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AÑO 5 - 2024

ANA MARÍA FUSTER LAVÍN – OFICIOS DEL OTOÑO

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Tregua para despedirme

[2020]

 

mi versión para las despedidas

son los diarios robados al duelo

son aquellos pétalos deshojados en la bahía

o pisadas sin destino sin vientre sin isla

tan solo relleno para la fragilidad de lo olvidado

 

¿cómo morir si la memoria no despierta?

 

habito en una marejada de abismos

libero despedidas hasta enmudecer

mientras deambulo con la mirada perdida

y un poema de cenizas incrustado en la piel

quizá mi muerte sea una versión

para amar al silencio

 

Eutanasia

“Tengo miedo de mi voz

y busco mi sombra en vano.

¿Será mía aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?…”

Xavier Villaurrutia

 

La muerte toma forma de sueños

del último grito de mis manos,

y no deseo despertar.

Esta noche, las pisadas me abandonan

ante una estatua de sal

y ya no puedo recordar su fragancia,

ni su nombre, siquiera mi voz.

 

¿Seré aquella sombra

sin cuerpo que va pasando?

¿Cómo huir de los recuerdos no vividos?

La jornada es larga

como caravana de mentiras,

y solo regresa a mí,

a mi sombra anónima que se libera

a los espejos suicidas que me invitan a cenar.

 

La soledad desoja mis dedos resecos

¿No será que se pueden fermentar

para hacer un buen licor de ajenjo

y embriagarme hasta el último latido del deseo

o hasta que la muerte y el sueño devoren mi sombra?

 

Me fragmento poco a poco

como pedacitos del silencio

y voy cayendo entre mi almohada y sábanas,

sobre el libro en la mesita de noche

el celular arrojado al piso

los recuerdos perdidos,

lentamente me voy olvidando

hasta ser ese vacío

en que no pasa nada.

 

Y ahora, le pregunto a mi muerte:

¿qué se hace

con tanto pétalo de esperanzas marchitas?

 

Responde una voz distante desde sus dedos:

son abono para renacer.

 

La marejada

 

la marejada grita

arrojo mi última botella

en su interior el duelo de un poema invisible

como la depresión de la palabra natimuerta

como los fantasmas que emigraron hambrientos

pero me reservo mi último verso

 

la marejada me embriaga

 

mi niño logró escapar a tiempo

en cambio, yo

me aferré a demasiados atardeceres

ahora,

la soledad me arroja a la espuma

el recuerdo de las calles es un eco doloroso

aun así vencí al viento y a la lluvia

finalmente,

me dejo llevar al mar sobre un espejo

 

la marejada me devora

 

aquí, en silencio, naufrago

observo un corcho flotando sobre mis versos

a lo lejos mi isla de humo pare su última muerte

mientras llevo mi epitafio tatuado en las manos

quizá la palabra es lo único que existe

y todo fue un largo insomnio a la deriva

 

no me salves

 

no me salves

que el silencio diga

lo que el tiempo perdido al grano de arena

 

¿cómo culpar a una gaviota de volar océanos?

 

no me salves

no soy frontera de país desierto

habito libre en agua de horizontes

ardiendo de página a página

cada libro que peregrina luces y sombras

 

¿cómo no arrancarme la ropa del pasado?

 

no me salves

que tan solo soy un cuerpo de papel

repleto de las voces de los días

de esos pequeños fuegos que humean versos

como párpados iluminando palabras

cada palabra

hasta sombrear el despertar de las manos

 

no me salves

que el tiempo diga

lo que el silencio perdió en la arena

 

Oficios del otoño

 

Amo mi oficio crepuscular

de encender almas

y verlas extinguirse

Carlos Roberto Gómez

 

Sucede algunas veces que el espejo no miente,

que las arrugas recuerdan octubre;

cuando caen los pliegues como las hojas

y las tormentas son silencios húmedos de presagios.

 

El Patriarca también llegó a su Otoño,

una bruja lo asiló en su vejez,

previo a la muerte encadenada de otro héroe;

quizás Buendía, Ojeda, Albizu,

o, tal vez, uno anónimo y pobre.

 

Todos podemos ser como no ser,

pretender que nunca fuimos:

un él aspirando a ser presidente: aspiró y expiró;

una ella tan solo deseó ser libre: desnudarse y poseerse;

finalmente se pretende lo que se puede.

 

Sucede que mis dedos resbalan arrugas al final de las pisadas,

y recuerdan el suicidio,

así como los daños colaterales

del amor, de la locura y la muerte

pues mi oficio consiste en “encender almas y verlas extinguirse”.

