VICENTE DE LA SERNA – SER EN PANDEMIA
Ser en pandemia
No sé si quiero más soledad
o soledades, en plural
No sé si la paz ganada
sea una derrota inapelable a la convivencia
No sé si los silencios
son gritos cotidianos de advertencia
No sé si el vacío de mi cama
es una condena injusta por ausencia
No sé si el café de la mañana
sabe menos sin una conversación en do mayor
No sé si el sofá doble hecho para uno
viene con desperfecto de fábrica
No sé si las risas que no escucho
es un mal prematuro de mi sordera
No sé si la película llorona de anoche
carecía de pañuelos que alcanzar
No sé si la no ida al cine
venía con comentarios sin comentar
No sé si el paseo calle abajo
sin otro brazo es calle arriba
No sé si el libro mal terminado
es una señal de un final abrupto
No sé mi lado flaco
es más flaco sin ese prestado abrigo
No sé si mis valientes versos de ayer
fueran el presagio de lo prohibido
No sé si el paisaje nocturno y con sombrero
es más oscuro incluso de día
No sé si la canción favorita
sea una venganza adolorida
No sé ni siquiera si la verdad
o si hasta la mentira me sienta bien
Sólo sé que hoy soy
la negación misma del ayer.
Hay días
Hay días oscuros
a pleno sol
con llagas abiertas
de heridas caídas
gota a gota
en el limbo universal
que ha perdido su invicto
en un KO sin comienzo ni final
hay días huérfanos
de esperanza
de celdas desrejadas
a golpe de sueños
en los llantos ajenos
que acumulaba el diccionario
ignorante de tanto acumular
hay días misóginos
arrepentidos de diciembre
colgados al lado flaco
de un enero resilente
sin frente alta
ni tardes marchitas
en atardeceres
sin horizontes ni mar
hay días ennoblecidos
por la voluntad ya sin fuerza
de los pesares obnubilados
en el tren sin destino
de un ticket malvendido
en la ventana abandonada
colmada de promesas
cinco minutos
antes de despertar
hay días como hoy
en donde ni siquiera la nieve
desde la lluvia decide
ser nieve finalmente
ni siquiera en la alquimia
de gritos y ventanas
cerradas impotentes al despertar
hay días aciagos
a cal y canto amarrados
sin prisa también
sin llanto
en la sala de espera
esperando
hasta que llegue su final
Quietud inesperada
La calle vacía
hace tiempo ya
que se descalza de aceras
triste involuntaria
inútil tal vez
por nuestra ausencia
que inmutable
parece no extrañar
tras los visillos bullen los sueños
truncados de amaneceres
poseedores de una maldición
de cuento sin hadas
y sin princesa a rescatar
los besos ajenos
fugitivos
cuchichean atardeceres
que parecen no acabar
nuestros pasos silenciados
no cruzan el asfalto matinal
ni el nocturno
y las risas de los infantes
se pierden en la soledad infinita
de los parques amenazados
de un invierno sin final
las miradas huérfanas
que antes se encontraban
no saben abrazar
ni muchos menos llamar
la complicidad de sus esquinas
los educados hasta luegos
olvidaron el verbo esperar
y las alondras de invierno
graznaron en coro
un altamar sonámbulo
como un mal presagio
carente de pasamanos
el tranvía de mis emociones
transita vacío por rieles
cobardes tal vez
inconsolables
cargados hasta los peldaños
del lastre inmenso
de mí soledad
descubro a ratos
que el pasaporte enmohecido
de mi risa en tus abrazos
ya no sabe conjugar
la nostalgia como verbo
el buzón vacío del correo
se desvive no obstante
por la buena nueva
que quiebre transgresora
la fragilidad del olvido
cotidiano
a desestrenar
huérfanos de felicidad
la calle volvió el día
de una oscuridad ajena
a la oscuridad recurrente
como si un apagón de domingo
nos dejara ciegos
e insensatos al despertar
extrañamos insolentes
los descansados desayunos
el café apurado
el cómo te fue incluso
el odiado atasco
hasta la puteada
de ese frenar involuntario al pasar
dejamos abandonadas
a su suerte
solitarias terrazas
obsoletas amenazadas
de olvido
cargadas de nostalgias
de sombras que ya no están
y las aceras sufren
vomitan escapularios
y sermones
de sobrevivientes
como si fuera una orden
emanada desde la voluntad
férrea del que decide un
‚tengo de volver’ desesperado
no nos convence
ni la paz
ni la tregua ofrecida
no nos convence el tiempo
invertido en esperar
esa quietud trucha
doce mesina
sin parto a la espera
del postparto terminal
y nos juramentamos
tal vez desde el olvido
que resiste olvidar
o recuperar
los abrazos perdidos
los estúpidamente no dados
los que nos hace rehumanos
ansiosos
por la necesidad de abrazar
así como los besos
en esas aceras cómplices
con sus esquinas
nos asaltan a distancia
en siseos prestos
de pecadores a gusto
para recuperar lo amado
tan vanal como un café
en la terraza desierta
que paciente esperó
el latir de nuestras conversaciones
para que volvamos
a ser nuevamente en plural.
Vicente de la Serna. (Frankfurt, Alemania; 1977)
Escritor, poeta y artista plástico. Estudios de Sociología en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (ARCIS), Santiago de Chile. Estudios de Doctorado en la Universidad de Valencia, España. Consultor CEPAL/ONU. Editor jefe de la revista ELRINCON (Alemania). Asesor en políticas urbanas (Chile). Artista Plástico y colaborador en poesía para diferentes publicaciones latinoamericanas. Actualmente se desempeña como artista plástico en Alemania.
Felicitaciones a Sergio Rivera por sus creaciones, desde el fin del mundo, le deseamos mucho éxito.
Armando Flores
Vallenar, Chile
Sergio querido… no sueltes el bolígrafo, no sueltes el teclado.