ANA MARÍA FUSTER LAVÍN – OFICIOS DEL OTOÑO
Tregua para despedirme
[2020]
mi versión para las despedidas
son los diarios robados al duelo
son aquellos pétalos deshojados en la bahía
o pisadas sin destino sin vientre sin isla
tan solo relleno para la fragilidad de lo olvidado
¿cómo morir si la memoria no despierta?
habito en una marejada de abismos
libero despedidas hasta enmudecer
mientras deambulo con la mirada perdida
y un poema de cenizas incrustado en la piel
quizá mi muerte sea una versión
para amar al silencio
Eutanasia
“Tengo miedo de mi voz
y busco mi sombra en vano.
¿Será mía aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?…”
Xavier Villaurrutia
La muerte toma forma de sueños
del último grito de mis manos,
y no deseo despertar.
Esta noche, las pisadas me abandonan
ante una estatua de sal
y ya no puedo recordar su fragancia,
ni su nombre, siquiera mi voz.
¿Seré aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?
¿Cómo huir de los recuerdos no vividos?
La jornada es larga
como caravana de mentiras,
y solo regresa a mí,
a mi sombra anónima que se libera
a los espejos suicidas que me invitan a cenar.
La soledad desoja mis dedos resecos
¿No será que se pueden fermentar
para hacer un buen licor de ajenjo
y embriagarme hasta el último latido del deseo
o hasta que la muerte y el sueño devoren mi sombra?
Me fragmento poco a poco
como pedacitos del silencio
y voy cayendo entre mi almohada y sábanas,
sobre el libro en la mesita de noche
el celular arrojado al piso
los recuerdos perdidos,
lentamente me voy olvidando
hasta ser ese vacío
en que no pasa nada.
Y ahora, le pregunto a mi muerte:
¿qué se hace
con tanto pétalo de esperanzas marchitas?
Responde una voz distante desde sus dedos:
son abono para renacer.
La marejada
la marejada grita
arrojo mi última botella
en su interior el duelo de un poema invisible
como la depresión de la palabra natimuerta
como los fantasmas que emigraron hambrientos
pero me reservo mi último verso
la marejada me embriaga
mi niño logró escapar a tiempo
en cambio, yo
me aferré a demasiados atardeceres
ahora,
la soledad me arroja a la espuma
el recuerdo de las calles es un eco doloroso
aun así vencí al viento y a la lluvia
finalmente,
me dejo llevar al mar sobre un espejo
la marejada me devora
aquí, en silencio, naufrago
observo un corcho flotando sobre mis versos
a lo lejos mi isla de humo pare su última muerte
mientras llevo mi epitafio tatuado en las manos
quizá la palabra es lo único que existe
y todo fue un largo insomnio a la deriva
no me salves
no me salves
que el silencio diga
lo que el tiempo perdido al grano de arena
¿cómo culpar a una gaviota de volar océanos?
no me salves
no soy frontera de país desierto
habito libre en agua de horizontes
ardiendo de página a página
cada libro que peregrina luces y sombras
¿cómo no arrancarme la ropa del pasado?
no me salves
que tan solo soy un cuerpo de papel
repleto de las voces de los días
de esos pequeños fuegos que humean versos
como párpados iluminando palabras
cada palabra
hasta sombrear el despertar de las manos
no me salves
que el tiempo diga
lo que el silencio perdió en la arena
Oficios del otoño
Amo mi oficio crepuscular
de encender almas
y verlas extinguirse
Carlos Roberto Gómez
Sucede algunas veces que el espejo no miente,
que las arrugas recuerdan octubre;
cuando caen los pliegues como las hojas
y las tormentas son silencios húmedos de presagios.
El Patriarca también llegó a su Otoño,
una bruja lo asiló en su vejez,
previo a la muerte encadenada de otro héroe;
quizás Buendía, Ojeda, Albizu,
o, tal vez, uno anónimo y pobre.
Todos podemos ser como no ser,
pretender que nunca fuimos:
un él aspirando a ser presidente: aspiró y expiró;
una ella tan solo deseó ser libre: desnudarse y poseerse;
finalmente se pretende lo que se puede.
Sucede que mis dedos resbalan arrugas al final de las pisadas,
y recuerdan el suicidio,
así como los daños colaterales
del amor, de la locura y la muerte
pues mi oficio consiste en “encender almas y verlas extinguirse”.
