Roberto Luviano – El verbo del viento que se arrastra
Espíritu y deseo
Ve más bien mi cuerpo
que brota sin carne
Lanza del Vasto
Aliento tomado
de la helada eternidad
Lanza del Vasto
La noche se desgasta a las orillas del desierto
Bajo el suelo el mundo se abre y asciende
La luz principia del tiempo
El contacto del agua y del cuerpo giratorio
Se reflejan en la arena que comienza
En el vaivén de la danza ilusoria
Los astros se estrellan contra unos ojos
Que forman hilos y semillas y días
Y lo eterno sólo es un pedazo de palabra
Un nombre una agonía un deseo
Y el cielo tiene remordimiento de los hombres
De los ángeles que se proyectan en las arenas
Remordimiento en el cuerpo de las serpientes
Esta metonimia del durar y del morir
La sensación del espíritu y el traspaso de las horas
En este cuerpo desértico que se percata
De la lentitud de las cosas y el Ángelus
Sensación eterna e infinita
E ínfima de la noche
Que lenta brota
Letargo
Qué es el espíritu sino un letargo
Una infinitud de arenas y mares
Una interpretación y una existencia
Contacto de la tierra y el cuerpo
Una visión borrosa de la noche
Sólo una forma de decir nada
Una voluntad que desciende y asciende
A cada instante a cada cosa
Una sensación de lentitud y caída
Y ojos y cuerpo y carne
El verbo del viento que se arrastra
Bajo las salamandras y las mariposas
Sólo un designio íntimo y voluntarioso
De una muerte pequeña y abierta
Tengo la conciencia del tiempo
Y la lluvia la brisa la nubosidad
Bajo el sonido que repta lo ilusorio
El espíritu atiende a la armonía
Que se aletarga en el relámpago
Y en la extinción
Espíritu y textualidad
Qué es el espíritu sino un letargo
Una infinitud de arenas y mares
Una interpretación y una existencia
Contacto de la tierra y el cuerpo
Una visión borrosa de la noche
Sólo una forma de decir nada
Una voluntad que desciende y asciende
A cada instante a cada cosa
Una sensación de lentitud y caída
Y ojos y cuerpo y carne
El verbo del viento que se arrastra
Bajo las salamandras y las mariposas
Sólo un designio íntimo y voluntarioso
De una muerte pequeña y abierta
Tengo la conciencia del tiempo
Y la lluvia la brisa la nubosidad
Bajo el sonido que repta lo ilusorio
El espíritu atiende a la armonía
Que se aletarga en el relámpago
Y en la extinción
Cirio y existencia bajo voluntad
El cirio ilumina el camino
La noche que se arrastra en desiertos
Y frutos que existen en la mordida eterna
La voluntad de lo divino que profana
La sangre y la oscuridad
Que iluminan al final de la inmediación
Los deseos fluyen en la carne
Que se forma de la niebla
Y tu cuerpo de Ninfa
Azul y rojo que se forman de mi carne
El suspiro de la tarde que saquea evocaciones
Sensaciones de los días y la espera
Y la lentitud del silencio
Debería callar la inmortalidad y la mordida
Resurge la oscuridad que cae en la infinitud
En el espíritu terrestre del desierto
Y sólo la llama ondea en el descanso
El cirio ilumina la deidad y sus huesos
Mi carne que se alza infinita y fúnebre
En el verbo celeste de la quietud
y la precipitación eterna del día
Roberto Luviano (1974-Edomex), Es Licenciado en Creación Literaria por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Cuenta con la Maestría en Docencia y educación por la Universidad Tecnológica Latinoamericana.
Ha publicado en poesía, Falhar de Cornos (La perra pelona, 2009), Arqueología del Odio (2003), Arqueología de la Ilusión (2015, Premio para publicación Ed. Ilusión). Antropología de la Penumbra (Bitácora de Vuelos, 2021) Ha sido antologado en cuento por la Asociación Mexicana de Pedagogía A.C en su colección Educere. En ensayo cuenta con Intermisticismos, prolegómenos a la narrativa mexica (2020, AEM).
Actualmente es Maestro en la UACM, su línea de investigación creativa y académica trata sobre el misticismo y sus vertientes. Es miembro de la Asociación de Escritores de México.