GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA – TU CORAZÓN ESTÁ LLENO DE RUTINAS
Declaración
No creo en el hombre. Apenas
en la chispa de luz adentro suyo
que un soplido de codicia extingue
como apaga un pequeño pabilo la tormenta.
He visto demasiado y no creo en el hombre.
Amo los árboles. Los animales.
He viajado y vivido demasiado y el
único deporte de riesgo que todavía me interesa
es caminar por el campo sintiendo el vértigo del tiempo
en las hojas que caen
o la feliz adrenalina de las hojas nuevas.
De su estancia
De su estancia en vaya a saberse cuáles ciudades de la confusión
conservaba,
apenas a salvo de la humedad y el calor propio a esa hacienda
estacada en el centro del verano,
unas cuantas revistas que en el cuarto de baño daban cuenta
de un pasado mejor, de unos años
de bullente actividad intelectual,
de grupos activistas, de talleres de cuento, de seminarios
lacanianos,
de círculos de discusión de la Escuela de Frankfurt
y otros misterios reservados para los iniciados en
el buen sexo y los porros de aquella época y de aquellas ciudades de la
confusión
en las que esa mujer altiva y lúcida aprendió a preparar un par
de buenos platos
–por ejemplo, pollo al mole–
que hoy junto a las revistas son todo el patrimonio que perdura
de aquellos años dorados, esplendentes,
en que todos querían cambiar el mundo a fuerza
de bullente actividad intelectual y porros y Gramsci y hasta de Louis Althusser,
hasta que Louis Althusser estranguló a su mujer e ingresó al manicomio y murió
babeando su impotencia y su ira en un camino
lodoso, del color del mole del pollo al mole,
botando sangre como rojos un cuadro de Frida Kahlo,
ese lugar común ahora, por entonces aún un descubrimiento
en una de las tapas de aquellas revistas estacadas
en medio del baño de aquella hacienda,
estacada a su vez
en el centro de esa mujer altiva y lúcida, tan digna
en su derrota
como la golondrina de Wilde cuando decía
despreciar el verano.
Descansa en la hierba
¿Quién mató a Norma Jean?
Yo, respondió la ciudad.
Como deber cívico, yo maté a Norma Jean.
(Norman Rosten)
para M.Ch.
Descansa en la hierba, muchacha,
de tu sueño de anorexia y plastilina
de tu destino sudamericano de Amy Winehouse criolla
de ese t shirt rosado con dos círculos de púrpura en los senos.
Descansa, ven, sobre la hierba.
Olvida la ciudad de estiércol que te tocó en mala suerte;
que el Leteo disipe las palabras melifluas y los gestos
equívocos
de los muchos que decían quererte pero no te querían,
arrojándote piedras hasta tapiarte el alma.
Y descansa también, por qué no, muchacha de piel láctea,
de quienes sí lo hacían a su modo:
de tu hermosa madre con ínfulas de grandeza ferretera,
de tu padre invisible y acaso cariñoso,
de tu espigada hermana, la morena y distante, que pude haber amado.
Y hablando del amor,
descansa de los amantes y las amantes
–si cabe llamarlos tales–
que arrugaron tu cama.
Descansa en la hierba, muchacha,
de esa ciudad maldita.
Rest in peace.
Tatuajes
Una mariposa de tinta se ha posado en la espalda
de esa muchacha.
Una mariposa de tinta que durará más que la lozanía
de la piel donde habita.
Cuando la muchacha sea una anciana, allí estará,
joven aún, la mariposa.
¿Cómo se verá la espalda de la muchacha
cuando la lozanía de su piel haya pasado?
¿Cómo se verá la muchacha que ahora ilumina
la verdulería, como una fruta más para mi mano?
¿Los viejos de mañana se verán como los de hoy
y los de siempre?
¿O serán diferentes, ellas con piercings en los senos caídos
y ellos grandes aretes en las orejas sordas?
¿Volarán mariposas en la espalda de las muchachas viejas,
arrugarán sus alas sobre camas del coma, se marchitarán flores
de tinta dibujadas donde se abren sus nalgas?
Tal vez no pueda verlo, ya yo estaré ido para entonces
con mi mano temblando bajo un jean de mezclilla
o con la mente ausente en la cannabis
procurando aliviar dolores cancerígenos.
Ah, una mariposa de tinta se ha posado en la espalda
de esa muchacha.
Una mariposa de tinta que durará más que su aire.
