Andres Briceño LAS PALABRAS GOTEAN SIN AMARGURA

Oráculo

Las cenizas clamaron un augurio
en la angosta trampa de tu puerta
que derrumbó mis umbrales.

Te ofrezco la redención
del fuego de mi tierra.
No es febril tu llanto
cuando trae la noticia de un destierro.

Los semblantes que fueron espejos
ya son fulgores de nuestro ayer sin utopías.

Y un suplicio rompió tu silencio
donde la muerte también me redimió.

Epílogo

Ayer desplomé tus fantasmas
con sus dudas y tibiezas
cuando el beso se asiló fugaz en mi sed.

La madrugada huye del desvelo
y me invade un martirio pintado de púrpura
al no encontrar tu rostro.

Ya no despojaré la noche en tus pies,
tus ansias no encontrarán mis ojos
ni habrá plegaria que salve este naufragio.

Encrucijada

No vengas a cruzar el fuego
con miradas de gacela apacible,
ni tientes el apetito de mis noches
tratando de encender esta piel.

Mi deseo respira ante tus pasos
y mi verdad ansía el andar
del grito voraz de tus caderas.
Canto que entona el universo.
Plegaria amanecida entre la lluvia.

Ya no son tus huellas mi pensar,
ni habrá más trincheras que urdir
ante el amor entregado a la disputa.
Entonaré mi propia sinfonía.

Complicidad

Quiero resurgir de las horas
donde tus corrientes
hacen del eco un grito.
Somos cómplices,
un juego apostando
a la estampida de la noche.
Hoy brotan tus capullos,
arrancas mis ansias
con el coro sediento de la mañana.
Las palabras gotean sin amargura
y se rebalsa el río de nuestros presagios.
¡Cuántas voces desnudan esta sed!