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AÑO 4 - 2023

JORGE FLORENCIO ROMERO MARTÍNEZ – Reflexiones fantasiosas acerca de una melodía

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Reflexiones fantasiosas acerca de una melodía

 

Encontrar la calma a través de una pieza, un compás o un movimiento, te devuelve la serenidad en tu tarde, y hace que te pierdas completamente en ella; y tal vez cuando el lugar dónde la reproduces no supera los límites de tu imaginación, tu boca, de la nota y tarareas, la mejor interpretación no sale de otro lugar físico. Te envuelve, te consume, te asombra y te relaja, y al imaginártela te piensas en dónde quisieras estar.

Estoy sentada junto a la ventana, mirando cómo la nieve cae en el patio de la entrada de mi casa, en un camisón de algodón blanco adornado con flores bordadas y encaje en las orillas, y con una trenza en la cabeza, mientras leo una carta de la persona que más amo, contándome las experiencias que ha recabado mientras lleva a cabo su viaje en la capital.

Pasa por mi cabeza todo esto mientras que, sin haberla reproducido, escucho claramente en mis oídos y cabeza los acordes, notas y compases de “De Invierno a Primavera” de Carl Davis, de la banda sonora de Orgullo y Prejuicio.

Imagino la parte dónde reutilizan el tema de los Señores Gardiner más lenta y dulce, para ser utilizada en la escena, y yo recibo la calma por más breve que fuera el momento, y me adentro en mi cabeza, y recuerdo aquellas pacíficas expresiones que compartía Lizzy mientras leía los primeros párrafos de la carta de Jane desde la distante Londres. Recobro mi calma y mi paz, y viajo a través del tiempo y el espacio, para encontrarme a mí misma en la campiña inglesa, disfrutando a más no poder, lo que me ha brindado mi imaginación.

Llega entonces la seriedad, impregnada en el fragmento del reutilizado tema de las Señoritas Bingley, y me siento incómoda, al pensar en la presencia de esas mujeres y su hipocresía.

Y llego al párrafo de la carta en dónde ella me dice que tuvo que hacer una desagradable visita a una desagradable persona, tan sólo por la cortesía que era requerida en ese momento íntegramente de su parte, y cómo el tiempo fue por lo menos incómodo en aquella obligada visita de paso. En la carta que me ha enviado, leo su opinión sobre esta persona, y sobre los terriblemente imprudentes comentarios que le lanzó a ella en el transcurso de tan desagradable velada. Pero después de haber leído tan espantosa experiencia en el reverso del primer folio, llego a la parte en la cual me menciona cómo discretamente pudo burlar su descaro, con agudos e ingeniosos comentarios que provocaron la risa disimulada de aquellos presentes durante la velada, demostrando que lograron entender aquellas sutiles burlas. Regresa la gracia a mi mente, regresa la sonrisa y desde donde estoy (en mi cabeza), celebro su victoria a la distancia y le dedico mis graciosos pensamientos.

Termina el invierno de la canción, un poco serio aunque no tanto cómo al principio del fragmento, pero la primavera alegre y vivaz llega a reemplazarlo. Yo he decidido a dar un paseo entre la nieve del vecindario imaginado en mi cabeza, mientras escucho esta parte, que me tomo la libertad de denominar “movimiento”. El compás vivido de 6/8 se hace presente, mientras que la melodía se ve protagonizada por un piano, dejando los fragmentos entre los estribillos a cargo de un instrumento de cuerdas (un violín o algo parecido) que lo que provoca o agrega, es la sensación de ver a pájaros presentes en el paisaje.

Voy caminando alegre y dispuesta a disfrutar de lo que me rodea. Paseando entre los prados que caracterizan a la zona bella, voy pasando, con un buen abrigo azul, cubierta con una capa y rematando mi apariencia con un bonete que cubre mi cabeza y la protege del tan disfrutable clima frío. Se ven al rededor las flores azules y violetas que cubiertas por una delicada capa de nieve y escarcha, adornan el paisaje con bellos atisbos de colorida esperanza. Disfruto mucho del paseo y de los elementos del entorno que rodean a mi persona, camino tan pacíficamente de ida y vuelta, recordando mi propia sonrisa y a mi querida, con un sabor a té con azúcar en mi boca y pretendiendo que soy feliz.

