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AÑO 4 - 2023

CECILIA ORTIZ – ÚNICO REFUGIO

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LA POESÍA DE CECILIA ORTIZ 

 

Andrés Téllez Parra opina que es el poeta quien puede captar algo en el tiempo y detenerlo “en una palabra  a través de la forma que apresa ese flujo indefinible que Octavio Paz llama poesía: el poema”.  Y en esta pericia, no es la excepción la poeta argentina Cecilia Ortiz, una de las más destacadas voces de la actual poesía vanguardista latinoamericana; ella capta y detiene en el tiempo la vida con la palabra poética de la cual ella es dueña y señora en su larga trayectoria por las letras de nuestra región latinoamericana.

 

George Reyes

Agua

 

Quiero en el espacio sagrado del agua

reconocer el manojo de cicatrices robadas al viento 

y el lenguaje del pájaro o el ángel.

Hay hogueras que dominan el aire

sin que un libro registre cuando la tierra 

se desangra.

Quiero descubrir 

en el espacio sagrado del agua

el reloj que detiene la historia

-sin reino será una habitación vacía-

y  las espigas tendrán voluntad de espadas.

Deseo         que cada gota de agua 

se torne alimento

para derrotar el hambre y volver a la cordura

-siempre es testimonio la gota 

en el ojo desprevenido-

Y dice que el agua libera la sed

cuando el llanto abreva el alfabeto

y se vuelve temperamento la palabra

y pregunto

cuál es el lenguaje de la esperanza.

En el espacio sagrado del agua

toda la sangre levanta las manos

en esas palabras que no puedo oír

y se tornan carne viva 

cuando la miseria se alberga entre niños

y la pena me devora.  

 

Aire

 

Me alejo de esta agonía inestable

mi voz busca razones en el viento.

Quiero en el delirio del aire – la realidad de siempre- 

encontrar una artesana voluntad de poeta

crear el poema 

por fuera del silencio que deshace palabras

que el delirio del aire sea mi escudo/ lanza

 y derrote lágrimas

-dolor en el pan que no se come- 

Y pueble con pájaros victoriosos 

el espacio cotidiano piel adentro. 

¿Es una utopía destronar la miseria

para volver al camino verdadero?

El aire no me cree

y mi voz se pierde en el deliro del mundo .

Me deja sola con mi vestimenta de nubes

y las manos cansadas de luto se sumergen

arrancan restos de falsas semillas

tiñen con hebras de esperanza

los plumajes en discordia.

Quiero en el delirio del aire

aprender de aquellas derrotas

(para no repetir el paso )

Y juramentar sobre mis huesos

la verdad en la boca del viento

sembrar rocío y desterrar sequías. 

Escribo

es mi mano la que tiembla      intuye el regreso del aire

que libera de corazas a los poetas.  

 

Fuego 

 

Llego con las manos sembradas de escritura

a descubrir  

el venerado nombre del fuego en el amanecer

-incendio del día- 

Frente a él y sus teas desafiantes

descubro la vieja consigna

que gestó otoños esclavos

(secuencia de dolor antes de recoger la cosecha)

Frente al venerado nombre del fuego

escucho en bandada de sílabas

la voz de aquellos seres

teñida por la sangre pasional del desarraigo

-en medio del camino abandonado-

Reniego siempre ante la verdad de realidades adversas.

Mis manos inquilinas de los brazos 

acarrean zozobras de truenos

(evito que sea reino la desazón)

Elevo súplicas ante el venerado nombre del fuego

que me asombra cuando caigo en la hoguera

de injustificados instantes 

y tantas llamas devoran corazones lentos

bocas que se niegan a sí mismas

en ese lenguaje doble y acartonado.

Llego con el viento a interrogar

al fuego que oculta refugios.

En qué rincón sobreviven los enemigos simulados

que ofrecen salvación en una fábula.

Me refugio en el poema

con su ejército de palabras conocidas.

