SONIA BETANCORT SANTOS – LA PERSEGUIDORA
La perseguidora
A veces sueño que desaparece el lenguaje.
Mi boca es un depósito de tanques de guerra
y los hermosísimos soldados
abandonan la primera línea del paladar.
A veces sueño que el lenguaje huye,
una avería del corazón, el tumor pequeño
que al microscopio revela su caligrafía muda.
A veces sueño una lengua sin frases,
un accidente cardiovascular léxico,
letras que se despegan de la hoja
como patas torcidas, rebobinadas sin tino.
No sé por qué temo morir
y que en mi cuerpo desvanecido alguien lea:
“ausencia de palabra”.
Por qué tanto recelo a la autopsia
de una vida sin idiomas. El mundo
sin su raquítica discusión de vocablos,
mutantes administradores del hueco.
Si no hay lenguaje, ¿qué duele?
La lengua sin boca sorprende en los otros,
La boca sin lengua sorprende en mi cara.
No deseo las palabras sino su contrario,
persigo sin cansancio lo que no puedo decir.
El beso
I believe in kissing, kissing a lot.
Audrey Hepburn
El beso gira sobre nuestras cabezas.
Empezamos por pensar el beso,
por amasar la figura oblicua de su roce absoluto.
Un beso se construye en la garganta del abrazo
o tierno pasea con zapatos de escuela
por la estrellita de una falda intermitente.
Un beso quiere comerse mi límite,
intercambiar el sabor de dos astrologías.
Y es tan triste el beso que no es
aquí parada frente a la sonrisa
enredada por el miedo.
El beso pronostica la trayectoria de mis labios
y tal vez profetiza contra un velero sin adiós.
Inmortaliza un tiempo fascinado,
ese momento de besar que se disuelve
bordado en el pecho frío de la eternidad.
Bella y durmiente espera esta hormiga
el beso que flagele su estatura,
cabe la muerte en ese beso,
crece la araña en su escondrijo,
en la caída toda lengua propone
su sapito de humedad.
Toma su puñal de luciérnagas el beso de Judas.
De la estatua se despierta el labio de Rodin.
Muero por ese beso fresco que sorprende
con una manzana en tu boca.
Alentado por esa madeja enrojecida,
vuela un atardecer a mi cuerpo que, por fin,
se desvanece con el beso.
Fake Diamond
Potlach
Arturo Carrera
La moneda imaginaria
suaviza la carencia real.
La piedra preciosa, de beso escandaloso,
persigue la correa de un cuello
donde la belleza dibuja sus aleaciones.
El diamante puro es una falsificación de la sombra,
el tráfico insospechado de la desigualdad.
El diamante falso, al que puedo darle un bocado,
aleja mi libertad pero encamina la alucinación.
Sueño con la moneda de chocolate,
soberbia de no aferrarme a todo,
novia besada por el desinterés,
cielo diáfano en el que la entrega
no coincide con la pérdida.
Sueño con vivir con menos
pero me interrumpe el cuerpo,
oh el cuerpo mimetizado en una hucha,
aquella lata coloreada con sonrientes niños
donde cabían los deseos de comprar.
Sé que no hay diamantes tras el escaparate lujoso.
No hay millones ni fortuna
ni la amargura de no tener, no hay nada.
Es irreal este valor,
este convenir de rodillas el juego del precio.
Pero no es suficiente con saber.
La moneda imaginaria
no suaviza mi carencia.
Coágulo dorado, cobre moribundo,
cínico imán, metal de cambio,
perdí la cuenta.
Perdí cuando olvidé
lo que de verdad quería.
Yo no soy Audrey Hepburn
Put the blame on Mame, boys.
Gilda
Yo no soy Audrey Hepburn.
No me detengo en tu salón durante años
en un cuadro con marco triste y cristal roto.
Ese cristal inaguantable
que reproduce la leucemia del amor,
esa grieta uniforme, extravagante,
que se agranda con el tiempo
sin que nadie la toque. Ese tajo
que distorsiona los labios de la imagen,
esa imagen frente a la que dos se besan
y que va deshaciendo sus bocas
atravesadas por una enorme guillotina.
