SEAN SALAS Es hora de construir el salón de la justicia
Horario de visitas
Espero la noche
igual que los prisioneros el día de visitas.
Entro a mis sueños con los ojos abiertos.
Soñando no podemos leer o morir
pero podemos hablar con los muertos.
Son muy elegantes:
ni un gusano en el pelo,
nada de tierra en sus trajes.
El ataúd les sienta bien
como una cámara de bronceado.
Así de poco turístico es el más allá:
los muertos llevando flores a los vivos,
los vivos regando flores plásticas.
Igual que el horario de visitas en prisión
mis sueños acaban demasiado pronto.
Al despertar no estoy seguro
de quién está libre y quién encerrado.
Vendrá la muerte y tendrá gafas 3D
Si antes de morir
nuestra vida pasa frente a nosotros
¿el ángel de la muerte nos acompaña
o la vida es de esas películas que deben mirarse a solas?
No me sorprendería que prefiera llevarse
a niños que cruzan la calle distraídos
o a los que juegan con fuego.
La mayoría de adultos viven la misma rutina.
Antes de morir podrían ver la historia
de cualquier compañero de oficina,
día a día, y no notarían la diferencia.
¿Cuántas veces habrá mirado
la muerte su reloj de arena,
aburrida de tantas vidas
con la misma trama predecible?
A sangre fría
Dejé pasar mi turno de ser cruel,
no cobré venganza.
Me siento como el comisario
a punto de jubilarse
que nunca disparó su arma
y no sabe
si debería alegrarse o entristecerse.
Golosinas
Los niños y sus dientes flojos me quitan la paz.
Me recuerdan lo que dijo Boris Vian:
“la vida es una muela, hay que arrancarla”.
Caí en el pesimismo de Schopenhauer y compañía
como Hansel y Gretel cayeron en la trampa
de la bruja en su casa de azúcar.
Abrí libros cuyo contenido
es igual a esa luz utilizada por dentistas
para iluminar lo peor de las dentaduras,
luz del conocimiento que despierta lo oculto
en el abismo abordo de nosotros.
Tenía razón el filósofo que criticó filósofos
por vendernos golosinas del pensamiento,
carnadas que nos tientan a salir
de nuestra confortable cueva.
Los niños y sus dientes flojos me entristecen.
Me recuerdan la inofensiva oscuridad
a la que solo tememos durante la infancia.
Liga de la justicia
Ya pasó el tiempo de los grandes poetas
que prometen mejorar el mundo.
También es hora de decir adiós a poetas menores
que se quejan de ser ignorados por el mundo.
Virgilio aconsejó a Dante ser breve y sensato,
el Infierno y el Paraíso siempre serán un mejor tema
que el amor no correspondido por Beatriz.
Los poetas no deberían perder su juventud
en los burdeles: las musas tampoco.
Antes del recital no es necesaria la cabina telefónica
para disfrazarse con el heroico traje
de chaqueta de cuero con bufanda bohemia.
Ya que no existe el selecto club
de Homero, Ovidio, Horacio y Lucano
para purgar la envidia entre poetas,
es hora de construir el salón de la justicia
para superhéroes sin superpoderes.
Sean Salas (Heredia, Costa Rica, 1997).
Fue incluido en la Antología Nueva Poesía Costarricense (2020). Su poema Esperanza de vida en Siria fue uno de los ganadores del III Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio (2020). Parte de su trabajo ha sido publicado en revistas y suplementos culturales de países como México, Chile, Albania, Perú, Colombia, Ecuador, España, Argentina, entre otros.