GABRIEL SALINAS – Enigmática escena del control aterrador
Encierro
Noche fresca,
imágenes sin halo.
El imposible umbral, efímero quedó atrás.
De repente se quiebra la angustia,
desbordante sensación.
El cauce perdido. Milagro imperceptible.
Las nostalgias
vuelven lo andado.
Un paso tras otro,
serenamente,
descansan.
Tímido calor,
caricia en el pecho.
Una profunda exhalación
libera la bruma de los ojos.
El cielo y el horizonte
reaparecen.
Indiferencia en todas partes,
la tristeza se rompe sin crujir.
Tras una ventana mustia
las lámparas callejeras
como soles mendigos.
Las sendas de asfalto
se extravían entre sí.
Tristemente,
no hay a dónde ir.
Sátira menipea
Cuando todo parece posible,
luego todo parece imposible.
Sin más…
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
Toda certeza perece en el aleteo cesante de una paradoja,
retórica inquieta, habitante histérica del alma,
como una verdadera polilla metafísica,
busca posarse delicadamente en algún fundamento,
para raer la sustancia espuria que lo abriga,
cuyo apetito desnuda las fibras vibrantes del cosmos.
Entonces podemos atisbar
la solemne indiferencia
del tiempo y el espacio,
fuerzas inconcebiblemente infinitas,
fundiéndose en una filigrana de sangre espesa
como el magma,
reduciéndolo todo a la devastadora dimensión de lo real,
torrente furioso de incertidumbre,
que se expande al ritmo del universo,
hacia la helada oscuridad de la finitud.
Entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
-Si piensas en rendirte,
y ya lo has hecho antes,
sabes que dejar de pelear,
cueste lo que cueste,
es dolorosamente peor,
que someterse
al intoxicante veneno
de la auto negación-.
Entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
Toda consolación
resuena inútilmente
en una metáfora afónica,
morbosamente
el vacío marcha a su goloso capricho,
poblando el ambiente de a poco,
deleitarse con el espectáculo de la decadencia humana
es su delirio,
ese desolado cinismo patético,
al que recurren los miserables,
para justificar, el seguir respirando,
exudando miedo,
hasta asfixiarse en el abrazo vano del silencio.
Entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
-No sabes que hacer…
divagas y te revuelves en círculos,
es lo que te queda,
la terca anáfora,
porque tu retórica banal,
ya no tiene ningún efecto-.
Entonces,
un poema,
unos versos elusivos,
demasiadas palabras,
demasiados pulsos expresivos…
proyectan sensibilidades
para compartir de buena fe,
buscando redención,
ruegan atención a brazo partido,
satisfaciendo la mendicidad del ego,
con energía
para alimentar el musculo herético de la imaginación,
santo refugio…,
florecen imágenes antojadizas,
fragancias exquisitas,
coronan la inspiración desesperada,
un actor más, en el teatro de la vida,
que afrenta y no enfrenta al público,
con soberbia.
-Entonces, descubres que no eres especial.
Entonces, navegas en un espacio infinito,
pero yermo, como un verso maestro,
arrastrado por la tragedia,
que se revela cual epifanía estética,
trascendida por el ruido histérico
de la belleza industrial,
entre tanto de todo,
tornándose efímeramente excitante,
paradoja del asecho mortuorio-.
Y entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
Ese fuego poderoso
en el que todos los elementos se enamoran,
el ardiente apetito por devorarlo todo entre todos,
irradia deseo, energía y luz,
y así sean imperceptiblemente metafísicos,
son visibles gracias a un laberinto de espejos,
que forman y deforman, sin reparo moral,
la apuesta del ser, por volver a la vida.
-Y…, si quizás,
nuevamente,
el amanecer de una conciencia,
que librada al azar de su condición humana,
se marchite y muera sin florecer,
sea el drama insignificante de tu cantar,
recuerda olvidar la luz,
al hundirte en las penumbras amargas
de las estériles pesadillas existenciales-.