Demencia
mi boca devora una despedida muda
sangre sudores gusanos venas
volar bitácoras
sin sentido de palabras
habitar un crucigrama sin gaviotas
solo sombras trapecistas abismos
recuerdo perdido versos pardos
como cenizas de niña
sin tiempo
mis pies danzan filos en el abismo
verde de alas ventana sin lluvia
hélices ámbar
sin aire paredes
en tus pliegues ciudad
como islas en pequeñas dosis encadenadas
voces moradas de sin palabras sueños
soy epitafio sin historia
tú
mis ojos poblados de estrellas no miran se deshojan
hormigas enormes cojines náufragos nácar
en mi mente
rojo silencio desangrado de siluetas
gota a gota ahogada asfixiada
de llagas ellos callejones sin salida grito
tú todas las tus nacen en mí
ámbar pétalo ven muéreme
ven
mis manos pintan un sarcófago al recuerdo
la soledad llueve soles verbos oscuros
exíliame
voz
retórname tú yo fuga vértigo
nacer morir en pequeños pedacitos hoy ayer
escúchame nadie
mañana aceras incineradas
noche sin ti
muéreme muerte muéreme amanece
regresa
Ensueño
esta noche
uso las heridas de sanidad
humo sin tiempo
como sábanas de pechos azules
y despierto a mitad del camino sobre la muralla
me visto de brújula dorada casi ámbar
en vuelo libre hacia cinco días años
otra ciudad
me lluevo de tropas sin armarios puentes tú
caen gota a gota
las mentiras y sus cristales
caen tictac sangre espejos gritos
caen parpados grises no dormir
para fluir lentamente
y reír cada trocito de mí
llego al abrazo escarcha caricia labios
sin batas blancas en dosis silentes casi muerte
solo un sombrero de lunas y bitácoras
sílabas peregrinas
llego a otra nosotras
sin niñas devoradas púrpura
se agotaron tictac los recuerdos
calles sin salida
conjugar palabras libros norte avanzar
aquí
los minutos hablan el imperio de los sueños
despacio como letras
pintan amores en la arena
lentamente me calzo de escaleras
para llegar a ti
casi imperceptible tu cabello bufanda mi cuerpo
mis grietas pantalonan y camisan tu presencia
nácar casi rosa sur
caer tictac asfixia techo
pronto amanecerán las voces medicadas
sin rumbo hacia mí
despertar
perdida en la habitación demente del silencio
y desnuda
[Selección María Juliana Villafañe]
Ana María Fuster Lavín. San Juan, Puerto Rico, 1967. Graduada de la Universidad de Puerto Rico/Río Piedras de la Facultad de Humanidades, concentración en Estudios Hispánicos, además estudió música desde los 10 años con especialización en flauta. Escritora, editora, correctora, redactora de textos escolares y columnista de prensa cultural, también fue maestra de español y música,y coordinadora de equipos infantojuveniles de balompié. Ha recibido diversos premios en los géneros de ensayo, cuento y poesía. Su canal literario de YouTube es Mariposas Negras. Ha participado en lecturas y performance de narrativa y poesía en Puerto Rico, México, España, Estados Unidos y República Dominicana. Publicaciones de su autoría: Libros de cuentos: Verdades caprichosas (Ed. de autor, 2002), ganó premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña; Réquiem (Ed. Isla Negra, 2005), recibió premio PEN Club Puerto Rico de ese año; Leyendas de misterio (Alfaguara Infantil de Editorial Santillana, 2006); Bocetos de una ciudad silente (Ed. Isla Negra, 2007). Poemarios: El libro de las sombras (Ed. Isla Negra, 2006), ganó el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña; El cuerpo del delito (Ed. Diosa Blanca, 2009); El Eróscopo: daños colaterales de la poesía (Ed. Isla Negra, 2010); Tras la sombra de la Luna (Ed. Casa de los Poetas, 2011); Última estación, Necrópolis (Ed. Aguadulce, 2018), y Al otro lado, el puente (Ed. Isla Negra, 2018). Novelas: (In)somnio (Ed. Isla Negra, 2012), y Mariposas negras (Ed. Isla Negra, 2016). Libros de Microcuentos: Carnaval de sangre (Ed. EDP University, 2015); [Cuestión de género], Carnaval de sangre 2 (Ed. EDP University, 2019) ganó Premio Nacional del PEN Internacional de Puerto Rico, y La marejada de los muertos y otras pandemias (Eds. Sangrefría, 2020).
¡Qué hermosos versos!
Muy abradecia, un abrazo