Lorena Salazar «Entre tu voz y mi espalda pálida»
Serpientes
He vuelto fuego,
he vuelto tierra,
he vuelto sangre
he vuelto mar.
Soy el tequila,
la voz raspada
camino viejo
sin transitar.
He vuelto fértil,
serpiente, etérea.
He vuelto vida,
cadencia, azar.
He vuelto impura,
casi desnuda.
La piel ajada
de tanto andar.
También soy lluvia,
escandalosa.
No tengo encantos,
me sé inventar.
Soy más cantora,
soy más pintora,
soy más cuentera:
sé bien llorar.
Me he vuelto muerte,
me he vuelto olvido:
ánima oscura,
conjuro y sal.
Soy toda tiempo,
golpes de lanza:
warmi guerrera,
eternidad.
Cronos
Saturno existe
cuando cerramos los ojos.
En el tercer anillo
nacen las hadas
que imaginamos por las noches
cuando hablamos de amor.
Saturno existe
en lo cóncavo del pecho.
En la tercera tormenta
se desatan colores
que transformamos en serpientes
entre tu voz y mi espalda pálida.
Saturno, amor
son tus manos.
Saturno, amor
mis ojos cansados.
Saturno, amor
los sitios cálidos.
Saturno, amor
existe en vos.
Cantares del abandono
Tengo miedo a los poemas
de (des)amor.
Suelen ser cantares
de largo aliento.
Denuncias que gritan
incesantemente
sobre la catástrofe
de lo inevitable.
Por eso escribo
desde tu cuerpo,
que es campo
fértil y detenido.
Cometo poesía
desde sus líneas,
y declaro inviernos
cuando me place,
como señal de resistencia.
Tu cuerpo,
el libro de (des)amor,
que vuelve a mí,
como territorio jamás
vencido.
Glosario
Despedirse: la forma más cruel de desmembrarse.
Algo del propio cuerpo se va corriendo tras el que se marcha y algo de sus palabras queda en un eco interminable que está lleno de vacío.
Mirar hacia la puerta como si fuera a devolver lo que se llevó al otro lado. Como si pudiera abrirse nuevamente en una especie de succión para no dejar marchar al que se marcha, para evitar que llegue la distancia y, de pronto, pueda escupirlo de vuelta, irremediablemente.
Pero resulta vano. Sus pisadas son más fuertes y los pasos que se alejan son los que hacen mayor estruendo. La Física no cabe porque el espacio se llena de las palabras que el tiempo no dejó decir y resuenan como campanadas en una iglesia sin sus fieles.
Vacío: el espacio más grande entre el adiós y el silencio.
Viene cargado con la incertidumbre por morirse de recuerdos y atragantarse de imágenes que golpean como olas y terminan mojando la cara con agua sal.
Despedirse: la forma más tajante de encontrar la vida al borde de un peñasco.
Los tres segundos antes de ahogarse sabiendo que no se volverá a respirar y habrá que lidiar con lo que quedó de la vida. Porque el adiós encuentra su espacio en el cuello, apretando con ambas manos, mientras te mira directo a la cara y te arroja al piso amordazado para enfrentar al tiempo que vendrá.
Final: No voy a admitir que te has marchado.
Lorena Salazar Suquilanda, 41 años. Nace en Quito, el 6 de mayo de 1983. Psicóloga Clínica, Máster en Derechos Humanos. Se ha desempeñado siempre dentro del ámbito educativo como docente universitaria, consultora independiente y especialista en temas de inclusión educativa. Ha formado parte de varios espacios de creación literaria, siendo uno de los más importantes el que se lleva a cabo de la mano del escritor ecuatoriano Xavier Oquendo, con quien ha participado junto a otros escritores y escritoras, en la creación del libro «Con Ciertas Palabras» y «10 Orillas», junto a la editorial El Ángel Editor. De la misma manera, ha participado en diversos espacios de lectura de poesía como el “Festival Internacional de Poesía Paralelo Cero”, el Recital Poético Internacional «Mujeres» de Casa Bukowski, además del «Primer Encuentro de Poesía del Colectivo Periodismo de Calle», entre otros espacios de difusión literaria. Su trabajo es la poesía, aunque se reconoce cuentera, cantora e inventora, dentro de sus mil formas para enfrentar al mundo.