DAVID VIVANCO – LA SILLA DEL HASTÍO
La silla del hastío
No habrá celebración después del triunfo
Me darás un sorbo de agua antes de dormir
Yo me quitaré los zapatos
y apagarás la luz sin besarme la frente.
Pensaré en los aplausos
que tropiezan sobre el roquerío
donde aún confunde la sombrilla
de quien no amé.
Sonreiré un poco; algo habré logrado
dejaré los versos sobre el velador
y daré la vuelta
Solo habrá una pared como espalda
una espalda como un cosmos
y el silbido buscando a los niños que nunca fuimos.
Espeso
¿Con qué rima mi nombre? ¿Cómo se cata el olvido? ¿En dónde termina un Haiku? ¿Te gusta así?
¿Por qué soy tan púbero? ¿Cómo sepultar a un ser querido? ¿Cómo agrandar el pene? ¿De dónde
viene la lengua? ¿Te hago falta? ¿Cómo dormir temprano? ¿Cómo ponerse un condón? ¿Por qué
escribir? ¿Por qué evitar el suicidio? ¿Con qué realizar un aborto? ¿Existe Dios? ¿Le importamos a
Dios? ¿Le importamos a alguien? ¿Me haces falta? ¿Duele ser gay? ¿Y no serlo? ¿Cuánto vale la
última dicha? ¿Es caro morir? ¿Cómo se escribe un poema a mano? ¿Es malo fumar mucho?
¿Quién era Ezra Pound? ¿Me puedo automedicar? ¿Literatura de autoayuda? ¿Cuántas
cucharadas de azúcar? ¿Qué hago en este país? ¿Sabrá mi madre que me gusta escribir poemas?
¿Qué soy?
La casa de al lado
Amo a una niña de 12 años.
Le llevo chocolates y animales artificiales hinchados de algodón.
Yo a su edad ya no era virgen, no me molesta si no lo es.
Me contento con un beso en la mejilla.
Un beso para el tío David, el poeta.
No quiero que nuestras lenguas se encuentren.
Quiero que se acerque como a un perro anciano
beber de su mano y aminorar mi desdicha.
Amo a una niña de 12 años y no quiero a ninguna otra.
Ella dice que nos esperemos
luego sale corriendo a modo de juego.
La amo tanto y tanto me ama
que nos romperemos el corazón cuando me suicide.
La casa de febrero
Quiero que nuestras tumbas estén juntas
para atesorar un ardor común
Desconozco si los esqueletos pueden moverse hasta lograr un abrazo infinito
desconozco la perdurabilidad de un epitafio
Compraré nuestro subsuelo hasta el año tres mil después de Cristo
para que la oscuridad vuelva a recuperar esa acolchada connotación de intimidad
Todo será un largo día de; “faltemos al trabajo y quedémonos en casa”.
El último cigarro
Volví a prender otro cigarrillo.
Te juré no hacerlo, pero la lluvia es densa
y las cervezas no las he orinado todavía.
Volví a dejar un cigarro a medias sobre el macetero.
Ya no hay nadie con quien esperar la muerte
y los días fáciles han pasado de moda.
No te aterres si entro sin hacer ruido.
Volví a buscar la vieja guitarra.
La que me regalaste para tocar en la iglesia.
Escribir poesía no salvará mi alma.
Cuánto lo siento.
David Vivanco, Licenciado en Literatura por la Universidad Diego Portales, poeta alumno de la Academia de Letras de San Bernardo desde el 2012; galardonado en dos ocasiones en el genero de poesía en el concurso municipal de la misma comuna. Ha sido antologado tanto en narrativa como poesía, ha publicado su primer poemario “Matorral” el año 2021 y actualmente se encuentra trabajando en su segundo libro.