Demencia

 

mi boca devora una despedida muda

 

sangre  sudores  gusanos venas

volar bitácoras

sin sentido de palabras

habitar un crucigrama sin gaviotas

solo sombras trapecistas abismos

recuerdo perdido versos pardos

como cenizas de niña

 

sin tiempo

 

mis pies danzan filos en el abismo

 

verde de alas ventana sin lluvia

hélices ámbar

sin aire paredes

en tus pliegues ciudad

como islas en pequeñas dosis encadenadas

voces moradas de sin palabras sueños

soy epitafio sin historia

 

 

mis  ojos poblados de estrellas no miran se deshojan

 

hormigas enormes cojines náufragos nácar

en mi mente

rojo silencio desangrado de  siluetas

gota a gota ahogada asfixiada

de llagas ellos callejones sin salida grito

tú todas las tus nacen en mí

ámbar pétalo ven muéreme

 

ven

 

mis manos pintan un sarcófago al recuerdo

 

la soledad llueve soles verbos oscuros

exíliame

voz

retórname tú yo fuga vértigo

nacer morir en pequeños pedacitos hoy ayer

escúchame nadie

mañana aceras incineradas

noche sin ti

muéreme muerte muéreme amanece

 

regresa

Ensueño

 

esta noche

uso las heridas de sanidad

humo sin tiempo

como sábanas de pechos azules

y despierto a mitad del camino sobre la muralla

me visto de brújula dorada casi ámbar

en vuelo libre hacia cinco días años

otra ciudad

 

me lluevo de tropas sin armarios puentes tú

caen gota a gota

las mentiras y sus cristales

caen tictac sangre espejos gritos

caen parpados grises no dormir

para fluir lentamente

y reír cada trocito de mí

 

llego al abrazo escarcha caricia labios

sin batas blancas en dosis silentes casi muerte

solo un sombrero de lunas y bitácoras

sílabas peregrinas

llego a otra nosotras

sin niñas devoradas púrpura

se agotaron tictac los recuerdos

calles sin salida

conjugar palabras libros norte avanzar

 

aquí

los minutos hablan el imperio de los sueños

despacio como letras

pintan amores en la arena

lentamente me calzo de escaleras

para llegar a ti

casi imperceptible tu cabello bufanda mi cuerpo

mis grietas pantalonan y camisan tu presencia

nácar casi rosa sur

 

caer tictac asfixia techo

 

pronto amanecerán las voces medicadas

sin rumbo hacia mí

despertar

 

perdida en la habitación demente del silencio

 

y desnuda

 

[Selección María Juliana Villafañe]

BIOGRAFÍA

Ana María Fuster Lavín. San Juan, Puerto Rico, 1967. Graduada de la Universidad de Puerto Rico/Río Piedras de la Facultad de Humanidades, concentración en Estudios Hispánicos, además estudió música desde los 10 años con especialización en flauta. Escritora, editora, correctora, redactora de textos escolares y columnista de prensa cultural, también fue maestra de español y música,y coordinadora de equipos infantojuveniles de balompié. Ha recibido diversos premios en los géneros de ensayo, cuento y poesía. Su canal literario de YouTube es Mariposas Negras. Ha participado en lecturas y performance de narrativa y poesía en Puerto Rico, México, España, Estados Unidos y República Dominicana. Publicaciones de su autoría: Libros de cuentos: Verdades caprichosas (Ed. de autor, 2002), ganó premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña; Réquiem (Ed. Isla Negra, 2005), recibió premio PEN Club Puerto Rico de ese año; Leyendas de misterio (Alfaguara Infantil de Editorial Santillana, 2006); Bocetos de una ciudad silente (Ed. Isla Negra, 2007). Poemarios: El libro de las sombras (Ed. Isla Negra, 2006), ganó el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña; El cuerpo del delito (Ed. Diosa Blanca, 2009); El Eróscopo: daños colaterales de la poesía (Ed. Isla Negra, 2010); Tras la sombra de la Luna (Ed. Casa de los Poetas, 2011); Última estación, Necrópolis (Ed. Aguadulce, 2018), y Al otro lado, el puente (Ed. Isla Negra, 2018). Novelas: (In)somnio (Ed. Isla Negra, 2012), y Mariposas negras (Ed. Isla Negra, 2016). Libros de Microcuentos: Carnaval de sangre (Ed. EDP University, 2015); [Cuestión de género], Carnaval de sangre 2 (Ed. EDP University, 2019) ganó Premio Nacional del PEN Internacional de Puerto Rico, y La marejada de los muertos y otras pandemias (Eds. Sangrefría, 2020).

 

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Elizabeth Davis
Elizabeth Davis
3 años hace

¡Qué hermosos versos!

Ana María Fuster Lavín
Ana María Fuster Lavín
2 años hace
Responder a  Elizabeth Davis

Muy abradecia, un abrazo

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