Pero ahí no acaba mi experiencia, pues aunque la melodía tenga un final, en el reproductor de mi imaginación se repite en un bucle que me tiene adentrada en tan apolínea fantasía durante el tiempo que yo le defina, y así puedo sentirme o pretenderme plena por un rato más. ¿Por qué no disfrutaría de aquello si me es posible? El tiempo fluye, sin embargo me mantengo atrapada en un momento infinitamente apreciado, y aunque la mundanal existencia que me mantiene anclada a una vida diaria interrumpa el momento, vive en mí por siempre esta paz, en el más pequeño fragmento de tiempo en dónde pueda recordarlo, y en dónde pueda viajar. Y pretenderé tener paz, recordando los elementos de esta melodía que me ha hechizado.

 

 

La almohada que ocupa tu lugar

 

Odio llorar, odio llorar

La verdad, quisiera ahora no llorar

En verdad, quiero por ahora no llorar

Quiero que sepas bien

Que no quiero llorar, por que

Quiero guardar todas mis lagrimas para ti

Puede que no te guste

Pero en verdad lo quiero

Quiero abrazarte y llorar

Romper en llanto en el instante

En el que reciba tu contacto físico

Y abrazarte fuerte

Me haces mucha falta

Pero bien sabes que por la distancia

Horrenda distancia, no podemos

Esta almohada, que sucia de lágrimas ves

Tiene todas las lágrimas que te quise dar

Lo bueno y lo malo por lo que lloré

Pero todo por lo que quise darte

Odio esta almohada por que no eres tú

Quisiera que fueras tú

Quisiera abrazarte cómo abrazo a la almohada

Quisiera que tan cerca como la almohada está al dormir

Lo estuvieras tú ahora

Aquí y Ahora

Te necesito, te necesito

Te dedico todas mis lágrimas

Mis lágrimas son para ti

Te extraño

Odio llorar por que no estás

Odio llorar, odio llorar

Por que aquí no te tengo

A mi lado, justo ahora

Odio llorar, odio llorar

Odio no derramar estas lágrimas contigo

Odio llorar. Te necesito

Odio llorar. Odio que no seas la almohada

Necesito un abrazo tuyo

Me urge un abrazo tuyo

Odio, Odio tanto

Odio que la almohada no seas tú.

Dulce mamá Carlota

 

Poema escrito para honrar la persona que fue la Emperatriz María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha.

 

Dulce mamá Carlota, que viniste a gobernar,

Te quedaste tanto tiempo que no te paro de extrañar.

Dulce mamá Carlota, que a México fuiste fiel,

Velando por su progreso, de los indígenas el bien.

Dulce mamá Carlota, que por amor te has de casar,

Por un hombre que te llenaba de alegría, que defendiste hasta el final.

Dulce mamá Carlota, que supiste gobernar,

Con mano firme y corazón, que el pueblo no aprendió a amar.

Dulce mamá Carlota, tan bella, tan vivaz,

Princesa Belga naciste, emperatriz mexicana morirás.

Dulce mamá Carlota, que hijos tuyos no has de tener,

Tu deseo de madre, que poco pudiste satisfacer.

Dulce mamá Carlota, Prima de reina y emperatriz,

Cuñada de emperadores, ¡oh!, pero no pudiste ser feliz.

Dulce mamá Carlota, que joven habías de enloquecer,

Envenenada por Napoleón, por el Papa acogida bien.

Dulce mamá Carlota, que no te fuiste a enterar,

Del final de tu marido, que fueron a fusilar.

Dulce mamá Carlota, políglota musical,

Hablando 6 idiomas loca, tocando el himno nacional.

Dulce mamá Carlota, que tu castillo quemarás,

Viendo con una sonrisa lo bello del chamuscar.

Dulce mamá Carlota, que longeva llegaste a ser,

Muriendo a los 86 años, sin tu marido volver a ver.

Dulce mamá Carlota, que en tu locura, locura cruel,

Pocos días, y el de tu muerte, lucidez llegaste a tener.

Dulce mamá Carlota, que recuerdas el tiempo pretérito;

Diciendo el día de tu muerte “todo aquello terminó sin haber alcanzado el éxito”.

QUERIDA JANE AUSTEN: TE ODIO

 

Jueves 15 de Abril del 2021.

Querida Jane Austen:

 

Te odio. No me malinterpretes, oh querida Jane, pues te admiro demasiado, sin embargo me has hecho odiarte mucho a pesar de que te amo. En verdad, no creas que mi odio está injustificado, pues también te odio por amarte. Simplemente me has hecho tocar el cielo mientras mi existencia se vuelve miserable, me has generado deseos que no podré saciar, y tu escritura es tan perfecta que me has hecho, además, repudiar cualquier escrito que no sea de tu autoría.

