IGNACIO AQUEA – GEOMÉTRICA VENTANA
Geométrica ventana
Una mirada en la esquina de rebobina a sí misma
clandestinamente descifra quemadas luces que oxidan mi ventana
con químicos cayendo sobre nubes absortas
cómo alguna solución de azúcar y veneno.
Fragmenta cada dirección en la pupila
Revoloteando insistencia como una paloma blanca que visualicé
antes de que apareciera ante mí en la plaza
Incendiándose al ocaso de sus lamentos y devociones.
Caminando hacia el interior de la ciclovía
al final de las panderetas, los televisores se expanden;
Ecos y corrientes de transmisiones que anestesian
dividiendo el sonido de los patios y comedores
a silencio hecho de ruido.
Cómo antenas que sofocan desiertos
en la hondura y sueños de este atardecer.
Las pantallas se materializan virtualmente en los cuerpos
cuando la derrota es erotizada por dinero
abnegando a la voz del deseo
con su quimera de rostros y electrónicas voces.
Cómo política de mercado y su maldición sobre las manos
Un anuncio de Coca-Cola creado para perseguir transeúntes
con su ideología de que las palabras se han prohibido.
Desde el FMI a tierras desesperadas con bombas imperceptibles
está prisión de callejas parece tener cielos llenos de cloro
y empresas que dejan sin pan a la memoria de los días
llenando explotados puestos de trabajo, pero sin palabras
Solo balas, balas y más balas sin aire para comer miedo
sorbiendo el sometido sueño americano.
Sin la criatura del espíritu o árbol errante
las esquinas se ven alejadas de alguna efervescencia visceral,
Por eso tu aura delineó mi silueta
impregnandose en mi chaqueta negra
en la escalera de este momento creado por su propia ciencia.
Mi sentido se bifurca entre las rejas del pasaje
y al despedirme, antes de cruzar sus laberintos
un infinito se ve abrir, en la armonía de estás traspapeladas calles
Como en la distancia de la mirada que se rebobina a sí misma.
Illa eléctrica
Algo se desata en la Illa que tenemos en la mente
las vivencias que ella contiene pertenecen a un abanico psíquico;
Instinto que corre en la noche de las alarmas
persecuciones en el mundo por policías del terror
cajas registradoras de toda idea sobre productos comerciales
y un templo de alguna religión perdida en el tiempo
en el cual una poeta rezaba algo
sobre el destino catastrófico de ese orden.
La Illa, visión tras visión, se desprende llorando bajo los rieles
en una señal disparada desde la noche al amanecer;
Botellas de cerveza y una embriaguez cromática
que presiente voces de cactus espectrales,
Fenómenos de nuestras búsquedas en las huellas de estos cerros
con muertes encadenadas que se conservan como envoltorios
para eliminar su noción en una exigencia negociada.
Horas que pasaron como las mismas orugas del cerro
el cual caminé y pensábamos en otras ciudades, esqueleto de tierra
viendo cada vértebra de la cordillera andina.
Y el cerebro siente la biblioteca del llanto Flammarion,
o siendo la muerte como una serpiente que engulle a la vida
se alimenta con cada sueño para no olvidarse de sí misma
Tallándose en la rueda de madera platónica,
en un irreversible movimiento que la Illa electrifica.
La física de la mente danza en esa rueda
como un gran salón atemporal que simultáneamente narra
cada acción grabada al momento de este mundo.
Ahí las familias reunidas parecen celebrar un fin
dónde mesas rodeadas de humo sostienen conversaciones abismales.
Y las pinturas que cuelgan en las paredes colisionan
como un choque de autos en aliento del aire
que nace del caos y bebe de él.
Perro Ojos de Ópalo
La niebla flota alrededor mientras camino y fumo en la avenida
cerca de unos escombros un perro ciego descansa sobre la tierra,
rodeado por panderetas me ve en el resplandor de su oscuridad
porque en sus colmillos invisibles existe como ópalo.
Al fondo de su mente la armonía es un arpa
una armonía inmortal que impregna ladridos de infrarrojo
resonando con las aves de los paraderos
perdidas ante cualquier ojo de miradas.
La luna aparece recortada, multiplicada
iluminando las aceras en el vapor de la jornada
Las micros y los letreros viejos se llenan de zumbidos parpadeantes
y el eco de una herradura rodeada de hierba desaparece
cómo la despedida de mi futuro tras un espino en calle Linares
Alguien dijo que en el valle del Elqui
se augura una de las mareas del mundo,
cerca de ese laberinto de oxidada tecnología;
Restos de electrodomésticos en un camino semiárido
que lleva el mismo diseño del agua;
También lo tienen las pisadas que dejo en hojas muertas
cuando absorben sombras que se desvanecen
inquietas, entre postes clavados y boletas en el piso.
Sombras que reaparecen por diferentes ángulos
bajo una sola película de humanidad.
Pétalo a pétalo el pensamiento abre sus puertas
cómo la impresión del perro que se enmarca
en cualquiera que perciba su movimiento;
Instinto de ópalo, en una calavera de cristal.
Soy Ignacio Aquea, poeta y músico de la cuarta región de Chile, Coquimbo. Nací el 30 de marzo de 1996, Coquimbo y luego al pasar los años, las palabras llegaron en forma de dibujos y canciones, para así explorar su naturaleza.
A los 15 escribía canciones, y ahí empezó el desarrollo de las palabras, aunque cuando era más pequeño, dibujaba y escribía algunas palabras en cada dibujo.
La yuxtaposición de lo cotidiano y lo poético se expresó en mi primer poemario. El año 2020 supe que era diaguita, lo que se impregnó con su búsqueda hacia el poemario. Una búsqueda hacia lo desconocido del saber ancestral.
Actualmente además de estar trabajando en mi proyecto musical, también estoy trabajando en otro libro, pero de prosa.