Cuando ella haya exhalado por vez última
allí estará la mariposa todavía.
¿Echará a volar cuando incineren su morada de carne?
¿Se pudrirá en la tumba como una concubina egipcia?
¿La escuchará alguien volar o quemarse o pudrirse
y podrá venir para contarlo?
¿Escuchará alguien la historia desde la soledad de sus audífonos,
de los grandes aretes en sus orejas sordas?
¿No son estas las viejas preguntas de siempre?
¿Volveré a ver a algún día a la mariposa?
¿Volveré a ver a la muchacha?
¿Continuarán existiendo las verdulerías?
Coraza
(Benedettiana)
Tu corazón está lleno de sorpresas
es como una feria para niños
y como un cementerio.
Tu corazón tiene bosques con árboles prohibidos en su centro
mares de playas solitarias y volcanes dormidos
tiene murallas chinas monumentos favelas
sus catedrales góticas y pequeñas ermitas.
Tu corazón está lleno de vacíos, preguntas,
de miradas de noche a los cielos ajenos.
Tu corazón está lleno de rutinas
es como un taller mecánico
o como una cita a ciegas.
Tu corazón tiene zonas baldías y habitaciones clausuradas
avenidas con anuncios fluorescentes y ruletas
barrios peligrosos donde no es posible aventurarse sin coraza
glorietas floridas como en domingo de ciudad pequeña.
Tu corazón está lleno de certezas, de credos,
mediodías alegres con los pies en la tierra.
Tu corazón es un aeropuerto
una nota a pie de página
una estación de paso
la casa donde vivo.
Solo tu corazón entiende a tu corazón,
solo tu corazón se desentiende.
Koyu Abe siembra una semilla de girasol en los jardines del templo de Genji
Koyu Abe, con rigurosa túnica negra,
alta y rapada la cabeza
llano el ceño
siembra una semilla de girasol en los jardines del templo de Genji.
Con parsimonia deposita la pequeña cáscara repleta
de luz en potencia
de futuros asombros
en un cuenco cavado entre la tierra.
La cubre con una pequeña pala
la riega con una regadera anaranjada.
Pasa la brisa sobre los jardines del templo de Genji
la siente Koyu Abe en sus manos salpicadas por el agua.
En una bolsa de tela colgada en el regazo lleva
unas decenas o cientos de semillas.
Es aún muy de mañana y sembrar cada una es su tarea
y cubrirla
y regarla con su regadera anaranjada.
Un millón de girasoles habrán de alfombrar pronto los jardines de Genji y los huertos
aledaños.
Monjes, campesinas,
todos habrán de tener manos humedecidas por el agua que riega los futuros
asombros amarillos de los niños,
las que serán luces piadosas para ojos extenuados.
Koyu Abe no conoce a Van Gogh, mas pinta girasoles con su pala.
Koyu Abe, cuya mirada divisa, en lontananza, los perfiles grisáceos de los silos nucleares.
A la vera de Fukushima se levantan los jardines del templo de Genji
y es preciso purificar el cielo, purificar las aguas, purificar el suelo, purificar los soles
sembrando girasoles.
No es un efecto estético, me dice Koyu Abe, en el silencio de la imagen:
las raíces absorben los metales pesados
y del veneno nace, como si tal, la flor.
Mas es verdad que también la belleza purifica
por sí misma,
acota el holandés, saliendo del silencio de la tela,
y Koyu Abe me extiende una bolsa de semillas
de cáscaras repletas de diminuta luz.
La enorme regadera anaranjada
me la alcanza Van Gogh.
1972
Fue el año en que Nixon visitó la China
que Marco Antonio Campos refutó a Neruda
–Las páginas no sirven. La poesía no cambia
sino la forma de una página–
que estrenaron Solaris (lo dije en otro poema) pero también Aguirre Cabaret Garganta
profunda El hombre de La Mancha Gritos y susurros El último tango –ah María Schneider
en la tina y Brando ubicuo, bilocal, al mismo tiempo en el ático parisino y en Villa Corleone,
otro y el mismo– mientras Zefirelli hacía volar a Chiara y Francesco en una nube de flores,
Snoopy se iba de casa junto a Woodstock y Chaplin volvía a Hollywood (ya Osvaldo Soriano
lo contó en una novela suya).
