GIOVANNA MIRALLES TERÁN – «NO PARA COBARDES»
4 poemas del poemario “34 Treinta y cuatro”
La Bruja
Los demás al verme igual a ellos:
Los perdidos,
me siguen al instante.
Voluntaria y dócilmente,
me entregan sus secretos,
me dejan acunar sus sueños
y a veces logro espantar sus miedos.
Jamás abusaré
de la influencia que ejerzo;
quien dones posee
siempre debe servir
a lo más alto.
Los que estén libres de celos
me agasajarán
para tenerme a su lado.
Ilumina el sol en claro talento.
Ilumino yo, bajo su aliento.
XX
Ya no discuto,
me perderé
en las palabras ajenas, del libro en mano,
de los solitarios,
de los amigos muertos y de algunos todavía vivos.
Ya no te escucho,
ya no te siento.
XII
Mi cerebro se derrama
por mi oreja,
lo veo irse flotando,
entre las lágrimas,
desde la comisura de mi ojo.
Una boya a la deriva,
guardada en una exquisita caja hexagonal y carmesí,
pintada con miniaturas en cada una de sus caras.
Lo observo alejarse
sin dolor, cautivada
por su belleza completa, su acertijo, su condena.
IV
Tu voz de trueno me sacude del sueño. La pesadilla del día ha comenzado, por las calles los niños envueltos en harapos arrastran cerdos ensangrentados
en los que han grabado símbolos y consignas.
La madre cerda y el lechón
recogen en sus heridas
barro de las que fueron calles.
La infancia ha partido a jugar a otro lado. La madre dejó ir al hijo engañado: “Aquí acaba la inocencia, toma un arma”.
El caudal de lágrimas
nos llega a la rodilla,
el caudal de sangre
nos ahoga.
Hablar de paz es obsceno.
Sin embargo,
hoy saldremos a plantar olivos.
Partida
Y entonces me doy cuenta que el tiempo,
como lo inventamos, no está lleno de vida
sino de muerte,
recuerdos y nostalgia.
Que para ser
se necesita recordar:
que los olores nos invaden, que los sonidos nos guían, y las imágenes nos hacen.
Y qué tal vez
estoy equivocada,
que el tiempo,
como lo concebimos, no esta lleno de muerte, sino de melancolía.
4 poemas de “No para cobardes”
Bendito
El animal se había precipitado
con gran estrépito sobre el pueblo, El Adorado,
a quien habían dejado pastar libremente maravillados ante su belleza,
había bajado desde la montaña.
Sacudía su melena esplendorosa de rayos de sol que no abrasaban, en su cuerpo azul se reflejaba
el firmamento,
de cada una de sus bocas,
que eran diez,
salía el estruendo
de mil lenguas distintas.
Bebió durante dos días
de la fuente de la plaza
que dejó cubierta de oro.
El tercer día sopló su aliento
sobre plantas y árboles,
que florecieron y dieron fruto.
1
Durmió exhausto otros dos días y sus sueños visitaron a los justos. Se detuvo el sexto día
bajo el dintel del gran templo, sin cruzar el umbral.
Cuentan que en paciente espera.
Durante aquella semana,
cerraron puertas y ventanas con mil cerrojos.
Renunciaron a sus vidas.
Dicen que las preñadas
dieron a luz niños y bestias divinas.
En el séptimo día se marchó. Nadie se atrevió a seguirlo
aunque sus huellas fueron palabras, nadie se atrevió a hilarlas,
menos a descifrarlas.
De allí no ha vuelto a bajar, poco se puede hacer
con un pueblo tan cobarde.
2
Recién nacidas
He rumiado
las palabras de la mañana, las escupo
en bloques
incompletos.
Tomadas de la mano se marchan
sin decir adiós.
Masticadas,
benditas por mi saliva. Malagradecidas.
3
Lúdica
Tanto el agua, como tu destino se encuentran
en los designios del cielo.
Baja la lluvia para
mecerse en las hojas.
A ella no le importa
si llega a tierra,
si apaga la sed de las plantas, o si la cosecha crece.
A ella
no le importa la esperanza.
Baja la lluvia
para mecerse en las hojas.
4
Estado de gracia
Apenas sentí el arrebato
viniendo desde el cielo
y los ruidos de alas
que se acercaban a lo lejos,
decidí que había exagerado
con mis ejercicios espirituales, que estaba muy cerca de ser perfecta y que tanta pretensión
tenía que terminar.
Al sentir las manos
que asían mis brazos
y que me jalaban hacia arriba. Decidí aferrarme a tierra
cuanto antes.
Pedí a gritos
que me clavaran
un pie en el suelo
para evitar la tentación
de elevarme.
Desde entonces
vivo así,
si el Espíritu me invade,
enciendo la televisión.
Ma. Giovanna Miralles Terán
Poeta y cineasta. Nacida en Oruro, Bolivia. Infatigable recopiladora de sueños, memorias y fragmentos latentes de tiempo, que luego traduce a imágenes escritas o fílmicas. Su obra enraizada en el lenguaje cinematográfico latinoamericano, le permite explorar e investigar el proceso creativo: traspasando límites entre lo documental y lo poético, desarrollando conceptos de resistencia cultural. Es Aj’quijab’: la que lleva el tiempo en la cultura maya.
Sus escritos, documentales y trabajos artísticos han sido exhibidos en América Latina, Asia y Europa: directora del documental Umaturka: El llamado del agua (2015). Finalista de la IV Competición Internacional de Micro-ficción: Diluvio (2016), Museo de la Palabra, España. Su trabajo es inspirado por lo mítico y onírico, cimentándose en una cuidadosa investigación de la tradición oral, literatura e historia.