OSCAR TRUJILLO – LA VOZ DISCRETA DE LAS COSAS
La voz discreta de las cosas
Miles de hormigas arrieras
surcan el patio cada día,
por un camino diminuto
en armonía geométrica.
Los mirlos y azulejos
posados en las ramas del naranjo
analizan la intensidad del viento.
Sobre el tejado
los gatos callejeros,
practican sexo salvaje
en territorios invadidos
por ratones suculentos.
Siete tipos de ladridos
se contestan los perros
desde los balcones,
cuando pasan por la calle
sus rivales momentáneos.
Las chicharras
rasgan el sopor de las tardes
con sus riffs
replicados por coros guturales
de colegas lejanos.
En las paredes las lagartijas
sueltan carcajadas
tras engullir
insectos desprevenidos.
Las tejas de zinc
se dilatan,
emiten quejidos metálicos,
y sudan
castigadas por el sol.
La multiplicidad de lenguajes
que se escuchan
entre animales diversos
junto al aullido del viento,
y la voz discreta de las cosas,
despliegan su elocuencia.
En medio de todo este
batiburrillo,
tú y yo,
al parecer,
desconocemos el significado
de la palabra comunicación.
Disparo al rompecabezas
Cuando alguien
que conoces desde chico se apaga,
sabes que la muerte te ha disparado,
te tiene medido, sabe tus rutinas,
dónde vives, a quiénes amas;
la naranja exprimida es solo cáscara
sin agua.
Cuando alguien
que conoces desde chico se apaga,
muere también el niño que fuiste;
el rompecabezas que conforma tu vida
ha empezado a perder las piezas,
eres solo un fragmento
en la vida de otros.
El esplendor en la derrota
Me moví quince años
entre autos destripados,
como un cirujano de hojalatas,
cristales rotos, cerveza y grasa.
He sentido la dureza de faenar el campo,
recogí ajos, melocotones, ciruelas
en la cosecha levantina y manchega
al lado de gitanos bulliciosos,
ecuatorianos,
subsaharianos, rumanos y magrebíes.
El autobús que nos acercaba al tajo,
apestaba a desarraigo
y humanidad.
Parecía un zoco itinerante,
un crisol de ilusiones hacinadas;
un racimo de nostalgias.
La necesidad contra las cuerdas
se encargaba de traducirnos
el lenguaje de la derrota.
Sé cómo se las gastan
las lumbreras díscolas
y los borrachos luminosos;
fui urgido siervo de la noche,
serví copas hasta el amanecer
a ambos lados de la barra.
Sé cómo se la gastan
los escritores anónimos con callos,
las actrices curtidas siendo Blanche Dubois
en la vida real,
los artistas callejeros
con talento envenenado.
Estos ángeles caídos
liman tiempo a la esclavitud
para alimentar al duende.
No tienen autopistas a la gloria,
engañan el hambre con vino
y viven su cuarto de hora
entre los antros.
Se consumen en la multitud castigados
por pasearse la vida sin bozal,
por recrear un territorio amable
al margen de los grilletes.
Esperan que tantos años
retratando el esplendor en el fango,
un día les conceda algo de viento a favor.
Casi todos extinguirán su luz
sin que su barca toque tierra.
Calvario para las hormigas
Hoy termina la Semana Santa.
Un tercio de humanidad levita
por encima de la media
de bondad mundial.
Alguien con ínfulas
de Dios exterminador
está quitando
mala yerba con una pala
en algún patio colindante.
Ese silencio impregnado
de latente santidad es roto
por un anónimo asesino de rastrojos.
Me pregunto qué tragedia sucederá
en algún país con pedigrí y solera
para intuir la dirección
del dolor que importa.
Ayer estallaron nueve bombas en Sri Lanka:
trescientos muertos mal contados,
todos católicos, sin glamour.
He leído escuetas columnas en los diarios.
Breves reseñas en la tele e Internet.
No hay desgarradores trinos,
ni posts, ni lamentos.
Echo en falta la hagiografía conmovida,
las banderas, las fotos lacrimógenas
en los perfiles y avatares.
Alguien continúa desyerbando
en pleno lunes de pascua;
cada golpe de pala en la tierra
es un calvario para hormigas y lombrices.
Salvo el calor y los mosquitos,
todo está tranquilo en este pueblo.
Un aire beatífico se cuela por mi ventana.
No pasa nada que conmocione
hoy las siete calles de La Jagua.
Tan solo maleza aniquilada en patio ajeno.
Purpurina
Nowhere girl you’re living in a dream,
nowhere girl you stay behind the scenes,
nowhere girl you never go outside,
nowhere girl ‘cause you prefer to hide.
B-MOVIE
Eran las once de la noche,
una vieja canción invadía mi mente.
Finalizada la jornada, antes de acostarme,
sentí antojos de un trago
y de escucharla.
Me serví una copa de ron;
tras años de esnobismo sonoro
hacer girar la bola de cristal era un motivo.
De inmediato el jovencito que fui
se abalanzó sobre mi pecho.
Traía dibujada una sonrisa
de viernes por la noche;
sus ojos humedecidos
despedían un brillo iridiscente.
No venía solo,
lo acompañaba ella
tomada de su mano.
Lucían radiantes,
ávidos de pasión y mundo.
Hubo que servir más ron,
tanta dicha arrebataba.
Varios de nuestros
temas favoritos
cayeron en cascada:
OMD, Joy Divison,
B-Movie, New Order,
Human League, Ultravox…
En un suspiro el reloj
amargado dio las tres.
Fui a la cocina a servir la última ronda.
Al regresar solo quedaban
arpegios de sintetizador,
huellas de labial y purpurina
en mi camisa.
Se marcharon sin despedirse.
La brisa retozaba con las cortinas
las copas vacías, los recuerdos extendidos
sobre la mesa…
¡Ni las gracias siquiera!
Me dejaron borracho, solo,
con esta alegría anticuada
mirándome a los ojos.
Sus risas inocentes,
taladrando el silencio de la noche,
y este agridulce desvelo synth pop.
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Oscar Trujillo Marín, escritor colombiano (La Plata, Huila, 1972) Cursó estudios de derecho y filología que abandonó para irse a probar fortuna a Europa. Vivió en España 15 años. Fue durante esa época Camarero, barman, cocinero, jefe de taller mecánico… En simultánea mantuvo vivo “orgasmos a plazos y una de vaqueros” en el diario “El Tiempo” de Bogotá. Uno de los espacios más originales y exitosos del boom de los blogs literarios en la primera década de este siglo. Ha sido corrector de estilo freelance, restaurador y escritor de planta en “Ciclismo Internacional” Estos poemas hacen parte de su reciente libro “El esplendor en la derrota”.