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AÑO 4 - 2023

ROBERTO SANTIAGO GONZÁLEZ – ACHÉ

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ACHÉ

 

Un resguardo de caracol marino chasquea la billetera,

Orula llegó sanando las pupilas pérfidas.

Safa los nudos de mis venas, detiene la sombra,

atierra a los lerdos de rígidos linajes.

El rojo de la conquista perfora la muralla,

bañado con Eleguá y caminando sin collares rojos.

El verde paraliza con sus hierros al maligno,

elegido por Ogún y sin collares verdes encima.

El altar es el gallito de aluminio de la claridad mental;

entre las rejas permanece puro, inerte y acicalado.

Guerreros bebedores de ron y vino, fumadores de tabaco;

se desnudan con cacao como masoquistas, 

disfrutan de los juguetes infantiles. 

No son bárbaros los santos, son santos,

no son bárbaros los babalaos son saludadores,

soplan la santigua negando el ensalmo.

Las defensas no se ilustran al discrepante,

van celadas invisibles ensalzando la tutela.

Pasan y pasan insinuando desafiar al inquietante,

se largan solitarios consagrados por los caminos.

Changó ocupa el trono agrietando las barreras,

membrudo entre mi alma robusta experimenta,

zarpa, defiende la malquerencia de los sedientos.

Como zafiros duermen con andanzas por mi espectro,

se invierte el ardor por la malevolencia procreada, 

Orula está como ciérnala radiante en las vísceras.

Apoderado Dios de los auténticos rebeldes,

floreo plácido abrigado sin recelos,

ondulada gracia sagrada de estrofas de culto,

escolta la palabra virtuosa el benefactor de mi Aché.    

 

“El cabal»

 

La decepción llega sin buscarla, aparece sola,

el derrame sanguíneo es el silencio de los tropiezos,

es soplido de lo insoportable.

El cabal es irreversible,

va consternado a la batalla.

Zarpa con el gris y el rojo a cuesta,

sin línea férrea ni locomotora.

El cabal suelta las amarras como los secuestrados,

tiene la soga con henequén estropeado,

curtido de marcas en las muñecas de color morado.

Cantando como los locos,

ve las truchas hechas minutas. 

Los santos pululan en silencio,

el viento asusta en la media luna, 

camina alborotado el cabal por no quedarse dormido.

Salió de la oscura sombra con luz y un traje de presentador,

ecuánime por la mordedura de un carnívoro,

dejó los poros abiertos para que brotara la sangre.

No esperaron, el cabal abrió los ojos y emprendió el duelo,

la mar se puso serena y el espadachín sacó el sable.

Sentado en el banquito de los acusadores,

apretó el gatillo de su revólver de juguete,

apeñuscaron las esposas al cabal que es más valiente que cabal. 

Confuso el olor del insípido piano vertical vio en carriolas al cabal,

vibró el claxon como la trompeta,

el halcón tragó y huyó como gallo desplumado.

Chupando un seno de octogenaria escritora contemplé un Lada del 86,

estallaba la candela que hizo cenizas el poste de cedro de la esquina.

Las capas negras y los martillos de cobre,

sentenciaban el lote de las gaviotas,

caían las cerezas al unísono en la autopista,

el carburador bañó el parabrisas del cabal,

el sordo y los demás escupieron aturdidos,

tosieron por fumar cigarrillos sin filtros, 

La caballeriza estaba desordenada sin la melodía de Bethoven,

navegaban los pilotos con el índice enyesado sobre los sacatripas,

el cabal pintó escenas cinéfilas de Chaplin.

La carreta de gangarrias maduró los nísperos del solar,

San Lázaro rezaba setenta y siete plegarias con uniforme de cocinero.

El dueño del ventanal sembraba habichuelas en el búcaro del televisor,

con la ganancia de la película de Cantinflas,

entonces reservó pasaje para el cabal.

Las flores tapadas con un pañuelo olían a vino tinto,

sanaron la flema del ganadero en la ceiba de la ciudad.

Extraviado un billete millonario estrujado sin burbuja en la plaza,

cuando el cabal encontró la cartera los espejos enfangados gaguearon.