Como una luz apagada,
que aun se eleva por las alturas,
con su resplandor moribundo,
atrapado en el tiempo;
la frágil experiencia de la realidad,
es un destello enigmático,
sostenido por la inmensidad,
donde suele extraviarse la razón.
Por ello, esta vez…
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria,
quizás se despierte la fascinación adicta de la pasión,
y el mundo sea algo más que un patíbulo interminable.
Porque a veces, tras la caricia huidiza de la inspiración,
Se disuelve la desesperación palpitante, que anida en el pecho,
donde el falso sosiego del espíritu, por asirse a la existencia,
sepulta cobardemente un secreto a voces,
el coraje inquietante para contemplar la vida,
en el fulgurante estallido de sus posibilidades,
cual diatriba, en un escrito violento e injurioso…
Loa triste
Esta noche
tal vez,
Pueda escribir los versos más tristes,
Para luego quitarme la vida
O podría simplemente,
Retorcerme con timidez
Hasta quedar dormido
Y abrazar el orgásmico adormecimiento,
Del abandono de uno mismo
En el horizonte que ansían, nuestros deseos
Da lo mismo
Tal vez…
Porque el deseo es vida y muerte
Vacío y vacilación
Es satisfacción herida de tormento
Y tormento herido de satisfacción,
Una vida que se sabe dulce
A una cálida herida de muerte
Promesa ilícita de goce
De una maravillosa dulzura opaca
¡Pero maravillosa al fin!
Como la paradoja infinita
de la vida y la muerte
que nos trasciende gloriosa
que nos entierra en la finitud
con una tensión desproporcionada
Que invierte todo en invertirse
Cual incertidumbre agotadora
Que solo sabe agotarnos
Gota a gota, golpe a golpe
Nos toca, nos ilumina y nos apaga
Hasta volvernos locos de ilusión y desconsuelo
Porque siempre nos movemos detenidos
Lanzados con fuerza hacia la nada
Desesperados, ansiosos, hambrientos
del reluciente y efímero halo
que se nos antoja impoluto y glorioso
El halo de la trascendencia
Que habita en un diminuto guiño extraviado
Y sólo alcanzamos,
En el acto de dejarnos seducir
Y acariciamos,
En el acto de dejarnos poseer
Solo queda conformarse con eso,
Y con la sabiduría de los muertos
Que desearon ser inmortales
Peor es, tocarnos a notros mismos
Desde el extremo vacío del fracaso
Para empezar tarde a aprender el valor de nada
Y el sentido de elegir pobremente
Con la estupidez de los miserables
Que miran la vida desde una grácil apatía
Y un negado horror a la muerte
¡Pobres cabrones!
¡Hijos de puta!
Miserables fuimos… y somos…
Da lo mismo
Tal vez…
Porque el deseo
Es una fantasía que pasea en el horizonte
Hasta perdernos en nuestra mirada
Es extraviarse en la quietud
Como si nuestras pupilas fueran un océano mendigo de suelo
Una masa informe que se chorrea a ninguna parte
Apresada en su féretro vítreo y reluciente
Con la belleza del diamante que no fuimos
Y la dureza inútil del cristal
De peso muerto,
Que si somos
Solo alcanzamos a movernos
nerviosamente en nuestro lugar
Cuando los terremotos de la vida
Rugen desde el interior de todo
Hasta que el movimiento parece reposo
Y las trayectorias atraviesan ningún lugar
Da lo mismo
Tal vez…
Y es que el deseo no existe
Solo mi deseo
Es mi deseo al fin
Es mi juego sexual, entre vida y muerte
Es mi celebración melancólica
Es el festín de eros y tánatos
Es el autoerotismo
De nuestra desconsolada finitud
Es la gracia de perder,
En la marcha efímera de nuestra existencia
Y hallarse en recuerdos lejanos
Habidos de una satisfacción
Hoy desesperantemente perdida
Hoy, buscada con desesperación
El deseo
Es la angustia del tiempo
Y el dolor del espacio
Es la penosa resistencia a consumirnos
Como los titánicos volcanes
se convierten en un polvo miserable
o los ríos se tornan
En un espantoso cadáver de sal
Es la alegre satisfacción del imposible
Pasado, siempre pasando
Una constatación del tiempo
Que fluye como el agua del rio heracliteano
Donde uno nunca se baña dos veces
Pero igual termina mojado
Muriendo de frio
Tal vez muriendo de deseo
Por el alivio cálido de la vida
Que nos arropa por ahora
Sin poder calentarnos
Como el cauce que nunca vuelve a ser el mismo
La muerte es el deseo supremo
Deseamos el alivio de la satisfacción absoluta,
Y esta no existe más allá de la muerte
Del término del deseo
De la muerte del deseo y uno mismo
Da lo mismo
Tal vez…
Amnesia
Soñé con mis episodios amnésicos,
desperté recordándolos claramente.
