ELISA DÍAZ CASTELO – Poemas de El reino de lo no lineal (FCE, 2020)
I
Vine a morir un día de alta mar en Aruba
con las aletas y el esnórquel puestos.
Supe que me moría. No hay peor dolor
que el miedo, hay que decirlo.
Por lo demás, no pude despedirme. Ni siquiera
del cuerpo. De pronto siempre es tarde.
Quise gritar pero el agua me calló la boca.
Desde entonces en un oído escucho,
aunque esté en el desierto, oleaje del Caribe.
Y hasta mi nombre, Celso,
se me ha salado un poco.
Quiero decir dos cosas. Primero:
todos los ahogados en el mar mueren de sed.
Punto y aparte. El tiempo, allá mismo,
en el anverso, es pura orfebrería.
Me levanté del cuerpo
como un niño aletargado de su cama
y me miré desde arriba mecido en el oleaje.
Supe entonces que somos tan ligeros:
pesamos menos que el agua salada.
Me distraigo. Eran dos cosas
que quería decirles. Primero:
la muerte es multitud. Desde arriba
pude mirar, extraña aparición,
a los demás ahogados,
todos ahí, devueltos a su muerte,
acróbatas del agua y del respiro,
llevados por la lengua ávida del mar.
Cada uno una y otra vez, durante siglos,
atravesado por el acto siempre ajeno de morir,
empedernidos en su muerte o resignados,
pero todos muriendo, hay que decirlo,
con la muerte en cuello,
rebosando su sal en los bolsillos. Entonces
soy uno de ellos, casi,
soy por poco alimento, tibio todavía,
y me pregunto: ¿qué pez se comerá mi corazón?
Pero no me morí
lo suficiente: mi nombre, Celso,
se me volvió a la boca
y el albedrío de mi cuerpo quiso. Dos cosas,
sólo dos, quiero decirles: cada quien tiene el suyo
pero mi dios es esa agua tibia iluminada.
Me atraviesa su lumbre líquida y despierto,
todavía, cada mañana, a veces,
con el oleaje propio de ese mar adentro,
mi sangre una marea tibia y salada, iridiscente.
Y hago de cuenta que la muerte es mi cumpleaños.
III
El mundo es un establo de muertos. Una flota de ataúdes bajo tierra. En las noches, remontan sus pasados, recuerdan de sus vidas caducas número y entrecalles. Nuestros muertos entran a casa sin premura, con llaves propias. Prenden cada hornilla de la estufa. Abren la puerta del refrigerador, se le sientan enfrente y, bañados por su luz fría, discuten con él en su idioma de gerundios mecánicos. Se cepillan los dientes con nuestros cepillos. Juegan a probarse nuestra ropa, se burlan de nuestros calcetines disparejos. Yo también, recién entrada y sin tocarlos, vi que tenían hambre, yo también, y sin tocarlos, quise gritar sus nombres, vi que habían dejado sus uñas de alejados centímetros en sus ataúdes y quise decirles yo también y quise yo, recién entrada, afilar mi rostro con la luz de sus voces. Yo, siendo quien soy, quien habla y desde dónde. Pero no hicieron caso. Respondieron apenas a mi cuerpo, como si fuera el recuerdo de sus vivos atravesándolos con un escalofrío invertebrado. Sentada en las orillas, los vi con bocas abiertas realizar el simulacro del llanto sin lágrimas. En realidad no están tristes; no les alcanza el cuerpo para tanto. La oscuridad les pesa como tierra mojada. Domesticados como mascotas insomnes, miran los semáforos de las calles vacías y tratan de recordar el nombre de los colores. Yo, recién entrada, quise olvidar para quedar tan trunca como ellos, pero en mis labios rojo, verde, amarillo, como quien come flores. Los desintegra el olvido de los vivos: cada facción olvidada se borra de sus rostros, se oscurece. Yo quise tomarlos de las manos, pero ellos se negaron a entrelazar sus dedos con los míos y supe que tampoco ahí pertenecía. Quise reconocer su celo, pero ellos nunca. Supe entonces que ni siquiera ahí, que yo tampoco, yo, recién entrada. Al salir de vuelta a la vida me pregunto: ¿se cansan los muertos de tanto aguantar la respiración? El suyo es un mundo submarino y sus movimientos son leves como de medusas que apenas creen en su cuerpo y se miran a través de sí mismas.
Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986)
Autora de Proyecto Manhattan (Antílope, 2021), ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020 por El reino de lo no lineal, del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017 por Principia y del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019 por Cielo nocturno con heridas de fuego, de Ocean Vuong. Con el apoyo de las becas Fulbright-COMEXUS y Goldwater, cursó una maestría en Creative Writing (Poetry) en la Universidad de Nueva York (2013-2015). Ganó primer lugar en el premio Poetry International del 2016, el segundo lugar del premio Literal Latté 2015 y quedó entre los semifinalistas del premio Tupelo Quarterly 2016. Poemas suyos aparecen en Letras Libres, Nexos, Hispamérica, La Revista de la Universidad, Tierra Adentro, Este País, y Periódico de Poesía, entre otras, han sido incluidos en la antología de poetas jóvenes españoles y mexicanos Fuego de dos fraguas, en la antología Voces Nuevas 2017 de la Editorial Torremozas y en la antología Liberoamérica (España). Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA en los periodos 2015-2016, 2018-2019 y de la Fundación Para las Letras Mexicanas (2016-2017, 2017-2018). En 2018 fue seleccionada como una de las dos poetas jóvenes de América Latina invitadas al Festival Internacional de Poesía que se celebra en Trois Rivières.
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