CECILIA ORTIZ – ÚNICO REFUGIO
LA POESÍA DE CECILIA ORTIZ
Andrés Téllez Parra opina que es el poeta quien puede captar algo en el tiempo y detenerlo “en una palabra a través de la forma que apresa ese flujo indefinible que Octavio Paz llama poesía: el poema”. Y en esta pericia, no es la excepción la poeta argentina Cecilia Ortiz, una de las más destacadas voces de la actual poesía vanguardista latinoamericana; ella capta y detiene en el tiempo la vida con la palabra poética de la cual ella es dueña y señora en su larga trayectoria por las letras de nuestra región latinoamericana.
George Reyes
Agua
Quiero en el espacio sagrado del agua
reconocer el manojo de cicatrices robadas al viento
y el lenguaje del pájaro o el ángel.
Hay hogueras que dominan el aire
sin que un libro registre cuando la tierra
se desangra.
Quiero descubrir
en el espacio sagrado del agua
el reloj que detiene la historia
-sin reino será una habitación vacía-
y las espigas tendrán voluntad de espadas.
Deseo que cada gota de agua
se torne alimento
para derrotar el hambre y volver a la cordura
-siempre es testimonio la gota
en el ojo desprevenido-
Y dice que el agua libera la sed
cuando el llanto abreva el alfabeto
y se vuelve temperamento la palabra
y pregunto
cuál es el lenguaje de la esperanza.
En el espacio sagrado del agua
toda la sangre levanta las manos
en esas palabras que no puedo oír
y se tornan carne viva
cuando la miseria se alberga entre niños
y la pena me devora.
Aire
Me alejo de esta agonía inestable
mi voz busca razones en el viento.
Quiero en el delirio del aire – la realidad de siempre-
encontrar una artesana voluntad de poeta
crear el poema
por fuera del silencio que deshace palabras
que el delirio del aire sea mi escudo/ lanza
y derrote lágrimas
-dolor en el pan que no se come-
Y pueble con pájaros victoriosos
el espacio cotidiano piel adentro.
¿Es una utopía destronar la miseria
para volver al camino verdadero?
El aire no me cree
y mi voz se pierde en el deliro del mundo .
Me deja sola con mi vestimenta de nubes
y las manos cansadas de luto se sumergen
arrancan restos de falsas semillas
tiñen con hebras de esperanza
los plumajes en discordia.
Quiero en el delirio del aire
aprender de aquellas derrotas
(para no repetir el paso )
Y juramentar sobre mis huesos
la verdad en la boca del viento
sembrar rocío y desterrar sequías.
Escribo
es mi mano la que tiembla intuye el regreso del aire
que libera de corazas a los poetas.
Fuego
Llego con las manos sembradas de escritura
a descubrir
el venerado nombre del fuego en el amanecer
-incendio del día-
Frente a él y sus teas desafiantes
descubro la vieja consigna
que gestó otoños esclavos
(secuencia de dolor antes de recoger la cosecha)
Frente al venerado nombre del fuego
escucho en bandada de sílabas
la voz de aquellos seres
teñida por la sangre pasional del desarraigo
-en medio del camino abandonado-
Reniego siempre ante la verdad de realidades adversas.
Mis manos inquilinas de los brazos
acarrean zozobras de truenos
(evito que sea reino la desazón)
Elevo súplicas ante el venerado nombre del fuego
que me asombra cuando caigo en la hoguera
de injustificados instantes
y tantas llamas devoran corazones lentos
bocas que se niegan a sí mismas
en ese lenguaje doble y acartonado.
Llego con el viento a interrogar
al fuego que oculta refugios.
En qué rincón sobreviven los enemigos simulados
que ofrecen salvación en una fábula.
Me refugio en el poema
con su ejército de palabras conocidas.
Quiero ser otra y soy la misma
-acompaño estas palabras crecidas a ras del suelo-
(buscan una contestación)
De mi mano brota una llama
excava (no hay solución) me consume.
Ahora soy su nombre
he sido invasora y soy invadida
contemplo la asfixia de mi consigna
convocar frente al fuego un refugio
fuera de la historia profanada.
Tierra
Convoco la voz de la tierra
desde mi planicie temeraria (la palabra)
El ocaso de mi mano intenta celebrar la vida.
Infinitos hilos azules pueblan mi búsqueda
crecen en mi voz que pronuncia
desde la fisura de mi boca y la nombra.
Tierra enmascarada de trigal violado
por latigazos de lluvia.
De pie sobre tu cuerpo pleno de antepasados
soy testigo del naciente grito de coraje
En mis ojos se amasa con ternura de pan
el llanto de tus generaciones olvidadas
mezcla de sed y lluvia
de muerte y vida (idénticas)
En mi piel respira la tierra impaciente
desde desiertos grises y cumbres coronadas.
Me alcanzan sus silenciosas penumbras
cuando quiero grabar sobre el dorso del mundo
los signos del amor revelado
sin agonías crímenes vértigos.
Estoy fuera del tiempo
que se adentra en la matriz de la tierra.
Empapada en sudor derrama aliento fértil
sobre ciudades leñadas en fracasos
y es esta tierra que escribo otra vida
la que ríe cuando la habitan
(irrepetible en caligrafía de azahares
alboroto de semillas mujer que arropa
honduras de un surco que encuentra el tiempo
de la siembra.
Estoy sobre la oscura tierra que no grita
si el futuro y el ahora no pueden
ser savia vital en mis letras.
No miro el saqueo de poblados
ni las armas que exigen rendición
Convoco la energía de la tierra
desde mi planicie temeraria (la palabra)
para razonar juntas cincelando alegrías
en primaveras piadosas
maduras sin tiempo de espera.
Luz
La tregua de un nuevo día
es luz ante el mar que engalana su ropaje
y cada ola ilumina el destino
sin decir que todo está en desorden.
Se derrama luz en el canto de las aves
-cantan aunque duela-
y es un racimo de memoria
sobre mi escritura encadenada al espacio.
Eterna luz dame latidos de tiempo
para construir mi casa/ poema vacilante.
Quiero que germinen en mis manos
ternuras sin límites ni distancias
para ser huéspedes en los rincones oscuros.
Llegan sin que me dé cuenta
(se esperanzan y olvidan la piel de los errores)
No quiero recordar muros solitarios
ni que mis huesos perciban
la soledad milenaria de las piedras.
Quiero sol en el cenit del poema
así el tiempo no se escurrirá
inabarcable y fugaz entre las sílabas.
Eterna luz haz que olvide mis lágrimas
que mi nombre invoque la infancia
-esa niña que fui y se deshizo al crecer-
que vuelva a mí su contagiosa risa
y mis amigas gaviotas me llenen los ojos
de invisibles cantos y ceremonias veloces.
Ya estás conmigo luz eterna
mi frente es todo resplandor.
Te pido una última indulgencia
ilumina todo el mundo con tanta luz
que aquellos en su intento de hacer el mal
no puedan ver.
CECILIA ORTIZ
Nació en Buenos Aires, Argentina el 4 de marzo de 1954. Docente. Poeta y narradora. Coordinadora: Talleres técnicas de escritura. Narrativa. Poesía. Jurado internacional y local desde el 2001.
Creadora de Zona de Arte- Región del Plata (reconocimiento y entrega de Diploma a Creadores en la Palabra, Música, Artes Plásticas) En un segmento de Las Bohemias de la Revista Literarte. 2012-/2018-Olivos- Buenos Aires.