Pero éstas, querida Jane, no son todas las razones que tengo para explicar o justificar éstos sentimientos que tengo hacia tu persona, pues además puedo adjuntar el crimen de ser terriblemente irónica, y además, burlarte con tanta gracia que bastarían seis lecturas de tus novelas (por cada una) para comprender las burlas y mofas que haces hacia la sociedad de tu época. Esto a su vez ha generado que me quedara sin ojos leyendo y releyendo cada una de las novelas que en mi poder tengo, tan solo para poder comprender el contexto de la burla y luego otras 20 para identificar la burla de nuevo.

Pero en parte es también por mi deficiencia en mi comprensión lectora, así que no puedo hacerte totalmente responsable de ese crimen. Sin embargo, tampoco te liberas de éste cargo.

Supongo que entonces que querrías que me explique, así que continuaré. Bien tu sabes, querida Jane, que tu fuerte era el romance cómo tema. Y has generado grandes historias que enloquecen a las personas lectoras de tus obras, deseando tener lo que sucede, y también fue mi caso, pero esto en vez de hacerme sensible y perfeccionista al buscar mi Sr. Knightley, mi Edward Ferrars o Sr. Darcy, me hizo sumamente deseosa de que las personas quienes se topaban en el camino de mi vida cumplieran con casi todos estos parámetros, y cada vez que ellos no hacían algo o no prestaban su persona para éste tipo de atenciones, al no saciar mis deseos, dejaba de relacionarme con ellos de varias formas. Te acuso, querida Jane, de haberme vuelto exigente, y ahora, por estas causas, ya no he vuelto a disfrutar de las situaciones que antes solía gustosa realizarlas. Me has hecho generar estándares tan altos que son incapaces de ser cubiertos por cualquier hombre o mujer en mi círculo de conocidos incluso, por lo que me tienes descontenta en el mundo real que me tengo que refugiar en los mundos ficticios que ingeniaste hace más de 200 años.

Y tocando el tema de mi línea anterior, te adjunto la acusación de mantenerme prisionera tuya, encerrada en una jaula de papel y tinta con perspectiva hacia el mundo real, con llave la cual tu eres su guardiana y con una situación tan precaria en la vida a la cual si tú me dejas libre, yo no querría volver a salir de la jaula. Tus libros me han lanzado este encantamiento que me mantiene cautiva del mundo exterior, aunque… resguardada. Y esto me lleva a pensar que en tus libros me he resguardado de las mundanales situaciones de la vida y entonces esta jaula de papel y tinta se convierte en un dormitorio o estancia a cual me protege del frío, hambre y lluvia que es el mundo exterior y que me alimenta con cada palabra cómo entrada, plato fuerte y postre, y nutre mi alma.

Entonces, viéndolo en retrospectiva también me has protegido del romance, o más bien, del mal romance, del romance tóxico que gobierna las mentes de ésta sociedad moderna y práctica. Y al yo enamorarme de los personajes varones y generando deseos de estar que llene esos estándares, me proteges de cualquier mal hombre que no me comprenda o sea educado, de cualquier mala experiencia, y me das a entender que no debo de conformarme con las migajas de amor que estas personas me han dado y me estás dando el parámetro de lo que yo merezco.

Reflexionando también lo de tu escritura, puede que exageré pero en el hecho de que no quiero leer a nadie más, y es verdad, pero porque me he cerrado tanto que no quisiera explorar más tipos de escritura que no fueran la tuya.

Mi querida Jane, inicié ésta carta sumamente disgustada pero con el transcurso de ella me he dado cuenta de que no tienes cabida en éstas acusaciones. Por lo que puedo decirte que he de absolverte de todos los cargos hechos al principio de esta misiva.

Espero me disculpes o sepas brindarme tu perdón por pensar que eras culpable de la mayoría de ellos; antes de hacer algo pensaré y reflexionaré sobre lo que creo y lo que es, pero déjame recordarte que eres grande escritora y me has protegido. Te admiro demasiado.

 

Sinceramente,

 

Helena.

BIOGRAFÍA

Jorge Florencio Romero Martínez, Ciudad de México (2004). Es estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria No. 5 “José Vasconcelos” de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ha publicado un artículo y seis textos literarios en las secciones Expres-Arte y Cinemanía titulados:

“BRIDGERTON. Libertades e inexactitudes históricas.”, “La almohada que ocupa tu lugar”, “Dulce mamá Carlota”, “Secreto a guardar”, “Abuelo, Dr. querido”, “Una pluma en mi escritorio” y “Le temo a tu muerte”.

Actualmente es miembro activo de la revista “Colloquio-magazine”.

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