ELÍZABETH ECHEMENDÍA – PERENNE SU SED VIVE EN MÍ
SÍMBOLOS DE UNA MUJER
Silencio
Suerte
Serpiente
Sss
A ti, porque en verdad muy poco sabes sin saberlo, te ofrezco esta mano de
forja, que más pudiera atravesar un pecho o una arteria con sus recias
coyunturas que tus lánguidas y suaves manos, y esta boca también, que
prefiriera decir flecha y no saeta y estos ojos moribundos que se afilan con el sol.
Tómalos (por favor) al menos por un día,
tómalos a ver si entiendes algo,
¡que me pesas en la boca
mari-sopa!
Tómalos
con disimulo,
contra ese domo celestial que te promete,
tómalos sssigilosa y
¡arranca!,
que si te encolerizas, virgo, al descubrirte no burlada o dispensable, sino al
menos terrestre,
mucho habrás ganado.
(pero cuando me sean devueltas las manos, los ojos filosos, la boca sencilla,
con esa misma mano, boca y ojos, también yo habré arrancado algo de ti)
ÍDEM
Preludio de un libro
Una pastilla menos;
el agua cae sobre el agua como una fiesta.
Ídem: todo se mueve.
Una pastilla menos;
el perro muerde un cuerno tendido sobre el piso,
colisión de hueso contra hueso.
Sonidos.
Ídem: todo se mueve, una menos
y otra
y otra…
Las hojas se abren, reflejan
la rubia luz como escamas.
Espejo: todo está quieto, se mueve,
yo miro.
Te amo, a través del ojo de la aguja;
lo supe ayer.
Ídem: una menos.
Un dédalo envuelve su pulgar mientras cose una verde tela;
se hunde la aguja en la aurora.
TU IRAS BIEN, RESPIRE LENTEMENT
Yo le hice de madre a un pajarillo enfermo con ternura y preocupación;
pero no importó cuánto calor ni cuánto alimento le diera,
se murió en mis manos,
y sentí su frágil estructura desplomarse y sus huesos bajo sus plumas
y sentí mucha rabia de sostener
toda esa niñez
pulverizada,
hoy, por más que quiera, me asusta tocarte,
porque tienes el movimiento robótico de quien casi carece de vida;
mismo que aquel día resguardaron mis manos;
hoy temes demasiado y yo también.
El sol es blando,
el movimiento sigue,
los pelícanos
—indiferentes—
rasuran la mar con su vuelo,
mientras tu aire, aferrándose,
avanza como un rasguño.
No estás vacío aún, pero si tan frágil como…
¡Y no sé si pueda sostener de nuevo toda esa niñez pulverizada!
No nos hacía falta mucho, nos éramos suficiente con el cabello al desorden,
cnidaria sudado,
la piel reflejando fluorescencias.
Mis contemporáneos, chiquillos salvajes, salvaron lo que quedaba,
un Aci Pogo a la vez. Álbum de stickers.
No necesitábamos más que a nosotros;
los infinitos.
Nos perdíamos bajo el cielo y la luz –siempre– nos encontraba,
ahí, en el lugar donde todo se revuelve;
fuimos la alegría del sol.
¿Las luciérnagas se apagan?
Nos aspirábamos a besos,
bocas
elásticas,
suaves crestas, olor,
ya no sé a quién miras.
Somos víctimas de lo invisible.
¿Recuerdas las luciérnagas en nuestras barrigas?
Vayamos tras ellas.
Elízabeth Echemendía (Cienfuegos, Cuba, 1992) es una artista multidisciplinaria que se ha consolidado como escritora, fotógrafa y directora de arte. Emigró a los 5 años a Costa Rica, país en el que más adelante cursaría la carrera de medicina, hasta decidirse, definitivamente, a estudiar artes plásticas, en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica. En el año 2017 emigra con su esposo e hijo a Estados Unidos, donde actualmente residen. Desde sus años más tempranos mostró una profunda avidez por la naturaleza y el arte como medio de expresión que se vieron potenciados por la influencia de su familia (madre artista plástica y sus abuelos maestros de literatura).
Durante el 2020 se publica su primer libro “El ave nos guarda en su canto”, con Valparaíso Ediciones. Durante el 2021 colabora en la obra Carta de Renuncia, del artista y activista cubano Luis Manuel Otero Alcántara. “Mi sombra es la madrugada” es su segundo libro publicado.
Wowwwwwwww!!!!!!!
gracias por escribirme, desde estas altas horas de ultramar les saludo muy afectuosamente
juan
Talentosa, hay que seguirle el paso a esta pluma