Quería facebook, no cartilla, ni buró con presillas, ni lapiceros,

de 4K salieron las letras guardadas de casi medio siglo,

Por el desespero del cabal el juicio comenzaba,

sembró el clavel, se despojó y la pluma la puso Elegua,

no hubo magia, fue jonrón literario aplacado en casa.

Perezoso tomador de café maldijo al guerrero enchufado con Ogún,

la culata del soñador disparó volcánicamente a punta de dedos.

El calvo con audífonos se negó desde el whasap

un celular de 2020 masoquista bailó sin pita a ritmo del escritor.

Nunca el molusco podrá con las sardinas en tiempo de veda,

yemayá decide por los peces y las aguas claras. 

Las chivichanas herrumbrientas ruedan loma abajo,

apresuradas con el capullo de mariposa,

contando historias del antílope dorado que algún día pasará por el cabal. 

 

“Si las mentes fueran sombrillas”

 

Se inspiraba El Benny en la canción “Dolor y perdón”,  

nadie lo escucha porque quieren oír “Bonito y sabroso”.

Julio Iglesias en “La vida sigue igual”,

nadie lo escucha porque quieren oír “Vivir”.

Las flores de los jardines florecen marchitadas, 

los lienzos de Mendive abren girasoles africanos para el cepo.

La fresa tiene chocolate,

Tabío abrió sus mentes,

el cantor sabe de canción en el barrio.

Aguaceros torrenciales

caen sobre el chapapote congelado, 

los paraguas envejecen, están fuera de moda

tratando de lucir sombrillas.

La gramática es astronomía y la lingüística es cosmografía,

el logopeda enmudeció, 

recibió veinte centavos de vuelto.

Un plato metálico vuela sobre las losas,

se escucha el bullicio,

los muchachones tocan los jarros y cucharas.

Meten la bota en un pantano y cierran los ojos para no verse, 

empantanado regresan con su traje de gala y cerradas las sombrillas.  

Las mañanas tienen cenas y las noches desayunos,

¿será que la rana espera ser adulta para tener bigote?

Se trabó el fleje de la sombrilla que guarecía el cuerpo,

la capa se calaba cuando la lluvia enfermaba los pulmones.

La espuma se desliza ligera sobre los cuerpos,

un jarrito de agua limpia y cuatro de turbias suplen la ducha.

El pintor brochó la tapia con la marmolina del albañil,

los bloques se quiebran con el pincel y la pala se vetea. 

Camino sin muletas apoyado con la sombrilla cerrada,

el cerrojo sigue sin abrir por el cabo.

Los libros tienen tela de araña entre sus páginas,

¿no habrá sacudidor para el librero?    

Bonitos son los libros abiertos sin tela de araña; 

son los que sirven para el librero.

Por detrás de un estante 

se ven los truenos, las lluvias y ciclones, 

Desde el buró de la librería

todo sería diferente si las mentes fueran sombrillas.

 

BIOGRAFÍA

Roberto Santiago González. Nació en Remedios, provincia Villa Clara, Cuba. Es Licenciado en Educación Artística del ISP “Félix Varela” desde 1995. En 2002 se inicia como periodista en la emisora Radio Caibarién tras cursar Diplomado en el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí “de La Habana. En 2005 comienza su transitar por la  televisión, en los telecentros y corresponsalías de Caibarién, Remedios, Telecubanacán y el Sistema Informativo Nacional. 

Se graduó como Director de programas de Televisión, Realizador de documentales, Camarógrafo y Fotógrafo.  En esta etapa logró  Premios y Menciones en Festivales Nacionales de Telecentros y Cine Clubes con las obras “Pasión en Remedios” sobre la Parrandas, “Una cubana de pura cepa” y El “Remedios de un Padre”. Otros  Grandes Premios Nacionales ha obtenido en importantes concursos de los sectores del MINAZ, ACLIFIM, ANSOC y el INDER.

 Unido a esta trayectoria vale destacar su  activa labor como corresponsal deportivo de Villa Clara en los espacios de la televisión provincial y nacional. Fue cronista premiado en el Concurso Nacional Periodismo Deportivo González Barros, de 2019. Es miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC)  desde 2003. Publicación del libro de crónicas: “Los remedios de Remedios” con editorial Primigenio.

 

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Roberto Santiago González Santiago González

Me place la publicación de tres de mis poemas. Gracias a la Casa Bukowski por abrirme las puertas. Bendiciones

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