GUSTAVO CÁRDENAS AYAD – MILITANCIA EN EL SILENCIO
GUSTAVO CÁRDENAS AYAD
MILITANCIA EN EL SILENCIO
Gustavo Cárdenas sabe que el silencio es, quizá, el poema perfecto. Por eso sus poemas –esas irrupciones del sonido- son breves dardos disparados al centro de la nada o, tal vez, mínimos dátiles ofrecidos a la insaciable boca del misterio. Lo suyo pareciera que sucede como pidiéndole disculpas al silencio mediante el uso dosificado del oficio poético.
De ese modo, este poeta se nos presenta como un orfebre riguroso. Con las palabras exactas, ni una de más, ni una menos, logra construir –minimalista aplicado- breves e intensos munditos fabricados de memoria, lucidez y anhelo.
Por otro lado, en su obra encontramos, una y otra vez, una interminable serie de guiños hacia otras páginas, es decir, hacia otras interrupciones del silencio. En él son evidentes las lecturas que lo encandilaron y, de un modo certero, les inclina, devotamente, la cabeza. Intertextualidad, que le dicen.
También existe música en estos poemas. Mucha, y de la buena. Siempre implícita, por ritmo, por cadencia y por intensidad, y muchas otras veces también explícita al nombrar (o sugerir) voces que forman parte de su banda sonora personal. Es tan certero en ello, que bastan dos o tres lecturas para aprenderse de memoria sus textos, esos pequeños tangos hechos para ser pronunciados en la intimidad.
Finalmente, en ellos se advierte la presencia de una melancolía serena (“Ese niño que jugaba/en el patio/con algún duende extraviado/es el mismo/que ahora/con todos sus fantasmas/transita por esta página baldía/jugando a esconderse en las palabras.”); y también la proximidad de otra presencia agazapada y brutal: la muerte, ese silencio final (“Cuando un horizontal árbol sea mi abrigo/podré ir/o regresar/a los potreros de estiércol/a las flores de fango./Y sabré al fin/que estas ganas de comer tierra/no vienen de ninguna lejana infancia”).
Gustavo Cárdenas suele decir que la forma decente de vivir y de morir es “a lo Ayrton Senna. O sea a 200 kilómetros por hora”. Sus lectores le creemos.
***********************
La extensa región amazónica de Bolivia es el desconocido territorio donde habita un intenso talante vital. Allí acontece, a diario, una danza hecha de humedad, verdor infinito, jaguares y poesía.
En esta tercera entrega de “POESÍA AMAZÓNICA DE BOLIVIA”, disfrutemos de una voz minimalista preñada de alta, de sabia, de conmovedora densidad humana. ¡Bienvenid@s!
**********************
Oscar “Puky” Gutiérrez (Bolivia, 1970) es poeta, lector y gestor cultural. Coordina el espacio “Poesía en la Calleja”, el mismo que lleva realizados 101 eventos.
[Crédito fotografía Juan Murillo]
Cercana al mar
Sobre
la playa húmeda
de tu cuerpo
viajan
los pies descalzos
de mis manos
lentos
cuidadosos
de la arena
del agua
de la sal
y del tropiezo.
El centinela
Con sus colmillos de nácar
reposa
en el árbol de mi infancia.
De una noche a la otra
y a la siguiente
vela mis sueños
acariciando mi cabeza
con sus garras.
Ágil
preciso
ingrávido
feliz
como son
todos
los tigres.
Dulcinea
Tu inexplorada espalda
no sabe
de mis largas
andanzas
por otros cuerpos
donde yo
caballero errante
sólo buscaba
el tuyo.
La salida
Qué distancias
habré de recorrer
en este laberinto
para encontrar
el origen
de los signos
de las páginas
que abren o que cierran
las puertas de la nada.
Diferencia
Las mujeres que amé
son como las palabras:
diferentes
como
dos
gotas
de
agua
Horcón
Esfinge
del nada queda
apurada escultura.
Por un poema sabrás
que ahora
ya no cuentas
en los eternos días calurosos
para apuntalar
los cielos
que dan sombra.
El visitante
Desde el Olimpo
y sin escalas
un dios desaliñado
vino a verme;
compartimos
el domingo
con café
fútbol
y anaqueles.
En la noche
leyó mis poemas
y se marchó
sin decir nada,
como todos los dioses.
El visitante
Desde el Olimpo
y sin escalas
un dios desaliñado
vino a verme;
compartimos
el domingo
con café
fútbol
y anaqueles.
En la noche
leyó mis poemas
y se marchó
sin decir nada,
como todos los dioses.
Otro jardín
Qué solitaria flor buscarás ahora
lejos de la primavera
tal vez asombrado
por la ausencia
o por un verso de Rilke.
Recordarás acaso
las rosas de Ho-Chi-Minh
o las flores de Baudelaire.
Te preguntarás por
los aromas
las memorias
que habitan ese otro jardín
donde versos
y geranios
sólo son palabras
recién cortadas.
G.G.
Por qué no nos dejamos de huevadas
y dejás un momento tu ser horizontal
despojate de todo el polvo
y de toda la nostalgia
flexioná los dedos
acercá el taburete:
las teclas del vertical Steinway
también esperan el milagro.
Vamos, viejo. Tocá,
hasta que las velas no ardan.
Dejémonos de huevadas,
si todos sabemos
que tenés toda la vida
para seguirle
inventando variaciones
a la muerte.
Gustavo Cárdenas Ayad (Vallegrande, 1961). Publicó sus cuentos en la revista “Apuntes” entre 1985 y 1998. “Tiro de gracia” (1989) fue su primer libro de cuentos. Dirigió, junto a Juan Simoni, la revista “Ventana al cuento”. Formó parte, en 1991, de Cuentario. En 1998 publicó “Las hojas de la madera”, poemas; “Volver al agua de los sueños”, poemas (2001); “Desapariencias”, cuentos (2003); “Andamios”, poemas (2005) y “Con Versos”, poemas (2011), “Mariposas de fuego”, poemas (2013).