Quiero ser otra y soy la misma

-acompaño estas palabras crecidas a ras del suelo-

(buscan una contestación)

De mi mano brota una llama

excava (no hay solución) me consume.

Ahora soy su nombre

he sido invasora y soy invadida

contemplo la asfixia  de mi consigna

convocar frente al fuego un refugio

fuera de la historia profanada. 

 

Tierra

 

Convoco la voz de la tierra

desde mi planicie temeraria (la palabra)

El ocaso de mi mano intenta celebrar la vida.

Infinitos hilos azules pueblan mi búsqueda

crecen en mi voz que pronuncia 

desde la fisura de mi boca y la nombra.

Tierra  enmascarada de trigal violado

por latigazos de lluvia.

De pie sobre tu cuerpo pleno de antepasados

soy testigo del naciente grito de coraje

En mis ojos se amasa con ternura de pan

el llanto de tus generaciones olvidadas

mezcla de sed y lluvia

de muerte y vida (idénticas)

En mi piel respira la tierra impaciente

desde desiertos grises y cumbres coronadas.

Me alcanzan sus silenciosas penumbras

cuando quiero grabar sobre el dorso del mundo 

los signos del amor revelado

sin agonías    crímenes    vértigos.

Estoy fuera del tiempo

que se adentra en la matriz de la tierra.

Empapada en sudor derrama aliento fértil

sobre ciudades leñadas en fracasos

y es esta tierra que escribo   otra vida

la que ríe cuando la habitan

(irrepetible      en caligrafía de azahares

alboroto de semillas     mujer que arropa

honduras de un surco que encuentra el tiempo 

de la siembra.

Estoy sobre la oscura tierra que no grita

si el futuro y el ahora no pueden

ser savia vital en mis letras.

No miro el saqueo de poblados

ni las armas que exigen rendición

Convoco la energía de la tierra

desde mi planicie temeraria (la palabra) 

para razonar juntas cincelando alegrías

en primaveras piadosas

maduras         sin tiempo de espera. 

 

Luz

 

La tregua de un nuevo día

es luz ante el mar que engalana su ropaje

y cada ola ilumina el destino

sin decir que todo está en desorden.

Se derrama luz en el canto de las aves

-cantan aunque duela-

y es un racimo de memoria

sobre mi escritura encadenada al espacio.

Eterna luz dame latidos de tiempo

para construir mi casa/ poema vacilante.

Quiero que germinen en mis manos

ternuras             sin límites ni distancias

para ser huéspedes en los rincones oscuros.

Llegan sin que me dé cuenta 

(se esperanzan y olvidan la piel de los errores)

No quiero recordar muros solitarios 

ni que mis huesos perciban

la soledad milenaria de las piedras.

Quiero  sol  en el cenit del poema

así el tiempo no se escurrirá

inabarcable y fugaz entre las sílabas.

Eterna luz           haz que olvide mis lágrimas

que mi nombre invoque la infancia

-esa niña que fui y se deshizo al crecer-

que vuelva a mí su contagiosa risa

y mis amigas gaviotas me llenen los ojos

de invisibles cantos y ceremonias veloces.

Ya estás conmigo luz eterna

 mi frente es todo resplandor.

Te pido una última indulgencia

ilumina todo el mundo con tanta luz

que aquellos en su intento de hacer el mal

no puedan ver.

 

BIOGRAFÍA

CECILIA ORTIZ

Nació en Buenos Aires, Argentina el 4 de marzo de 1954. Docente. Poeta y narradora. Coordinadora: Talleres técnicas de escritura. Narrativa. Poesía. Jurado internacional y local desde el 2001.

Creadora de Zona de Arte- Región del Plata (reconocimiento y entrega de Diploma a Creadores en la Palabra, Música, Artes Plásticas) En un segmento de Las Bohemias de la Revista Literarte. 2012-/2018-Olivos- Buenos Aires.

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