Yo no soy Audrey Hepburn.
No aparezco en tu infancia
como una actriz de los cincuenta,
ni te tomo de la mano frente a tu casa oxidada,
ni llevo hasta el olvido tu barrio tan doliente
de las afueras de esta ciudad.
Yo no soy esa fotografía
ni un guion con tachaduras
que nadie verá hasta que hayamos muerto.
Yo no soy la reina de nadie,
ni la princesa Cinderella,
ni un hotel de Las Vegas, con cama de agua,
donde enamorarme tres noches seguidas
de tres muñecos sabelotodo.
No tengo una casa en Roma
ni huyo a caballo en una película
rodeada de mansiones verdes.
Yo no sé cantar. Ni sobrevivir a una guerra.
Yo no sé vacunar a cien niños de Somalia
ni ver cómo se mueren mis hijos.
Sin embargo tú, estúpido,
prefieres acostarte con Gilda
y te levantas conmigo.
Tú, insoportable domador de mi ego,
te levantas teniendo en la mano
el cuerpo que inventé para el imán.
Y todavía me parece ternura eso que haces,
muchacho inoportuno,
cuando desnudas a esta niña con las uñas pintadas.
Yo no soy Audrey Hepburn, no soy la funny face,
la sonrisa perfecta, la alquimia, el verano.
No soy la felicidad ni la musa de ningún perfume
ni hablo francés, ni me casaré nunca.
Pero he logrado amarte antes de mi boca,
y créeme que cuando por un escaso minuto
la tibieza de ese amor
recorta ciertas fotografías de su marco,
cuando logro des-disfrazarme,
interrumpir el dramatismo del cristal roto,
cuando me entrego a la escena de salir de mí,
si supieras que sí, estúpido, si supieras.
Si supieras quién soy.
Deseo
Si yo pudiera desenmascarar
la media luna anaranjada
que duerme en el pico de los tucanes.
Si supiera cultivar la perla
del cielo de Lima.
Si lograra reproducir un instante
la memoria de Shakespeare.
Si me despertara cantando
en un burdel de otra época
con medias deshilachadas,
cigarrillo en la boca,
y mi voz fuera suave y pura
como el llanto de Lady Day.
Si pudiera pintar de azul
los techos de las celdas,
robar de las trincheras
los artefactos del fuego,
limpiar de los atriles
las marcas del azufre.
Si pudiera dormir
en el vientre de las lobas.
Si mi boca despejara
las corrientes del océano.
Si administrara mi pecho
la fórmula exacta
de hidrógeno y helio del Sol.
Si encontrara las palabras justas
y fuera yo la bondad
que arrodilló a Beethoven.
Si yo pudiera
llegar a ti.
Sonia Betancort ha publicado los poemarios Íntima Exigencia (Salamanca, 2000), El cuerpo a su imán (Madrid, 2009), Contramantes (o la soledad del alfil) (Madrid, 2014), Para ver la llanura (Venezuela, 2014), Seis poemas para Mary Jane (México, 2014), Charco Verde (los primeros pasos) (Francia, 2019) y La sonrisa de Audrey Hepburn (Colombia, 2012; Madrid-México, 2015), este último entre los diez mejores libros de poesía publicados en 2015 según, entre otros, El Cultural (El Mundo) y la revista Ínsula. Ha participado en las antologías Paisajes del infierno (2002), Palabras de paso (2002), La mujer rota (2008), Antología del beso (2009), Barcos sobre el agua natal (2013), Ixquic. Antología Internacional de Poesía Feminista (2018), De la intimidad (2019), Quien toca este libro, toca a un hombre (2020). Doctora en Literatura por la Universidad de Salamanca, en la actualidad es profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Camilo José Cela (Madrid). Centra su obra crítica en la narrativa y en la poesía española e hispanoamericana contemporáneas, autora del ensayo Oriente no es una pieza de museo. Jorge Luis Borges y la clave orientalista (2019). Formada en interpretación actoral en Buenos Aires y en Madrid, desarrolla diversas actividades de vinculación de la literatura con las artes escénicas.
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