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AÑO 4 - 2023

CÁRMEN PÉREZ – MÚSICA DEL HOMBRE

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*Carmen Alicia Pérez Gómez: Nació en Cereté, Colombia, el 31 de octubre 1992. Licenciada en lengua castellana de la Universidad de Córdoba, especialista en gerencia de proyectos, poeta y gestora cultural. Textos de su autoría, han sido publicados en medios impresos y virtuales de carácter local, nacional e internacional, y ha participado en importantes evento literarios, como la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la Feria de la Lectura de Montería: un río de libros, el encuentro Nacional e Internacional de Mujeres poetas, entre otros. Finalista en el concurso nacional de poesía Casa Silva, “la palabra, espejo sonoro” (2019) Ganadora del primer concurso internacional de poesía, “Manuel Zapata Olivella” XVIII Parlamento Internacional de Escritores Cartagena de Indias 2020 – VI Parlamento Joven.

Libro publicado: Silencio en el espejo; Editorial Torcaza; Sincelejo (2020)

Obras inéditas: Poemas de La Sed (Poesía) La Casa (Teatro) Olvido (Cine)

 

CEGUERA

 

Los ciegos deslizan sus manos por los bordes de las formas,

desatar un nudo, implica tensar una cuerda que ya no es lisa,

para ellos el agua es la misma en todos los tiempos.

¿Por qué cuestionar el origen histórico de las cosas,

si todos provenimos de aguas distintas?

Nadie cree en la metamorfosis de la gota que brilla en el pasto.

Los ciegos se adentran en las profundidades de las cuevas

con la certeza de seguir caminando, en la ceguera.

Despertar no es una opción, aunque de golpe,

La luz de un espejo, les vibre los párpados.

CEGUERA

 

Los ciegos deslizan sus manos por los bordes de las formas,

desatar un nudo, implica tensar una cuerda que ya no es lisa,

para ellos el agua es la misma en todos los tiempos.

¿Por qué cuestionar el origen histórico de las cosas,

si todos provenimos de aguas distintas?

Nadie cree en la metamorfosis de la gota que brilla en el pasto.

Los ciegos se adentran en las profundidades de las cuevas

con la certeza de seguir caminando, en la ceguera.

Despertar no es una opción, aunque de golpe,

La luz de un espejo, les vibre los párpados.

DUELE

 

Duele la piel al roce con las hojas secas

y los huesos sedientos de humedad.

El sol es inclemente.

¿Habrá piedad para las pobres que amamantan

con la sed incrustada en sus espaldas?

Ella recoge los últimos granos del día.

En casa, los niños lloran de hambre.

La madre es un río interminable

perdido en el maizal,

tiene sed de encontrarse,

y los hijos detienen el vertimiento.

Es imposible abandonarse,

cuando el cuerpo se divide

y algunas partes son el oasis.

AUSENCIA

 

He habitado el silencio de la casa,

en el tiempo destinado para los silencios.

Me he asentado en ella como sombra líquida.

En cada superficie hay un abismo lleno de sonidos;

en cada rendija, indicios de otras vidas, de otras formas.

¿Podrá una casa desprenderse del peso de agrietarse,

si en sus cimientos no hubo tierra suficiente

para saciar toda la humedad?

Ahora soy una enorme grieta en la pared del patio.

Allí me hundo de a poco con las risas de los niños,

las raíces de los árboles frutales,

el peso de las sombras de sus habitantes…

La casa no sueña, aunque exhala un olor característico

y se impone en los sueños de los olvidados.

Yo he soñado el olvido de esa casa,

el susurro de la puerta, clamando ser tocada…

O quizás sea yo, adulto solitario a los afueras de un funeral,

anhelando de la casa el abrazo eterno de los años idos,

aunque en el recinto, solo haya ausencia.

MÚSICA DEL HOMBRE

“Ahora tienes el mundo y un camino.»

Héctor Rojas Herazo.

 

Música de huesos que se rozan,

gota de agua en hoja seca,

chasquido que anuncia otra lluvia

que no es mía.

Así, el estrépito de unos huesos corroídos,

quizás anuncie el nacimiento de un hombre

que sea más que ruido.

Entre ruido y ruido, como el brillo de un machete en la espesura,

aparece la poesía de la música,  camino negado a los ciegos.

En medio de la incertidumbre, de la vastedad del trayecto,

el silencio encapsula una música antigua,

lumbrera en el poema de las sombras,

para escucharla, el poeta envejece sus oídos,

traduce con sus dedos alguna verdad,

verdad que a veces duele, cansa, reconforta o estremece;

verdad que le indica al poeta que en cada latido,

en cada pájaro que toca con su pico la ventana,

en cada cuerpo sediento que se profana en otro,

hay una gama de sonidos que configuran la música del hombre,

en medio de esa melodía compleja y antiquísima, la poesía germina

CANTO EN LA ORILLA

 

Canto en la orilla el peso del silencio

del tiempo que no llega.

Un murmullo de olvido,

se cuela entre los cuerpos,

llega a mí para interrumpir mi canto.

Algo se quebranta:

mi voz de sal sólida y mi piel sedienta.

Algo pesa y no es mi cuerpo,

es el silencio de las ruinas

de años que caminaron como el cangrejo.

Hay preguntas que al hacerlas,

rompen el cántaro y el agua que corre,

no se puede detener.

Canto en la orilla la sequía de lo besos,

arrojados al viento, como carne de carroña.

ME ABALANZO

 

Tiembla la piedra en el fondo del estanque.

Crepita la madera al pronunciar tu nombre,

algo arde en las entrañas, me niego a despertar.

Veo el agujero que se expande desde tu vientre,

la lluvia de pájaros muertos en este desierto,

a ti en la penumbra, a mí en la orilla,

me abalanzo, temiendo a la caída.

Tiembla una piedra en el fondo del estanque,

evito sumergirme, percibir su brillo,

escucho tu voz desde el fondo, nada puedo hacer

descalzo mis pies, duermo bajo la roca.

BIOGRAFÍA

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