Enigmática escena del control aterrador,
mi cuerpo inmóvil paseó sin destino.
El deseo es el caudal de la locura,
agita las aguas del inconsciente.
Quizás anhelo lo que temo,
perderme en un océano sin cielo.
IV.
Cansada contemplación rutinaria, búsqueda errante
entre el perfil ciego de las cosas
Que esconden los fantasmas de los días
En esta soledad adormecida por su placida herida
Lentamente el espacio se filtra de un vacío enrarecido
Fríamente cristalino como el brillo de una estrella muerta
Mientras el tiempo agoniza en la inercia de la impaciencia cósmica
Escenario azul profundo que pueblan las estrellas.
Infinita expectación que habitamos entre desvaríos,
Terribles sentimientos sin sentido expresable,
Laberintos de la conciencia que se resuelven en la nada.
Un todo triste y devastador que se descuelga del abandono,
Como el rio crecido, o el follaje encendido, en una tarde cualquiera.
Furiosa la energía fluye sin rumbo hasta ser disipada en la nada
Las horas pasan con terquedad acalambrada,
Como el tímido claro de luna
Puebla los resquicios de la maleza silvestre
Sin sosiego la vida se proyecta hacia la muerte.
Un día más, cuya sombra navega entre sustancias,
Respuestas felices a preguntas inútiles.
El hoy de todos los días que resopla aislación,
Imperturbable condición para escribir estos versos,
Cargados de inspiración nostálgica y patética,
Sin reparo, el rumbo extraviado de mis emociones.
Gabriel Salinas es periodista cultural, ensayista y poeta chuquisaqueño autodidacta. Ha trabajado como columnista del área durante varios años y publicado varios ensayos sobre letras, música y artes visuales bolivianas, desempeñándose también como curador de diversas muestras artísticas e histórico sociales. Con experiencia como facilitador de diversos talleres sobre estética, crítica y escritura de ensayo, Salinas ha desarrollado diversas aproximaciones literarias a la producción artística boliviana y actualmente encamina un proyecto pedagógico para construir una plataforma/blog de crítica cultural local, llamada: Ox-xí-mo-or-on, (https://oxxxi.wordpress.com/) que se articula con el objetivo de ahondar el sentido “político de la mirada”, y trastocar el rol pasivo del espectador frente al fenómeno cultural. Dentro de sus publicaciones, se destacan los ensayos sobre estética y música realizados para la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, así como para el Centro Simón I. Patiño, la Universidad de San Simón, o la Editorial 3600, en su volumen dedicado a las Jornadas de Literatura Boliviana, desarrolladas en la Feria Internacional del Libro de La Paz 2016, y finalmente su opera prima “La poesía es una morada absurda”, también en 3600, poemario escrito en parte, en el proceso del autor al enfrentar su internación en un sanatorio mental, por exceso de lucidez, y de la que salió bien librado, publicando muchos escritos más en lo posterior…