
con el pie hundido
en una poza.
Soy mucho más antiguo
que la muerte, pálpito de arena
o mueble inconfesable
de traidor.
Soy andamio de lo informe,
engranaje que sostiene al viento
en su peldaño.
Sin mí las cosas se derrumban,
muestran sus podridas vendas,
su raíz sin dedos,
a aquello que no sabe
y no puede morir.
Soy un nido atiborrado de tijeras,
dentaduras falsas, como cuernos
o clavos.
Sin mí las cosas se derrumban,
retuercen sus desnudas huellas
y siguen al sol en retirada.
Al agua vuelvo
como sombra de lo humano,
entre aquello que no sabe
y no puede morir.
I
Ese rostro se deforma con el tiempo. ¿Cuánto demora la belleza en convertirse en un cadáver? La muerte te encuentra y repite su decrépito seseo de niño. Es como si aprendiera a dominar el lenguaje de una marioneta que tiene una de sus cuerdas enredada al cuello.
No son muchas las palabras que resumen nuestro diálogo: horror, traición, doble venganza. Quizás la injusticia de una saga de accidentes, no lo sé.
A mi espalda, el escorpión exhuma lejanas existencias, a filo de lanceta talla la barcaza donde anidará la familia del cuervo blanco. Sospechoso, como Saturno, de devorar a sus crías antes del banquete y de los gusanos de la sangre.
Cuando la humanidad aún no era albacea de carroñeros y los recuerdos caían a la tierra como nueces frescas, buscábamos la leche cuajada en labios de los dioses y arrojábamos al vacío sus inexpugnables máscaras.
Durante mucho tiempo grité «eternidad». Hacerlo una última vez, antes de partir, no cambiaría nada. Las palabras tropiezan con el sonido azul del vértigo y la belleza es una sombra desdeñosa que cojea a nuestro lado.
Trae con ella la invertebrada muerte, responde con evasivas largas notas de suicidio. El poema es un andamio más en el edificio del alma, telaraña temblorosa tejida entre dos juncos:
El poema • su escatología
Durante mucho tiempo grité «eternidad». Hacerlo una última vez, antes de partir, no cambiaría nada. Sus fronteras esparcidas en la cuna perfilaron tu silencio; la mortaja tiñó mi rostro con fríos rasgos de escepticismo.
II
¿En qué crees? Te persignas.
El chillido de las gárgolas congela el aire
y descose los hilos del vestido
de la mujer ataviada con una corona
de flores muertas.
Es dulce el Paraíso
y la fantasía de ser aplastado
por el pie del tiempo.
De tu lengua caen látigos,
falsos anatemas, continentes.
Al lector le están veladas
las puertas de la metáfora.
En sus tobillos lleva grilletes
de escapista.
Tres vértebras del cuello de una virgen
forman una catedral
y la bailarina huye de la herida
que moldeó su cuerpo.
¿En qué crees? Te persignas.
La imagen repite otra vez el mundo.
Los límites del futuro no tienen bordes.
No hay quien curve las sombras de los árboles,
desnudos, bajo los elementos.
III
¿Hacia dónde vas? Te detienes. Es extraño no habitar lo que vemos de la tierra. Los impulsos se reducen a la exacta simetría del tigre, contenidos en la zarpa y en el abismo que muestra a Dios sus incisivos.
Las sombras delinean atajos de deseo y ese niño que gatea, como un ídolo transfigurado, pasa entre miradas sediciosas de hombres que lo sacarían, de un puntapié, de escena.
La túnica en la que flotas huele a flores, a sábanas sucias, a velas de cementerio. Es como si alguien cortara para ti una amapola fresca, pero dejara trozos de raíces en tus bolsillos.
Reunir tus fragmentos se ha transformado en un hábito imposible. Las regiones de las que alguna vez fuiste parte, en ese doble juego de plenitud y vacío, salen en tu búsqueda y piden ayuda.


César Cabello (Santiago de Chile, 1976). Ha publicado Las edades del laberinto (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2008), Industrias CHILE S.A. (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2011), El País Nocturno y Enemigo (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2013), Lumpen (Santiago, Tacto Editorial, 2016), Nometulafken, al otro lado del mar (Santiago, Lom Ediciones, 2017), Cuaderno obrero (Edición personal, 2019), Idolatría del huésped (Nueva York, Nueva York Poetry Press, 2020). Ha sido incluido en las antologías La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea (Málaga, Cedma, 2008); Los cantos ocultos. Antología de la poesía indígena latinoamericana (Santiago, Lom, 2009); Memoria poética. Reescrituras de La Araucana (Santiago, Cuarto Propio, 2010); Escribir en la muralla. Poesía política mapuche (Buenos Aires, DLG Ediciones, 2011). En 2006 obtuvo el Premio Eduardo Anguita. En 2007, 2012, 2016 y 2019, recibió la Beca de Creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. En 2010 y 2012 se le concedió el Premio Mejores Obras Literarias de Autores Nacionales, por los libros Industrias CHILE S.A. y El País Nocturno y Enemigo. En 2019 se le otorgó el Primer Lugar en el Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press.