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AÑO 4 - 2023

DAVID HEVIA – CÁRCEL DE MUJERES

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CÁRCEL DE MUJERES

 

Y tú me preguntas

Cómo es esto de venir

A enseñar en las celdas.

Yo te contesto de prisa,

antes que el guardia me vea,

pero sobre todo para que tú veas

que lo más triste aquí

no está

en el egoísmo

de la luz natural

ni de la luz artificial.

Tampoco en el disparo reumático

de las regaderas,

ni en los guantes de goma

haciendo su redada en las vaginas,

ni en el sarcasmo uniformado

apuntando a las vaginas,

ni en el gas pimienta

entrando en las vaginas,

ni en las monjas implorando

para que no existan las vaginas.

 

Hasta la soledad estuvo

antes de llegar aquí.

La pobreza estuvo

antes de llegar aquí.

La pobreza estuvo

con todos sus moretones.

La pobreza estuvo

con todos sus hijos,

aunque aquí

todo se reúne en un segundo

insoportablemente lento.

En un segundo

los dueños del mundo

arman su laboratorio,

su fábrica de la pobreza,

del porvenir de la pobreza,

tan moderna y masificada

que no necesita barrotes.

 

Y las compañeras

no tienen acá

cómo decirte,

cómo avisarte,

cómo explicarte

que en lugar

de conmiserarte con ellas

entiendas que lo triste

es cuánto se parece

la cárcel a la escuela

donde enseñas,

o al enorme templo votivo

donde se manipula

y se manufactura el futuro:

el cerco de púas

crece frondoso

en las grandes avenidas.

 

Acá ocurren otras cosas.

Acá llegan los cuchillos,

pero especialmente

―si acaso es distinto―

llegan funcionarios públicos

a inaugurar bibliotecas

con libros de autores

que no trabajan en la cárcel,

pero que en el fondo

comen de la cárcel.

Acá hay buenos libros;

todos sin leer,

igual que allá afuera,

solo que ese afuera

no está muy afuera

y cada vez es menos grande.

 

Entonces enseñar acá

es compartir

 un secreto hermoso

que las compañeras

hacen crecer en las vaginas

para hacer estallar el mundo.

Acá no hay gente

mirando el techo.

Los parientes toman distancia.

La prensa toma fotografías.

El fiscal toma pruebas.

Las gendarmes toman represalias.

El médico toma medidas

para que las presas tomen calmantes.

El perito toma muestras

después de cada suicidio.

La contraloría toma razón

y tú todavía no tomas partido.

EL LUGAR DEL AGUA

 

Una estrella no tan fugaz

extravió su razón de oráculo

y, envuelta en párpados la noche,

descendió para dar altura

al canto que recorre nombres

alfombrando uno y otro otoño

con la empuñadura del árbol.

 

De nada le sirvió batirse,

porque retuvo la luciérnaga

su intermitente magisterio

y no perdió la voz el grillo

al oír que alguien pretendía

la sabiduría del salto.

 

Vencido el fogonazo pálido

por la chispa de la madera,

se precipitó en las raíces

su tan aplaudida agonía,

por vocación rival del agua

signataria de los acuerdos

que facultaron a la brisa

para dar aliento a los besos.

 

Se propuso imitar, al menos,

todo lo que envidian los dioses:

el color de la marejada,

la partitura de los pájaros,

la guardia que dispuso el bosque

para cerrar el paso al tiempo;

el circunloquio de la aréola,

urgente mapa de los mundos,

turgente napa en lo profundo,

moreno destello que augura

la trayectoria de las bocas.

LAS PALABRAS QUE SIGUEN

 

Las palabras que siguen ya estaban sin decirlas,
y ahora que el reloj ajusta ante un espejo
los últimos retratos previstos por el cuerpo,
remontan sus pinceles la sucesión escrita
en cada manecilla que torna al hombre en vástago.

 

Voy del retoño al árbol olvidando el vocablo.
Con ayuda del aire y su emplumada escuela
arribo al balbuceo donde exhalan las nubes
su nacionalidad vertida en nobles charcos.

 

Para encontrarte en ellos hoy yo te desheredo;
que sin pedir más voz a la que anuncia al sol,
el alba sea el albacea
de las jornadas que recogiste.

 

Te dejo cada beso, resultado de ti:
una ciudadanía requisada temprano,
el nombre de las flores que van acompañándonos
o, si así lo prefieres, las palabras que siguen.

BIOGRAFÍA

David Hevia (1971), poeta y ensayista, realizó sus estudios de posgrado en Filosofía en las universidades Complutense de Madrid y de Santiago. Es responsable de un proceso creativo que registra, entre otros reconocimientos, el primer lugar en los certámenes Artecien (1990), Juegos Florales de Valparaíso (1991), Juegos Florales de Santiago (1992), Safo (2011), Juegos Florales de Bruselas (2017) y la Medalla Bicentenario, conferida en 2016 por la Academia de Letras por su aporte al desarrollo cultural. Ha sido editor de la revista Paradigma y de los diarios La Época, El Metropolitano y La Tercera. Es director nacional de la Sociedad de Escritores de Chile, de las gacetas Léucade y Alerce y del programa radial Barco de Papel, además de ejercer como rector y fundador de la Universidad Academia Libre, donde imparte Filosofía y Literatura. Entre otras actividades culturales, se ha desempeñado como profesor de Literatura en la Biblioteca Nacional, en la Biblioteca Severín, en Valparaíso, en Chillán y en la Cárcel de Mujeres de Santiago. Es autor de los poemarios Historia de la desnudez (2011), Anoche el día (2015) y La canción del amor (2018), este último dedicado a Gladys Marín. En 2007 pronunció ante el Congreso Internacional de Semiótica la conferencia Cómo muerde la poesía, donde aborda la arista antropológica del verso. En esa concepción es posible hallar pistas para seguir La belleza como demostración (2013), Estética (2019) y La Luna y las pléyades (2021), traducción que recupera la musicalidad de los textos de Safo, rescatando la dimensión de género y las reflexiones protofilosóficas de la poeta.

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