Murieron Chevalier, Alejandra y Kawabata, el primero bailando los otros dos
al filo del espejo
y se despidió de este mundo una princesa
Carolina Matilde de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, bautizada como Princesa
Viktoria-Irene Adelheid Auguste Alberta Feodora Karoline Mathilde de Schleswig-
Holstein-Sonderburg-Glücksburg
de la que solo queda el nombre en Wikipedia.
También dijo arrivederci el profeta de la usura, que solía contemplarse en los ríos
en noches de plenilunio y enderezar aun las torres con sus cantos.
Una estela explosiva dejó el cohete fallido que propulsaba a la sonda Cosmos hacia Venus
y otra Harry S. Truman, con su cortejo de átomos y carne chamuscada.
Bobby Fischer, el díscolo, el irreductible, venció a Boris Spassky
llevándose el título a casa junto a unas cervezas,
en tanto el odio ensangrentaba los juegos olímpicos de Múnich el penal de Trelew
un domingo en Irlanda del Norte el campus de la universidad de El Salvador
en cuanto un terremoto destruía Managua y en Roma
un tal Laszlo Toth atacaba la Pietà de Miguel Ángel con un martillo,
gritando que él era Jesucristo.
Era 1972 y en un país perdido entre montañas,
en una clínica metodista, por puro azar,
nacía yo, que debí haber nacido en otra ciudad y otro hospital;
y poco antes o después nacían otros niños y niñas con los ojos también maravillados,
de este y del otro lado del Ecuador, dedicados ahora, como yo, a este inútil,
maravillosamente inútil oficio de escritura.
Sí, de seguro fueron los efectos del cohete de la Cosmos
el poderoso cóctel de todas esas películas
algo de los últimos alientos de Pound y la Pizarnik,
y sobre todo la estela del poema de Marco Antonio Campos:
Las páginas no sirven. / La poesía no cambia / sino la forma de una página, la emoción, /
una meditación ya tan gastada. / Pero, en concreto, señores, nada cambia. / La poesía no
hace nada. / Y yo escribo estas páginas sabiéndolo.
Eppur si muove, cuarenta años después
ya solo quedan en pie los poemas de Alejandra, los cantos de Ezra, algo de las novelas de
Kawabata, mucho de los versos de Neruda y casi todas esas cintas
indescriptibles
mientras el resto: Nixon Mao Neftalí Reyes Tarkovski Klaus Kinski Bob Fosse la deliciosa
Linda Lovelace el insoportable Ingmar Bergman la más deliciosa María Schneider el más
insoportable Marlon Brando el ya no se diga Charles Chaplin Osvaldo el Negro Soriano
Charles M. Shulz Maurice Chevalier Carolina Matilde de Schleswig- Holstein-Sonderburg-
Glücksburg el propio Ezra el programa espacial soviético la URSS Truman Bobby Fischer y
todos sus rivales las víctimas y los asesinos el loco del martillo
son ya carne de gusanos y de la desmemoria
como lo seremos los poetas del 72 y Zefirelli y Marco Antonio Campos algún día
pero no su refutación a Neruda que se refuta a sí misma
perdurando
inútil y maravillosa
como la poesía,
como la Loren
como La Pietá
triste, solitaria
y final.


Gabriel Chávez Casazola (1972) Poeta, ensayista, gestor cultural y periodista boliviano, considerado “una de las voces imprescindibles de la poesía boliviana y latinoamericana contemporánea”. Sus libros de poesía han sido publicados en 14 países y está traducido a 10 idiomas: inglés, francés, italiano, portugués, griego, ruso, rumano, árabe, chino y catalán, así como al lenguaje braille.
Entre sus obras se encuentran: El agua iluminada (2010), La mañana se llenará de jardineros (2013), Multiplicación del sol (2017) y varias antologías de su poesía, como Il canto dei cortili (Italia, 2018), La vitesse des fantômes (Francia, 2018) y Cámara de Niebla, con cinco ediciones en distintos países.
Entre otros premios, recibió la Medalla al Mérito Cultural de Bolivia y el Premio de la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz al Mejor Libro Editado del Año; asimismo fue finalista del Premio Mundial de Poesía Mística “Fernando Rielo”.
Es curador del Encuentro Internacional de Poesía “Ciudad de los Anillos”; editor de la revista literaria “El Ansia” y docente del programa de Escritura Creativa de la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA). Dirige el taller de poesía “Llamarada verde” en la ciudad de Santa Cruz, donde reside desde 2007.