HAZELL ARAUZ – ESTEPARIO

Estepario

Hay pisadas

de un niño descalzo

con el llanto cercenado

en una tarde tórrida

del abril polvoriento y estéril.

Tiene las manos enterradas

en el indio maíz,

quemado hasta las raíces.

¡Dios te ha desamparado!

se escucha entre barrotes herrumbrados

los gritos de engaño.

En el exilio,

solo se es un alma

que se va reconciliando con la muerte.

“Ya no ruge la voz del cañón

ni se tiñe con sangre de hermanos”

mientras la historia de mi madre se repite,

bajo el solazo de Managua.

Los cadáveres van desapareciendo,

escarchados de rojo sobre el asfalto

en un abril abrasador.

Caducidad

Déjame morir

con el grito en la avenida

y el llanto encerrado en la casa;

encontrar los trozos de mi vida

esparcidos en la calle

o en el amarescente trago de la mañana.

Recogeré el polvo de la utopía

arrastrándola hasta el ocaso desde mi silla.

Contar hasta treinta

antes de invocar la última plegaria.

Déjame morir por última vez,

todavía no he aprendido

a mencionar bien mi nombre.

Hay pasajes que no he visto.

No escribo a fuerza ni a voluntad;

solo cuando el sonido

ondula las páginas en blanco

en estos renglones sin sentido.

Prontuario

         Hoy sé quién soy,

soy un estante de libros,

dos botellas de vino

y una foto sepia de la infancia,

para separar en el cuadernillo sin rayas,

los garabatos de palabras

que solo existen en la psique.

La gente viene

y cuestiona mi sustantividad.

Compro tiempo en una esquina

para prolongarme la existencia.

Los pensamientos

amenazan con jalar del gatillo,

¡les pido que lo hagan o que

me apuñalen por la espalda!

Aquí en el desvarío de mi mente

soy una oración sin Dios,

que en la oscuridad deja de existir.